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Vuelco a la realidad

Hola, soy Safaa y estudio Educación Social. Descubrí la oferta de voluntariado del CICODE a través de una compañera de clase y me fascinó la idea de pasar el verano en un país totalmente desconocido (Bolivia) trabajando con personas y desarrollando mis habilidades como educadora.


Decidí emprender esta etapa en mi segundo año de carrera junto con una amiga. Al principio todo era algo nuevo y desconocido que nos llenaba de curiosidad y de miedo a la vez, nunca habíamos hecho un viaje tan largo y tanto tiempo (2 meses).


Nuestro voluntariado era en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, junto con la Fundación Hombres Nuevos. Todos los voluntarios nos alojamos en una casa en el barrio del Plan 3000, una de las zonas más marginales de la gran ciudad.


La convivencia en la casa con los demás voluntarios/as fue muy enriquecedora. Había personas de todas partes de España, incluso de Francia. Las labores de la casa, las repartíamos entre todos, y yo fui la encargada de las cenas durante un mes, me encantaba ver la cara de mis compañeros/as al ver las comidas “raras” que encontraban cada noche al llegar a casa.




Durante las dos primeras semanas de voluntariado, nuestra labor fue trabajar con niños/as y adolescentes en un campamento de las vacaciones de invierno, realizando diferentes actividades de ocio. Me encantaba llegar por la mañana y que corriesen a abrazarnos gritando: ¡Profe Safaa, profe Safaa!


Al acabar el campamento de invierno, decidí ayudar en un centro de día para personas mayores. Mi labor consistía en pasar con ellos la mañana haciendo actividades, hablando, etc. y pasar con ellos la hora del almuerzo.


Jamás pensé que me gustaría tanto trabajar con personas mayores, pienso que es un colectivo que se deja mucho de lado en la sociedad, cuando podemos aprender muchísimas cosas de ellos. A los adultos mayores (como les gusta llamarlos en Bolivia), les encantaba bailar, hacer deporte, etc. y los días que tocaba zumba solo con mirarlos a la cara se notaba que irradiaban felicidad.



Después de trabajar con los adultos mayores varias semanas por las mañanas, decidimos colaborar en el apoyo escolar con los chicos del barrio. Había un grupo de niños que tras el desayuno en el comedor social Alegría de Hombres Nuevos, se quedaban para hacer las tareas del colegio. A más de uno le costaba coger un lápiz a las 8 de la mañana, pero conseguimos que hiciesen las tareas.


Y por último, pero no menos importante, Mensajeros de la Paz, un hogar de niños/as y adolescentes que me robó el corazón. Allí había chicos/as con situaciones difíciles en su familia y el hogar se hacía cargo de ellos/as para que pudiesen tener un poco de estabilidad entre semana en base a sus estudios y comidas. Estos/as chicos/as tenían entre 9 y 17 años aproximadamente. Nuestra función con era ayudarles durante tres horas por la tarde con las tareas del colegio, además de un seguimiento escolar con el profesorado. Aunque esas tardes daban para mucho más que hacer la tarea, nos abrieron sus corazones contándonos sus historias y era muy duro escuchar a un/a niño/a de esa edad sufriendo tanto.


Tratábamos de ayudarlos en todo lo que estuviese en nuestras manos, y me siento muy realizada porque vimos el fruto de nuestro trabajo con ellos/as.


Sin duda alguna ha sido la mejor experiencia de mi vida, la cual repetiría muchos veranos más, porque me han hecho ver la vida desde otra perspectiva, crecer como persona y mejorar en mi ámbito laboral.


Siempre en el corazón Bolivia.




Universidad de Granada
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