Llegaba la fecha de mi vuelo. 3 de agosto. Desde hacía un mes ya estaba con millones de sensaciones, emociones y con inquietantes pensamientos sobre qué llevar, que pasará cuando llegue a terreno, muchas expectativas y, sobre todo, nervios incesantes.
Finalmente llegó, y el día 4 de agosto tuvimos nuestro primer encuentro con menores del sector del 20 Julio. Un sector muy popular donde los fines de semana hay mercado. Los y las niñas trabajan ahí con su familia vendiendo frutas, verduras, atendiendo a la clientela…
Fue muy emocionante trabajar con este sector durante todos los sábados de voluntariado porque se trabajan los derechos que tienen como sujetos ciudadanos de Bogotá, la situación actual de Colombia, a qué se debe tanta desigualdad y contrastes, se hacen cartografías del barrio para conocerlo (con las iglesias, parque y zonas peligrosas y seguras…). En definitiva, se promovía conciencia y pensamiento crítico sobre la situación empobrecida de las distintas zonas y se añadía perspectiva de futuro.

A partir de ese primer acercamiento con estos barrios populares, nos enseñaron las distintas sedes y la ubicación que íbamos a tener cada una de nosotras. A mí me asignaron San Martín de Loba (San Cristóbal).

La asociación trabaja con una metodología de acción participativa donde se hace protagonistas principales y agentes de cambio y de decisión a los y las propias niñas. Se trabaja con asambleas y mediante la educación no formal. Esto es, con el arte, sabiendo que uno de los derechos principales que tienen es el juego. La población menor aprende jugando y aunque es difícil hacerle entender esto a la familia, finalmente se consiguen grandes avances. Además, se intenta que la familia, integrándola en actividades y convivencias, tenga el peso que realmente tienen en la vida de sus hijos e hijas. Se trabaja con danzas, teatro, pintura y música, impartido por distintos talleristas. Toda esta perspectiva tan participativa y alternativa me abrió notoriamente los ojos sobre formas de trabajo y me fomentó la creatividad y el manejo de grupos.

Por otro lado, estuve trabajando en otro sector llamado Caracolí (en Ciudad Bolívar) que me cambió la percepción del mundo, de mi forma de trabajar y me hizo entender las nefastas políticas sociales del país. Este sector se conoce por ser muy peligroso ya que hay bastante tráfico y consumo de drogas, ajuste de cuentas matando a personas, robos, violaciones, casas de invasión construidas con material fácilmente destructible con lo que muchas personas se quedaban sin casas cuando las lluvias eran fuertes…
En estas casas-escuelas, mi trabajo consistía en apoyo pedagógico, mediaciones familiares, planeación de distintos talleres una vez analizadas las dificultades principales, asesoría y valoraciones psicológicas, entre otras. Me encontré con situaciones muy duras, con problemáticas como abandono, abusos sexuales, negligencias, maltrato a menores, de las cuales a veces no sabía cómo responder. Profesionalmente, y más aun personalmente, me sobrecargaban y me sentía abrumada. Descubrí que la fundación tenía una importante misión a parte de todo lo anterior: servían de sitio de referencia cuando los y las niñas no tenían donde acudir o a quien demandar protección y cuidado. Era más que un hogar para ellos y ellas.
En conclusión, he podido generar herramientas y habilidades de trabajo, concienciarme de otras realidades, de la gran cohesión cultural existente con la naturaleza, y en definitiva, contribuir a generar una nueva cultura de infancia, siendo éste el objetivo principal de la fundación.