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Fin de estancia en Perú

Todo lo bueno se acaba, y esta maravillosa experiencia no es una excepción. Se termina mi estancia física en Perú, pero sé que va a seguir viva en mí toda la vida.


Ningún texto, ningún vídeo ni fotografía puede enseñar lo vivido en terreno, las sensaciones que allí se experimentan y los vínculos que se crean con las personas. Es algo que hay vivir, que recomiendo por muchos motivos.


El primer motivo de todos es la necesidad de ayuda que hay en países como Perú. No hay que ir con la idea de instaurar la manera europea de hacer las cosas, la necesidad real es encontrar la forma que para ellos funcione, adaptándose a su cultura, valores y forma de ver la vida. Hay muchos niños que han nacido en familias donde no eran deseados, muchas personas esclavas de las drogas y de las armas, muchas bandas… Hay muchas zonas llenas de basura favoreciendo las plagas, infecciones y contaminación de las aguas. Los asentamientos humanos que he podido ver, barrios donde no hay carreteras de asfalto, no hay agua ni luz, ni recogida de basura… son personas olvidadas por gran parte de la sociedad. La cantidad de analfabetos tiene tantos ceros que asusta. Estos son solo algunos de los grandes problemas que, en mi opinión, es urgente que se resuelvan.


Como decía, convivir en el Perú me ha hecho ver otra realidad. Yo sabía que venía a un país en vías de desarrollo, que vería cosas impactantes y que me iban a cambiar, pero una cosa es nuestra imaginación y otra muy diferente es verlo in situ. Ha habido días duros, de lágrimas, de reflexiones que duran días. He tenido otros en los que estaba muy sensible y por cualquier aspecto me emocionaba, y es que comprobar que unos tenemos recursos suficientes para vivir y desarrollarnos, crecer, y otros, desgraciadamente, viven al amparo de la suerte, esperando a ver qué se dona esta semana. Aún así, a pesar de ser familias humildes, sentir cómo estas personas nos han acogido y agradecido nuestra simple presencia no tiene precio. Estos últimos días nos han sonreído y abrazado deseándonos lo mejor en la vida. Me vuelvo a casa con una versión crecida y mejorada de María, y también con la sensación de injusticia por llevarme más de ellos que cosas he dejado yo aquí.



Otro motivo por el que recomiendo vivir un voluntariado es para apreciar y valorar lo que tenemos en nuestras casas y en España. Cuando llegué aquí le preguntaba a los otros voluntarios con los que he estado que qué añoraban más de España, me decían que la seguridad. Yo acababa de llegar y verdaderamente no entendía por qué lo decían, hasta que pasaron los días y semanas y pude verlo por mí misma. La delincuencia está muy presente casi en el día a día, para que os hagáis una idea, las tiendas tienen una reja en la entrada y si ven que eres de fiar, te abren y puedes pasar, si no la compra se hace a través de los hierros. Una vez cae el sol, el ambiente cambia radicalmente, es impensable salir sola a la calle. Incluso en grupo si es de noche no es recomendable que andemos por Callao. Somos un blanco fácil, y nunca mejor dicho. La situación en Lima es diferente, es una ciudad mucho más parecida a lo que conocemos de Europa, aun así de una calle a otra, el ambiente cambia radical. Hay dos barrios muy europeos, donde no te sientes inseguro, que son Barranco y Miraflores. Se nota en los edificios, en la gente, en las tiendas, que el nivel adquisitivo es considerablemente mayor que en otras zonas. En tan solo media hora de coche tienes dos mundos tan radicales, tan injustos…


Ya se acaba mi voluntariado en Perú, han sido casi dos meses de ayuda inexplicables, de nuevas experiencias que me han abierto los ojos hacia nuevos horizontes. El siguiente paso es hacer difusión desde España para poder crear conciencia en mi círculo y seguir cooperando en otros proyectos. Por siempre Perú.


Universidad de Granada
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