DÍA 6. Domingo 15.09 – Las implicaciones del territorio, los significados del lugar. Práctica de la deriva.
Para intentar comprender las formas de vida y los caracteres arquetípicos de éstas es básico inspeccionar el lugar en el que se dan. Me explico, sí: comenté en otra entrada que el ser ha de ser pensado situado, en el ambiente en el que es en gerundio, en el contexto material en el que está siendo. En este sentido, no podemos dejar de hablar de la geografía y la historia, por ejemplo, o del contexto urbano, para pronunciarnos ya sea acerca de diferentes aspectos de los funcionamientos psíquicos de un pueblo o de las contracciones sociales que son inherentes a una comunidad. Menciono estos dos casos porque son los que más me interesan, pero también se podría hablar, se me ocurre, de la dieta y el territorio, de la salud y el ambiente, de las clases sociales y la distribución urbana. Así que uno de los ejercicios que me auto impuse fue andar, no con fines turísticos, sino como práctica de cognoscitiva. Así que anduve el barrio en el que estaba alojado, el municipio de Playa, deambulando como un zombi por sus avenidas y calles.
Playa es un barrio residencial, donde priman las casas de una o dos alturas, habiendo unos escasos tres o cuatro edificios de viviendas que superen las dos alturas –sin contar los monstruosos hoteles que se reparten por toda la ciudad. Es la zona de las embajadas modernas, también. Hecho con escuadra y cartabón, como la inmensa mayoría de ampliaciones urbanas que se realizan en las ciudades en las que rige un órgano o institución de planificación territorial, las calles que corren paralelas al mar son nombradas con números impares y, las que cortan a estas, por números pares. Un espíritu de racionalización geométrica del espacio se apropia del territorio; es tan práctico como soso. Yo vivo, por ejemplo, en la c/ 90, entre 9ª y 7ª; la Fundación con la que colaboro se encuentra en c/ 5ªB con 70, entre 5ª y 7ª. Esta nomenclatura hace que uno, cuando ha comprendido la lógica del funcionamiento de esta distribución espacial, ubique con bastante facilidad la zona en la que se encuentra una dirección aunque no haya pasado por allí en la vida. Y cuando uno ve el plano, aprecia perfectamente la cuadrícula que es el barrio. Lo que allá llamaríamos manzanas, aquí son llamadas cuadras, y no sé si me aventuro demasiado, pero el porqué del nombre me resulta claro.
Sin embargo, uno está en este barrio y, comparándolo con El Vedado, Centro Habana o Habana Vieja –otros barrios históricos de la ciudad o, como aquí los llaman, municipios-, parece que se encuentre en un lugar diferente a La Habana. Hay pocas aglomeraciones de gente y apenas vida en las calles, cosa por la que sí se identifican aquéllos barrios de La Habana y la imagen típica que se tiene de esta ciudad. Este barrio no es de la periferia urbana, es decir, no se encuentra en las afueras de la ciudad y tampoco es una zona que se utilice como lugar en el que condesar a los excluidos, o sea, no es lo que llamaríamos un barrio marginal o marginalizado. Estoy convencido de que la distribución espacial de un barrio es un importante condicionante de los tipos de socialización y las formas de vida que se despliegan en él. Desde mi experiencia propia, el paseo que di esta noche fue tedioso, aburridísimo…, como si una homogeneidad se hubiera apropiado de las calles y todas fueran la misma, una tras otra, en una constante repetición –el infierno de lo igual. Sabía adónde me dirigía aunque no quisiera, me ubicaba aunque mi objetivo fuera el opuesto. Las amplias avenidas permitían que los coches circularan cómodamente pero, sin embargo, implicaba que los pocos peatones que tomaban su camino a pie pasaran tan lejos unos de otros que no fuera posible siquiera averiguar las facciones del semejante de la acera de enfrente. Una pregunta resuena en el fondo: urbanismo, ¿con qué finalidad, para quién?.
De las pocas alegría de aquél paseo fue la compañía del mar rompiendo fiero contra los muros que guardan la ciudad, y los flamboyanes, un árbol propio de la isla moteado con unas bonitas flores rojas y de hojas similares a nuestras conocidas jacarandas. Pienso que la cuestión de los árboles en suelo urbano debería ser tanto una cuestión de salud pública como un imperativo estético.
