
Una vez finalizada mi etapa de voluntariado, ha sido bastante difícil encontrar un conflujo de anécdotas que recogieran, recopilaran, tantísimas experiencias vividas en tan poco tiempo.
Ignorante llegué y rico me vuelvo tras haber tenido la fortuna de compartir con la pequeña aldea de Gandiol y la maravillosa esencia de la Asociación Hahatay este mes y medio que seguro, marcará un antes y un después en mi largo caminar.

Para empezar, me gustaría señalar que, desde la aparentemente lejanía del occidente e idea establecida del capitalismo de insegura andadura hacia el sur, es una inequívoca visualización que se ha ido extendiendo en nuestro ideario. Son muchísimas personas las que se encuentran en movimiento y muchas también las desplazadas para realizar proyectos y vivencias similares a las personalmente vividas. Esto, sin obviar el recíproco o paralelo fenómeno, aunque en diferentes y desiguales niveles, de aquellos a los que se tiene en el ideario común por inmigrantes.
Esto ha permitido despertar en mí un mayor ansia de seguir conociendo, de seguir creciendo en este aparente inmenso e inalcanzable mundo, pero que nos permite aclarar ciertas dudas y estereotipos que nos habían inculcado incluso aquellos, que no tenían siquiera conocimiento ni mucho menos imaginación.
Porto en mí un sin fin de humildad recogida de prácticamente todos con los que me he ido cruzando. Personas que aparentemente para nosotros, europeos-occidentales, no podrían poseer nada, me han brindado cuan valiosas cosas como su tiempo, sonrisas, su cultura, su amistad.

En el colegio en el que me he desenvuelto, la sonrisa y la felicidad con la que me recibían todos los días nada más llegar, al terminar la jornada el sin fin de despedidas entre los caminos hasta llegar a casa, las ansias de aprendizaje y agradecimientos constantes por cada clase que impartía de español, los incontables momentos que se presentaban de convivencia, charlas y profundas reflexiones que tanto había olvidado en nuestro mundo, con el valor y sentido del tiempo impuesto por el capitalismo, que nos asfixiaba con el modelo de vida frenética que apenas nos deja sentarnos siquiera a pensar, mucho menos a debatir, reflexionar, sobre la vida misma. Momentos del desayuno, comida, de cena, del té en comunidad en una casa u otra en la que siempre eras bienvenido. La fortuna de haber coincidido también y participar de este especial proyecto, en el que la convivencia en general se convertía en una ida y venida de personas de lo más variopinta (artistas, escritores, policías, educador@s, bomberos, etc. en definitiva gente que querían aportar su granito de arena) participantes de un crecimiento de la misma Asociación, hacía que el enriquecimiento se incrementara constantemente y del que me han surgido próximos quehaceres una vez esté asentado de nuevo en mi ciudad.
Bien es cierto que aún queda mucho por hacer. De hecho, donde me he desenvuelto es tan solo un pequeño contexto de una pequeña aldea, pero las previsiones próximas para quienes me han acogido es impulsar desde diferentes fuentes de recursos el nacimiento de otras seis nuevas aulas de infantil y la reciente inauguración del Centro Cultural Aminata, en la que se ubicará un escenario, biblioteca, espacio de radio y dos aulas multiusos que ha sido puesta en marcha a través de crowdfunding y eventos varios para tal proyecto; mecanismo y formato de crecimiento que ya de por sí, dice mucho tanto de la existencia de personas con una predisposición cultural comunitaria como la de la propia esencia de Hahatay, la Asociación.

Por lo tanto, debo concluir que, aparte de un mundo en movimiento, existen impensables e incontables personas que están realizando labores para hacer de este mundo un mundo mejor pero que se presentan invisibles ante nuestros ojos por diversos motivos e intereses.

Recomendable es seguir apoyando, incluso incrementando, este tipo de proyectos y subvenciones, sea de la Universidad o sea de instituciones cualesquiera. Esto es, hacer ver en persona y hacer vivir dicha experiencia u otras similares, hace que cambies mucho la visión sobre la vida impuesta, sobre el modelo y pensamiento único que nos han vendido y, lo más importante, hacerte valorar todo aquello que en algún momento de la historia nos robaron. Las personas, los valores, el tiempo, en definitiva, la propia vida.
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo.” Eduardo Galeano