Esta es mi primera vez en el continente Africano. Hace ya unos meses desde las costas de Cádiz pude divisar la cadena montañosa del Rif donde resalta el imponente Monte Musa, pero esta vez, al otro lado del estrecho me encontraba con una pequeña parte de África, del Magreb, entre tantas complejidades, tanta riqueza histórica y tanta diversidad.
Son apenas 30 minutos de vuelo de Málaga a Tánger y lo cierto es que ya estando en esta ciudad portuaria al norte de Marruecos, no se siente la diferencia. Edificios elevados, avenidas anchas, tráfico, centros comerciales de alto consumo, hoteles de lujo, turismo de cruceros, pero lo que llama la atención a primera vista es el concurrido uso de las Hiyabs y Chilabas. Pañuelos de diferentes colores, oscuros como vivos y vistosos, junto con ellos, resaltaban además muchas mujeres jóvenes que ocupaban el espacio público: llevaban sus puestos de verduras, de dulces o de artesanías mientras otras compraban, otras trabajaban en restaurantes y en las zonas comerciales, muchas otras salían de la escuela y de los colegios donde se imparte la educación secundaria, otras conducían, otras caminaban de mano a sus compañeros o de sus hijos e hijas, algunas con pañuelo, otras sin él.
A continuación los minaretes, las torres más altas de las mezquitas que resaltan desde todos los ángulos de la ciudad, llamaron mi atención. Sobre las 12 del mediodía, la ciudad parecía cambiar, era la hora del Salat y aunque no todos ni todas acuden a la mezquita, el llamado a la oración se escucha al unísono y durante estos minutos, la música como el ruido de la calle se paralizan como muestra de respeto.
Ahora, de Tánger debía dirigirme a Assilah donde me encontraría con los integrantes de la Organización. Assilah es una pequeña ciudad localizada a 40 minutos de Tánger, para llegar allí se debe tomar la carretera que bordea la costa Atlántica de la región Tánger-Tetúan. En el camino se logra ver el contraste entre una gran ciudad portuaria y una ciudad de corte rural. Los complejos turísticos y los campos de golf pronto son dejados atrás y reemplazados por cultivos de melón y calabaza, por pescadores artesanales, por pastores de ovejas y cabras. Assilah destaca actualmente por ser uno de los destinos turísticos más apetecidos durante el verano por parte de los marroquíes del interior debido a sus amplias playas que dan al Atlántico, al mismo tiempo que ha vivido un proceso de extranjerización de sus inmuebles.
En Assilah, se estableció una de las primeras sedes de la Mujeres en Zona de Conflicto en Marruecos ya que en esta región, y concretamente en sus comunas rurales, las condiciones del sistema educativo público resultaban ser insuficientes en comparación con la gran demanda y entendiendo que es uno de los lugares más poblados como más empobrecidos del norte de Marruecos. No sólo se requerían más colegios, sino también residencias, facilidades en el transporte debido a la dispersión y las distancias entre las comunidades rurales, además de infraestructura que garantizara agua potable como seguridad para las niñas y las jóvenes, formación del profesorado en equidad de género, involucramiento de las comunidades y participación social en actividades y en los diseños de los currículos. En este sentido, los proyectos que desarrolló y viene desarrollando Mujeres en Zonas de Conflicto tienen como objetivo actuar en la gestión local y ser un puente para la implementación de las responsabilidades del Estado en materia de política pública educativa, trabajando fuertemente por disminuir las brechas de género.
Pasados los años, y siendo conscientes de nuevas necesidades de diferentes poblaciones y sus riesgos de exclusión y discriminación, el trabajo y los proyectos en Marruecos se fueron diversificando. Durante mi estancia tuve la oportunidad de conocer los proyectos en curso y de participar en ellos.