Nicaragua, conocida como tierra de lagos y volcanes, alberga en su interior mucho más. País de linda gente, se enfrentan a grandes dificultades día a día para salir adelante.
Fotos (Matagalpa ciudad)
En mi caso, me estuve hospedando durante dos meses en Matagalpa, tierra de café y ganado. Grandes productores de café, maíz y frijoles, los campesinos y campesinas matagalpinas carecen de unas condiciones de infraestructura y servicios básicos en sus comunidades necesarios para un bienestar físico en cuanto a salud y desarrollo personal. Esto obstaculiza el desarrollo de sus actividades productivas y de ocio, y tienen que invertir la mayor parte de su tiempo en labores como ir a por agua, a por leña, andar largas distancias para poder ir al colegio o centro de salud.
Frente a estas dificultades, las que luchan día a día sin descanso para que las familias puedan subsistir, son las mujeres. Existe una gran diferencia entre nacer mujer en la ciudad y nacer mujer en el campo. Las mujeres campesinas son mujeres fuertes, golpeadas por la vida.
Estas mujeres se levantan a las 3 de la mañana, primero se asean, y luego salen a por leña y agua, para que a las 4 estén empezando a hervir los frijoles y el café para el desayuno. Si trabaja fuera del hogar, a las 6 de la mañana, junto con su marido que se levantó a las 5, se van a trabajar en el corte de café, no sin antes haberlo dejado todo limpio. Tras la jornada laboral de ocho horas, almuerza la comida que dejó preparada y se pone a limpiar de nuevo. Luego, algunas tienen un rato de descanso, pero la mayoría tiene que volver al pozo a por agua para la higiene personal y para hacer la cena. A las 4 o 5 de la tarde empiezan a hacer la cena, y a las 6 de la tarde generalmente suelen cenar. Vuelven a limpiar, y quizás les queda un rato antes de las 8 de la tarde para ver la televisión, que es cuando se acuestan. Las mujeres que no trabajan fuera del hogar pueden llegar a invertir hasta 15 horas al día en labores del hogar y cuidados. Son las primeras en levantarse y las últimas en acostarse. Esta herencia se transmite de madres a hijas, pues cuando las hijas llegan a los 12 años, acompañan a la madre en el proceso de tareas y cuidados de la familia. Es una cultura duramente patriarcal, aceptada por hombres y mujeres, aunque no por todas.
Tristemente, en las comunidades rurales es donde hay más casos relacionados con violencia de género a todos los niveles (violencia psicológica y emocional, violencia económica, violencia física, violencia sexual), hasta llegar al asesinato.
En las comunidades rurales que estuvimos, cuando les pedíamos a los grupos de mujeres que identificaran problemas familiares o a nivel de la comunidad, les costaba mucho reconocer que sufrían violencia de cualquier tipo. Cuando se daban cuenta que se encontraban en un espacio donde podían expresarse con naturalidad y confianza… todas sufrían violencia de algún tipo o conocían a mujeres que la sufrían, reconociendo algunos casos graves de maltrato en una de las comunidades.
Varias problemáticas se relacionan con el día a día de una mujer rural en Nicaragua: por una parte, la reproducción social de roles de género tradicionales; ligado a esto, la desigualdad entre el trabajo de mujeres y hombres, sumándole el deterioro de la salud de las mujeres en cuanto a andar largas distancias cargadas con agua o leña, o pasarse todo un día dentro de una cocina de leña sin escape para el humo; por otra parte, la reproducción de la inseguridad y la violencia a las mujeres, quedando la mayor parte de hombres impunes, ya que las mujeres carecen de apoyo frente a estas situaciones, y hasta el mismo gobierno perpetua estas actuaciones.
Foto (Comunidad de Jumaiquí Arriba, Cocina.)
El gobierno sandinista está convirtiendo poco a poco el sistema político nicaragüense en una dictadura encubierta, siendo elementos considerables el asesinato por votar a partidos diferentes o la censura de medios de comunicación más alternativos al régimen sandinista. Mientras el presidente goza de innumerables privilegios, legitima la pobreza y la violencia de género, escondiéndola frente al mundo. El presidente, Daniel Ortega, se ha convertido en el gran hermano de 1984 de Orwell, pues su cara y su nombre están por todas partes.
Foto (Daniel Ortega, presidente de Nicaragua y Rosario Murillo)
Ante la impunidad de asesinos y violadores, cabe destacar que el presidente de Nicaragua es un pederasta que abusó de su hijastra (Zoilamérica, que actualmente vive en Costa Rica) durante toda su niñez y adolescencia, siendo denunciado públicamente en 1998. En 2016 Zoilamérica escribió: ‘’Un mensaje de texto confirma a Rosario Murillo como candidata a vicepresidenta de Nicaragua con Daniel Ortega. Sentí en mi conciencia, el dolor y la firmeza de la memoria histórica: el encubrimiento de mi madre a los delitos de abuso sexual que hice públicos en 1998. Desde entonces, mi historia de violencia se prolonga con sus actos de persecución política en venganza por la verdad que relaté y que sigue intacta muy a pesar de la impunidad jurídica y social’’ escribió en su cuenta de Facebook.
Tampoco es la primera denuncia que recibe Daniel Ortega por abusar sexualmente de adolescentes, por tanto, podemos entender que la cultura de la violación está garantizada.
Cualquier institución social perpetuadora del estatus quo de la sociedad nicaragüense, como la familia, la Iglesia y el Estado, les dan la espalda a las mujeres, pero ellas han aprendido que no están solas, y que el apoyo mutuo entre mujeres es lo más valioso que tienen ahora mismo. Por eso, las mujeres se organizan para entender su mundo y su cultura, para rechazar y luchar contra las injusticias que viven, para valorarse a sí mismas, para que sus hijas el día de mañana puedan ser libres. Asociaciones como Grupo Venancia (grupo para la educación popular y feminista) dan apoyo a mujeres que lo necesitan, les dan información, también dan capacitaciones de género sobre cualquier tema, desde violencia, maternidad, sexualidad, etc… Porque el conocimiento, es lo único que nos hará libres.