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Lo que aprendí de Honduras y de la cooperación

"Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo".Con esta frase de Eduardo Galeano empecé mi carta de motivación el día que decidí solicitar una de las becas que ofertaba el CICODE. Hoy, casi dos meses después de volver de Honduras, país donde pase mi estancia de voluntariado, puedo decir la misma frase, más alto, más claro y con más ganas que antes.


Fui a Tegucigalpa (Honduras) gracias a ACOES, Asociación Colaboración y Esfuerzo. Antes de ir conocía esta asociación, había participado en la carga de dos contenedores donde mandamos material escolar, ropa, comida,etc., conocía a parte de los colaboradores, conocía experiencias de otras compañeras que habían ido, pero…poder vivir la experiencia ha ido mucho más allá de las expectativas esperadas.


Las actividades que llevaba en mente era formar parte de los proyectos de SINERGIAS, lo que yo no sabía es que unido a este proyecto me iba a ver involucrada en muchas más actividades. SINERGIAS es un proyecto transversal que apoya la inclusión de los niños y niñas con discapacidad y/o problemas de aprendizaje en los proyectos educativos de ACOES. Pretende aportar calidad al proceso educativo de los proyectos ya existentes mediante el trabajo con los niños/as de los centros, los profesores y educadores, con las familias y con las instituciones y organizaciones relacionadas con la discapacidad en Honduras y en España. Mi labor allí era sencilla, pues el mero hecho de jugar con los niños y niñas con necesidades especiales ya era suficiente para poder cambiar sus días. Durante mi estancia allí aprendí que las cosas más sencillas de la vida, son las que más valor tienen, las que más nos llenan por dentro como personas y las que deberíamos tener en mente las 24 horas del día. Trabajé en los espacios psicopedagógicos con niños y niñas de diferentes edades en refuerzo de lectura, matemáticas básicas, trabajar la comunicación y trabajos de movilidad e higiene tanto con niños con alguna diversidad funcional o simplemente, aquellos niños y niñas que necesitaban un empujoncito para mejorar en el aula. Una vez allí, junto con mis amigas y compañeras de viaje Marta y Maria José, hicimos talleres de yogaterapia, tanto para los niños y niñas del espacio, como para los monitores que están permanentemente trabajando en las escuelas y para las madres de los niños, las cuales no llevan una vida fácil.


La actividad era relativamente sencilla, enseñar a los niños y niñas diferentes posiciones del yoga a través de imágenes de animales, contar cuentos con fines educativos, donde trabajamos sobre todo a expresar los sentimientos y aprendizaje en valores, dibujar con los dedos, la respiración y relajación. Alguna que otra vez la actividad no salió como se esperaba, pero bueno….si algo aprendimos de Honduras es que las cosas sin prisa van mucho mejor y sobre todo…que si algo va mal, ya se solucionará con el tiempo, no hay que preocuparse de tanto.




Durante mi estancia allí pasé una semana en una zona rural llamada Texiguat. Solo fue una semana pero…¡vaya semana!. Sin duda, de los momentos mas bonitos de mi estancia en Honduras y en general de mi vida se quedaron allí. Pude comprobar el cambio de vida en la capital y en las zonas rurales, como cambia el ritmo de vida y la vida en general de las personas. Vivimos en una Populorum con 17 chicos hondureños, los cuales escondían historias y vivencias dignas de escuchar. Nuestra labor allí fue más personal que en otras ocasiones. En Texiguat me di cuenta (aun más) de la importancia que tiene escuchar a aquellas personas que más lo necesitan, que necesitan oir consejos y vivencias de otras personas. Aprendí que la vida es mucho más sencilla de lo que imaginaba, que había sentimientos que hacía mucho tiempo que no brotaban en mí y que había merecido irme a 8000 kilómetros de mi casa y que sin duda, volvería a hacerlo. De hecho, si repitiera mi viaje iría allí directamente.


En Texiguat también hicimos talleres de yogaterapia, hicimos capacitaciones de matemáticas y lengua para preparar a los chicos para el acceso a la Universidad, pues ellos saben que estudiar les puede llevar a una vida mejor. Hicimos talleres de reciclaje, limpieza de envases en el pueblo, charlas sobre educación sexual y de género, éstas últimas de vital importancia en el país.




Para ir acabando, a modo de conclusión, diré con total seguridad que vivir una experiencia de voluntariado te da otra visión de la vida, te da perspectivas que a veces no somos capaces de observar por nosotros mismos por triste que parezca. Aprender a aprender de los demás es uno de los objetivos que me puse antes de emprender el viaje y que de sobra ahora, puedo decir que he cumplido. Todo esto no hubiera sido posible sin la ayuda del CICODE. No solo me refiero a la ayuda económica, sino a todos los consejos, relatos, recomendaciones y advertencias que recibimos antes de irnos, consejos que recordé estando allí y que sin duda, nos sirvieron para que todo saliera perfecto.


Sin duda, una experiencia inolvidable y por supuestísimo, 100% recomendable.

Universidad de Granada
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