Durante las últimas semanas de nuestra estancia en la asociación de acogida nos encontrábamos muy contentas y satisfechas con el trabajo que estábamos realizando, y más aún con el trato recibido por parte de todas las personas con las que hemos trabajado. Pero por otro lado nos preocupaba la poca o nula continuidad que estos proyectos que comenzamos a desarrollar tendrían. Y aunque mirándolo en positivo, probablemente sea mejor eso que nada, y puede ser que parte del personal docente implicado acoja parte de las técnicas y la metodología utilizada para el desarrollo de sus labores docente, es una pena que el período no pueda ser más largo, o que no exista una continuidad directa por parte de otras personas voluntarias.
Los talleres de lectura para la comprensión lectora y la expresión escrita siguieron desarrollándose con normalidad hasta finales de noviembre, con una cada vez mayor implicación y motivación por parte del alumnado, que en ocasiones no se veía correspondido por el profesorado por estar muy próximas las evaluaciones de fin de curso. Por otro lado, las labores de orientación cada vez eran llevadas a cabo con más precisión, por nuestro mayor conocimiento de la situación y la mayor confianza expresada por parte del alumnado. Resulta imprescindible señalar que a pesar de que la implicación del profesorado en ocasiones se veía mermada por la necesidad de seguir su currículum docente, el agradecimiento mostrado por parte de todas las personas implicadas en este proceso ha sido siempre enorme, demostrándome una vez más que suelen ser las personas que menos tienen las que más dispuestas están a dar, a abrirse, a ayudar.
Me gustaría ilustrar superficialmente, la violencia estructural que puede llegar a generar la institucionalización de la religión, con ejemplos de situaciones que hemos vivido como la presión social y personal que sufren las niñas y niños de padres separados, llegando a considerar este hecho algo de lo que avergonzarse. O la petición en una de las escuelas de realizar un taller de sexualidad desde la moralidad católica, sólo para mujeres, el cual generó grandes discrepancias a la hora de los temas a tratar, como la posibilidad de hablar sobre el uso del preservativo, la autoexploración para fomentar el conocimiento del propio cuerpo y otros temas que consideramos básicos a la hora de realizar un taller como este.
Como en todo proyecto de cooperación, el aprendizaje ha sido mutuo, considero que nosotras hemos aprendido mucho de todas las labores realizadas, y especialmente de la vida en un contexto diferente, de modo que hemos adquirido nuevas ideas y perspectivas que incorporar a nuestro imaginario, de igual modo que hemos aportado nuestro granito de arena con nuestra colaboración a la vez que aportamos alguna idea diferente que pueda llegar a ser trabajada. Por lo cual considero que este tipo de proyectos no sólo benefician a la asociación de acogida, sino a la asociación de envío como a las personas directamente implicadas y a quien nos rodea, energizando nuestras ganas de movilizarnos en busca de un mundo menos injusto, al compartir los aprendizajes adquiridos a través de esta experiencia.
