Soy Marina Alarcón. He estado en Machía, Bolivia haciendo un voluntariado con animales salvajes y ahora estoy de vuelta en Granada escribiendo desde el regreso. A penas unas semanas volví de Bolivia y ya estoy de nuevo inmersa en la vida frenética de la ciudad, las clases, la universidad, el trabajo de escritorio y las horas de estudio. Llevo muchos días retrasando el momento de sentarme a escribir la entrada en el blog de experiencias porque se me saltan las lágrimas y me trae muchísima nostalgia.
He estado 6 semanas en el parque Machía trabajando con la organización Comunidad Inty Wara Yassi (CIWY). Está ONG tiene como objetivos reinsertar y refugiar a animales salvajes bolivianos que por culpa de la acción del Hombre no pueden vivir en su hábitat natural. La mayoría de las veces estos animales han sido víctimas del tráfico ilegal de animales exóticos y han vivido en cautividad como mascotas. Esto trae desastrosas consecuencias para sus vidas, ya que no aprenden ni se desarrollan con otros animales de su especie ni en su entorno natural lo que dificulta que puedan volver a vivir salvajes algún día.
El parque Machía está en Villa Tunari (Cochabamba) y se divide en varias áreas. Cada área acoge a un grupo de animales diferente. Por ejemplo, está el área de aves, el de monos araña, el de animales pequeños (coatíes, tayras y mapaches), etc. Una vez entras a trabajar en un área lo normal es que permanezcas en ella el resto de tu estancia. Esto es así por varias razones, primero porque el trabajo requiere un aprendizaje y es difícil estar enseñando constantemente a nuevos voluntarios y segundo, porque los animales han de acostumbrarse a ti y cuanto menos cambio de personal haya mejor estarán ellos.
Yo trabajé en el área de monos arañas o parque de negros y voy a hablar sobre todo de mi experiencia con ellos ya que cada trabajo es totalmente distinto y yo solo conozco en el que trabajé. Empecemos: la dificultad y virtud de esta área radica en que los animales no están en jaulas ni en runners (los runners son sistemas de cuerdas que permiten mucha movilidad al animal sin que esté del todo libre). De los 19 monos que había en mi área, solo 4 están en este sistema de runners (por diferentes motivos), y el resto están libres. Que los monos estén libres implica una serie de medidas de seguridad que hay que seguir muy meticulosamente para evitar cualquier percance. Por ello el trabajo requiere mucha concentración. Mientras que yo estuve allí nunca sucedió nada malo, ya que siempre estábamos bajo la supervisión del coordinador que se asegura de que se cumplan todas estas medidas de seguridad y es el responsable tanto de los animales como de los voluntarios.

El trabajo consistía en limpiar el área y alimentar a los monos. Pero nuestra principal misión era proteger a los que estaban en runners, porque son más débiles y dependen de los humanos; y para vigilar que todos estaban sanos y no les faltase comida en la época seca ya que en este período del año escasea la comida en la selva.

Recomiendo encarecidamente a todas las personas que hagan este voluntariado 3 cosas, que lleven botas de agua, que estén en buena forma física y que sean extremadamente responsables con las indicaciones y medidas de seguridad que requiere el trabajo.
Por lo demás, decir que es una experiencia extraordinaria observarlos interactuar y desarrollarse en su espacio natural. Es algo que no se olvida en la vida y que te llena de satisfacción. No solo aprendí muchísimo de ellos, sino también de la organización. Admiro mucho a las personas que trabajaban allí de forma permanente y que dedican sus vidas a una causa tan noble en un país en el que hay poca conciencia social sobre el problema ambiental o la protección de la fauna. El trabajo de CIWY es una constante lucha contra la escasez de recursos y las situaciones adversas. Es todo un aprendizaje vital ver como estas personas luchan contra viento y marea por darles a los que no tienen voz una vida que merezca la pena vivir.
Sinceramente, lo más duro del voluntariado no es estar allí, es volver. El trabajo físico, el contacto con la naturaleza, la vida en la selva y la presencia de los animales son elementos que me hacían sentir viva y sana, es infinitamente más gratificante que la vida en la ciudad y es lo que más echo de menos.