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Memorias desde La Habana. Días 9 y 11

DÍAS 9 y 11, 18.09 y 20.09 – Primeras tareas y reubicación trabajo.

Hasta el día de hoy, mis labores principalmente se han centrado en el estudio de los principales problemas de la implantación de los huertos urbanos ecológicos en el contexto habanero; también de sus potencialidades y las oportunidades que presenta la agricultura urbana en un contexto en el que la importación de alimentos es una cuestión complicada. Leí libros que me recomendaron para familiarizarme con el asunto y conversé con las encargadas de los proyectos de localidades sustentables y pedagogías ambientales: Caridad Cruz, Leticia, Juan Manuel y Armando Fernández, que forman parte del primero, y Robeltico, encargado del segundo. Por supuesto, he colaborado también de manera práctica con las visitas de las escuelas a Monte Barreto –el antiguo vertedero y actual bosque urbano- y el museo de la Fundación; también al transporte de materiales y montaje de una nueva sede de la Fundación en la Habana Vieja y al mantenimiento de las condiciones en la sede principal.


Tras unos primeros días en estos ejercicios, el viernes diecinueve me llevaron a conocer a tres familias que tienen proyectos de permacultura en el departamento de Los Pinos, en el municipio de Arroyo Naranjo, exactamente en la zona de c/ Mayía Fernández con c/ Perla. Magali, Sánchez y Blanca son tres vecinos del departamento que intentan convertir sus hogares en sistemas permaculturales que los provean de alimentos de una forma sustentable a la vez que contribuyan, con su pequeño granito de arena, a la salud del planeta. El proyecto también intenta dar aliento a la conservación y salud del tejido vecinal para favorecer las redes del apoyo y cuidado entre las personas mayores, a la vez que dar pasitos hacia cierta autonomía alimentaria.


Sin embargo, este sí es un barrio de la periferia que, por el aspecto, recibe poca atención por parte de las diferentes instancias del gobierno; la recogida de basura parecía insuficiente y se notaba un barrio de población envejecida. En este contexto de desatención y vulnerabilidad, el hecho de la falta de energía física propia de la vejez supone una piedra más en las ya cargadas mochilas que llevan a cuestas. Así, aunque esta acción se inserte en ya mencionado proyecto de Localidades Sustentables, es cierto que la cooperación no se reduce a airear y cuidar los suelos para mantenerlos fértiles. Existe, también, un cuidado social en el hecho de que una persona joven se acerque a escuchar y aprender de la gente mayor, a ofrecer su fuerza de trabajo pero también sus orejas y su atención; hay, en estas pequeñas acciones, un reconocimiento de su labor y su existencia que uno siente que hace bien en las familias con las que se relaciona. Para mí aún es pronto para sacar conclusiones sutiles y más íntimas acerca de los efectos de este tipo de acciones, pero intentaré bucear en el sentir que me están generando estas visitas y en las percepciones que creo averiguar en las familias visitadas. Con todo, también trataré de profundizar en qué es eso de la permacultura.


Universidad de Granada
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