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Escuela de Educación Infantil Virgen del Pino, Tegucigalpa (Honduras)

OTROS PROYECTOS


A parte de San Isidro y Virgen del Pino, tuve la oportunidad de conocer otros Centros Infantiles, así como Centros de Desarrollo (Prevención), casas Populorum (donde viven los chicos/as hondureños/as de ACOES cuyas familias son de comunidades alejadas de Tegucigalpa) y otras comunidades.



Uno de los Centros de Prevención a los que fui durante varias semanas era San Francisco, allí iba todas las tardes que podía de apoyo; ayudaba a los estudiantes a completar sus tareas y luego ayudaba a una voluntaria a llevar su proyecto de actividades de ocio. Los niños/as eran de edades muy diversas, pero todos con un mismo fin; escapar de la realidad que les rodeaba aunque fuera solo por unas cuantas horas; pues aquella era una de las zonas más vulnerables de Tegucigalpa, una zona marginal y en completa exclusión social.

De las casas Populorum nunca podré olvidar el valor y afán de superación que tienen los chicos/as que viven allí. Normalmente viven entre 15 y 30 personas por cada casa y ellos mismos se encargan de hacer todas las tareas como cocinar, limpiar, organizar…pero antes de ello van a colaborar en el proyecto que tienen asignado. Para ello se levantan todos los días a las 5:15 de la mañana, desayunan, hacen la oración, van a colaborar, almuerzan y se van al Instituto/Universidad. Cuando regresan hacen las tareas de casa, reciben clases de inglés o dictado y luego se ponen a hacer las tareas que le mandaron en la escuela. Muchos de ellos se acuestan como a la 1 de la mañana, durmiendo tan solo 4 horas ya que al día siguiente tienen que estar de nuevo a las 5:15 en pie. Yo he vivido con esas personas y puedo asegurar que ese ritmo de vida no es capaz de llevarlo cualquiera, es duro y agotador, pero ellos están ahí luchando día a día, demostrando que en ellos reside el cambio de Honduras, en ellos está la esperanza.




FIN DE LA EXPERIENCIA


Después de haberme acostumbrado a los gallos, a despertar a las 5:30 de la mañana, a subir y bajar infinitas cuestas, a las calles de tierra, al repentino cambio de calor a frío, a la lluvia, a las tortillas de maseca, el arroz y los frijoles para desayunar almorzar y cenar; después de haber aprendido a saludar con solo un beso, a decir agarrar en vez de coger y grafito en vez de lápiz, a moverme en bus y taxi colectivo y después de haberle cogido un inmenso cariño a los niños/as, maestros/as, jóvenes, voluntarios/as, incluso a los gatos de allí, debía decir adiós, pues era hora de coger el avión de vuelta a España.




Ha sido un mes y medio lleno de sorpresas y sobresaltos, de retos y aprendizajes. Una experiencia de la que me llevo mucho, principalmente que con muy poco se puede hacer un mundo, que las oportunidades llegan siempre que uno lucha por ellas y que no es más feliz el que más tiene, sino el que más entrega. Ha sido como vivir un sueño, un sueño increíble, diría que uno de los mejores de mi vida.


Universidad de Granada
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