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Memorias desde La Habana. Día 4

Día 4 13.09 – Aniversario de la muerte de Nuñez Gimenez. Recogida de basura en Monte Barreto con los niños de primaria y secundaria.



Hoy era el nosecuántos aniversario de la muerte de Antonio Núñez Giménez y la Fundación que lleva su nombre organizaba un modesto acto para reivindicar su figura y su legado. Niños y niñas de diferentes edades y escuelas vinieron a la sede de la Fundación, en el municipio de Playa, La Habana, para ser protagonistas del evento. La primera actividad consistió en ir al actual eco-parque Monte Barreto, entre 70 y 9ª. Monte Barreto, en pleno Periodo Especial –así es como llaman a la dura crisis que atravesó Cuba entre el 89 y el 94 cuando calló el campo socialista-, no era más que un descampao’ que los vecinos utilizaban de vertedero debido al insuficiente servicio de recogida de basura y desechos que se explicaba por la escasez del petróleo y la falta de combustible*. Con esfuerzo Núñez Giménez, la Fundación y los mismos vecinos implicados, trabajando de manera conjunta, lograron higienizar la zona y sembrarla de árboles endémicos. Tras más de 25 años, por obra de personas que siguen sin respetar los espacios verdes ni comprender la necesidad que de ellos tiene la vida, siguen quedando restos del vertedero que fue, mas, a pesar de ello, el parque es actualmente un gran recinto abarrotado de árboles, verdor y zonas comunes para descansar o hacer ejercicio, envuelto de una atmósfera húmeda y fresca.

A los jóvenes se les explicó todo este proceso a la vez que se intercalaban en el discurso brochazos acerca de la personalidad de Núñez y su amor por la naturaleza. La naturaleza, de una forma u otra, forma parte desde un primer momento de la cultura, por más que una parte importante del pensamiento occidental, desde sus albores, se haya dedicado a situarlos como conceptos opuestos a la hora de explicar el desarrollo histórico de las sociedades humanas; erraban, por supuesto. Y de aquellos barros, estos lodos. Hacia una cultura de la naturaleza, es decir, caminar en el sentido que nos permita introducir la cultura en la naturaleza desde el cuidado, el respeto y la coexistencia, es el camino que hay que transitar, y así lo expresa el pequeño monolito de Núñez ubicado en el centro del parque.




















Después de que la charla y las anécdotas fueran contadas a las niñas y niños, nerviosos estos por empezar a moverse para quemar ese espectacular excedente de energía que tiene la juventud, empezamos la actividad: la recogida de desechos que aún ensucian el parque, y la clasificación de los mismos en grupos de materiales; plásticos, latas y textiles, principalmente. Es impresionante el despilfarro de alegría que tiene la infancia, pues de buena gana todos y cada uno se pusieron unos guantes y, en grupos de tres, se armaban con una bolsa de basura y, tras debatir a qué tipo de materiales se iban a dedicar, se ponían manos a la obra en gritos, carreras y risas. Por cierto, hay que ver lo que renta el trabajo en grupo frente al individual, la fuerza de trabajo que es capaz de desplegar una colectividad: en una media hora fueron recogidas como unas veinte bolsas de desperdicios, no me atrevo a dar una cifra de los kilos de agrupados.






















Tras la recogida, fuimos al pequeño museo de la Fundación y se contó la historia del “descubrimiento” de las Indias Americanas desde la perspectiva de los estudios sociales del último siglo que la tratan de una forma crítica, opuesta a la imagen benevolente que condensa el hito de la hispanidad para la españolidad: la esclavitud y el maltrato humano, la pérdida cultural y de biodiversidad. En Cuba el mestizaje es una realidad tan profundamente arraigada que antes que ser negro, mulato o blanco, se es cubano, es decir, la cuestión racial parece bastante más normalizada que en las coordenadas en las que yo estoy acostumbrado a vivir. Los niños no daban crédito cuando se les mostró un antiguo grillete original que había servido para castigar a los esclavos negros; sus caras expresaban un absoluto juicio moral basado no en la categoría de justicia o en cualquier extraña teoría jurídica, sino en la simple incomprensión de tales grados de inhumanidad. También se les enseñaron figuras sexuales de los pueblos andinos e incas, y se les habló del tabú de la sexualidad de la cultura judeocristiana, todo de muy pedagógica, poco sesuda y cansina, sino de forma muy dinámica y participativa -es cierto, la capacidad para transmitir es una técnica pero también un arte. Una de las profesoras de los niños me contó que en las escuelas tenían una parte de la asignatura de biología dedicada a la educación sexual. Creo que los Nortes harían bien si miraran a los sures con más asiduidad y no de forma condescendiente. Hay mucho que aprender, y mi atención no da a basto para captar, procesar, interpretar y asimilar cada una de las percepciones múltiples, nuevas para mí, que componen esta compleja pero rica realidad social.


*Aunque ya había leído en cantidad de lugares la dependencia que nuestras economías y sociedades presentan con respecto a la energía obtenida por medio del uso de combustibles fósiles, uno –o, por lo menos, yo- no se da cuenta de hasta qué punto puede afectar, en los aspectos más básicos de la cotidianidad, la falta de los mismos. Desde la iluminación a la salubridad, desde el transporte para ir a la escuela o al trabajo hasta el combustible para poner en marcha la maquinaria que se emplea en la producción de alimentos. Sin el petróleo las distancias aumentan así como el tiempo requerido para realizar casi cualquier tipo de tarea. Y no quiero ser alarmista –por más que las estéticas del apocalipsis me seduzcan como al que más- pero la gente que sabe de esto dice que se avecina una crisis energética por el acabamiento de crudo.


Universidad de Granada
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