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Mi voluntariado junto a grandes felinos en el centro Ambue Ari (Bolivia)

Desde las profundidades de Galicia, y con la ayuda de la beca de cooperación internacional que ofrece el CICODE, decidí embarcarme en una aventura que cambiaría (y todavía lo está haciendo) mi percepción de la realidad.


Nunca he tenido la posibilidad de realizar un vuelo intercontinental, por lo que las referencias acerca del estado sociopolítico de Sudamérica solo las conocía a través de noticias que (sesgadamente) llegaban a la red o a los medios de comunicación europeos. Sin embargo, a mí me apetecía descubrirlas de primera mano, y gozar de sus maravillosos paisajes y de su gente. Y así fué, me embarqué en un viaje de más de 12 horas para llegar a mi destino, está vez sería el centro Ambue Ari, perteneciente a CIWY (Comunidad Inty Wara Yassi), localizado a 7 horas de Santa Cruz, una de las ciudades más cosmopolitas de Bolivia.


La comunidad de CIWY se divide en tres centros: Machia (Cochabamba), Ambue Ari (próximo a Guarayos) y Jaq Cuisy (Rurembaraque), destinados a la rehabilitación y reintroducción en el medio natural de animales procedentes de caza furtiva (black market) y mascotismo. Sin embargo, en la mayoría de los casos la reintroducción no posible, ya que los animales recibidos presentan graves traumas del pasado, una impronta humana muy marcada desde una edad muy temprana o bien una dependencia casi completa del ser humano debido a sus años de cautiverio. Aún así se intenta que estos animales disfruten de una vida lo más digna y parecida a la que tendrían en estado salvaje. Para ello, se pasa tiempo con ellos, haciendo diversos tipos de enriquecimiento ambiental con elementos naturales y se le dan largos paseos, para que puedan disfrutar de los sonidos, olores y otras maravillas visuales que ofrece la selva. Entre los tres parques presentan más de veinte especies diferentes y cada uno se centra en un grupo animal concreto. El centro de Ambue Ari, por su extensión, se especializa en el cuidado felinos (pumas, ocelotes, jaguares), aunque también acoge dos especies de primates (monos aulladores y monos nocturnos), varios koatis, un tapir, un ñandú... Es decir, que la diversidad animal está servida.


Los voluntarios que se implican en esta increíble causa provienen de todos los lugares del mundo, desde Australia a Reino Unido, Colombia, Holanda, Bolivia, Canadá, Nueva Zelanda o incluso Israel, lo que me ha permitido crecer en un ambiente multicultural, aprendiendo y enseñando costumbres, lengua, expresiones, comida, música, etc., lo que ayuda a romper con ciertos estereotipos adquiridos desde la infancia y me ha permitido crear nuevos vínculos de unión a nivel global.


Las facilidades del lugar eran básicas: disponía de baño seco, la electricidad e internet eran limitados y no disponía de agua caliente o aparatos eléctricos. Estas limitaciones forman parte de la "vida salvaje" que todos escogimos como modo de vida en este voluntariado. Aunque al comienzo fue difícil la ausencia de estas comodidades, con el tiempo pasó a formar parte de nuestra experiencia, sacando grandes momentos y uniéndonos mucho más a todos. En este aspecto la ausencia del acceso a una red ilimitada de información tuvo mucho que ver; simplemente disfrutábamos el aquí y ahora, improvisábamos nuevos juegos y formas de diversión y nos comunicábamos mucho más entre nosotros.


De entre las experiencias más memorables, además de la de poder estar a escasos metros de grandes felinos (la sangre se hiela de pies a cabeza), nombraría el periodo de tiempo que estuvimos aislados como consecuencia de los bloqueos realizados por la población local en los principales pueblos y ciudades. Dado el pésimo estado de las carreteras, los vehículos se estropeaban fácilmente, lo que suponía un gasto importante para los trabajadores del transporte y locales, que diariamente tenían que pasar varias veces por la misma vía. Ante las continuas protestas ignoradas por el gobierno, decidieron bloquear las principales vías de comunicación, quedando el parque de Ambue Ari completamente aislados durante una semana completa. Como consecuencia, los alimentos para los animales y los voluntarios comenzaron a escasear, incluso el agua, y nos tocó ser todavía más creativos y responsables con lo que comíamos y dábamos de comer. Al final las protestas fueron por fin escuchadas y la vida volvió a su tranquilidad habitual, y la experiencia nos ha servido para ser todavía más conscientes de la importancia de lo básico.


Universidad de Granada
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