El centro es uno de los edificios entre tres que componen el colegio y en el que hay: Un consultorio con una camilla, una báscula electrónica con estadiómetro, mobiliario básico y un negatoscopio; dos salas con camillas y aparatos de electroterapia (Láser, Magneto, Ultrasonidos y máquina de corrientes) y Termoterapia (compresas); dos salas preparadas para hacer ejercicios que tienen tatami, espejos, fitball, instrumentos para hacer circuitos, colchonetas de diferentes grosores, dos bosul, una bicicleta elíptica, máquina multifuerza, escaleras con rampa al otro lado y espalderas. Además tenía silla de ruedas que la usamos en varias ocasiones para recoger a l@s pacientes directamente del coche en el que llegaban.
En un principio, sentía mucha desconfianza porque aunque tuviese las herramientas suficientes tanto físicas como académicas, no tenía la seguridad suficiente de saber usarlas. Las trabajadoras del centro médico me explicaron lo que tenía que hacer y desde el primer día me puse manos a la obra. Llegué a ver en total unos 60 pacientes, much@s de ell@s repitieron hasta estar lo suficientemente recuperados para poder realizar su vida diaria con normalidad, por lo que tuvimos bastantes pacientes al día, algunos días no podíamos ni parar a respirar y otros nos sobraba tiempo para estar de bromas.
Una consulta normal con un/a paciente empezaba con la anamnesis en la que le preguntaba sus datos personales, motivo de consulta, síntomas, historial médico, … y después una valoración adecuada al problema con el que viniese y así poder concretar un posible diagnóstico fisioterápico y adecuarle el tratamiento de la forma más individualizada posible.
Me sentía inexperta y sin voz ni voto para decidir pero no me quedaba otra así que tuve que plantarle cara al asunto. Me parecía brutal que sin haber terminado el Grado, me encontrara en una situación así, a lo mejor no es lo más acertado, aun así, ayudamos a muchas personas.

Hice muy buenas migas con much@s pacientes, echamos grandes risas.