¡Hola! Mi nombre es Cintia, he realizado el Máster de Cooperación al desarrollo, Gestión Pública y de las ONGDs de la Universidad de Granada, por ello estaba tan interesada en la beca de Voluntariado Internacional en proyectos de Cooperación al desarrollo que ofrecía el CICODE. Mi primera opción como destino fue Colombia, sin embargo creía firmemente que no tendría la dicha de que me concediesen el primer país de mi lista ya que había mucha competencia. Por suerte, no fue así. El día que salieron las resoluciones definitivas no podía estar más contenta, ¡me iba a Colombia! Sin embargo mis padres no lo estaban tanto, los estereotipos que se tienen sobre el país no son buenos precisamente, las drogas, el crimen, las bandas, los secuestros, la violencia, etc. Pero como os contaré más adelante la realidad no es exactamente como nos la cuentan.
Después de algunas vacunas y muchos medicamentos en la maleta, comenzó la aventura. Los vuelos internacionales son eternos y pesados pero yo tuve la suerte de conocer en él a mi futura amiga y compañera de beca, María, que hizo que las 16 horas de viaje fuesen mucho más llevaderas. A pesar de esto, es cierto que ambas llegamos muy cansadas a la capital, Bogotá, pero tuvimos la suerte de que el director de la Fundación donde trabajaríamos como voluntarias los próximos meses nos vino a recoger.
Recuerdo perfectamente cómo íbamos en el Taxi entusiasmadas porque ¡por fin habíamos llegado! Sin embargo y como se suele decir, los comienzos nunca son fáciles. En cuanto llegamos a la casa donde nos alojaríamos, en principio provisionalmente, la primera impresión no fue precisamente buena. Me explico, era una casa muy grande y antigua, con pasillos oscuros y muy largos por lo que cuando llegamos ninguna quería salir de la habitación en mitad de la noche, estábamos muertas de miedo. A pesar de lo anterior, para mí lo peor fue que ¡no había agua caliente! Bogotá tiene un clima frío y gris y sumando el frío que había en esa enorme casa fue una noticia que, nunca mejor dicho, me cayó como un jarrón de agua fría.
Después de un primer día recorriendo las calles del centro de Bogotá, nos fuimos a una excursión en una localidad cercana, Arbeláez, con algunos miembros de la Fundación y otros y otras jóvenes pertenecientes a distintas asociaciones juveniles. Este encuentro fue el primer contacto que tuvimos con la Fundación en lo que se refiere a temas laborales y gracias a este hemos podido colaborar en distintas actividades que se organizaron y conocer de primera mano las problemáticas que existen en los distintos sectores populares de Bogotá.
Los días siguientes nos incorporamos al trabajo con el resto del equipo en la sede principal, tuvimos distintas reuniones para conocernos y exponer nuestros intereses para saber dónde, dentro de todos los sectores en los que trabajan, nos gustaría colaborar. Finalmente, tras una reunión en la que se fijó el cronograma de actividades, participaríamos en todos los sectores. Esto es algo en lo que me gustaría detenerme. La causa de tantas reuniones fue el incumplimiento por parte de la Fundación de las horas firmadas por la organización de envío, la voluntaria y la Universidad de Granada. Es cierto que estas horas son aproximadas, todos y todas lo sabemos, sin embargo aunque se excedan lo normal no es duplicarlas que es lo que sucedió. Por esta parte, personalmente estoy muy descontenta, se intentó dialogar y negociar de todas las maneras posibles sin embargo decían que ‘siempre había sido así’. Es evidente que esta situación me generó un alto grado de insatisfacción y frustración y que la estancia no fue todo lo maravillosa que esperaba. Trabajar 9 horas diarias de lunes a sábado sin incluir los talleres o actividades que debíamos preparar en nuestro tiempo libre, era un poco estresante. A pesar de lo anterior siempre hay cosas buenas, en este caso muchas.
Otra de las actividades en las que participamos al inicio de la estancia fue una Asamblea Regional celebrada con todos y todas las delegadas de los distintos sectores en los que trabaja la Fundación. En esta Asamblea las y los participantes llevaron a cabo la exposición de su agenda territorial, de las problemáticas que sufren en su sector. Esa jornada fue muy interesante, además fue en donde conocimos a todos y todas las delegadas comenzando a crear un vínculo estrecho con ellas y ellos.

Con las delegadas de Casa Abierta San Martín, uno de los delegados del comedor comunitario Caracolí y mis otras compañeras voluntarias en la Asamblea Regional.