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Vivir la teranga

  • Carmen Martínez Gámez
  • 28 oct 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 26 abr 2023


Me pongo a pensar, y se me escapa un suspiro de esos que agita el pecho. Me atrevería a decir que todavía se me empañan los ojos y que un nudo en mi garganta no me deja ni hablar, sólo me sale sonreír.


Senegal… me has dado tanto… tienes la magia de lo sencillo. Y tienes muchos niños, esos niños tan especiales que han marcado un antes y un después en mi vida. Allí, el brillo de las miradas de sus ojos hace que sientas que todo lo que habita en su interior es pura bondad, ganas de compartir, ganas de regalar amor. Es imposible que no se te dibuje una sonrisa de oreja a oreja en tu cara cuando te miran directamente a los ojos con tanta luz. No importa de dónde vengas, no importa quien seas, no importa el idioma… solo importan las ganas de vivir, las ganas de jugar, de ser felices, las ganas de reír a carcajadas y de hacer cosquillas sin parar, y de que te las hagan. El idioma de los niños es universal y, quien no lo entienda, no sabe cuánto se pierde.


Allí, los niños siempre son felices. Y no lo digo porque no sean conscientes de muchos aspectos de la realidad, que también, o porque tengan a favor su inocencia y la falta de experiencias previas que les hagan ver el mundo, quizás, tal y como es. Los niños son felices porque son lógicos. Lo lógico es centrarte en el aquí y ahora, en el presente. Eso lo aprendimos con el Hakuna Matata de El Rey León.

Por eso los niños sienten que los momentos son eternos, porque viven cada instante sin pensar en nada más. Por eso los niños creen en la magia. Porque saben que, a veces, lo más bonito es inexplicable.

Lógico es pensar que la vida está para vivirla. Y que vivir reside en lo más sencillo. Y lo más sencillo, es vivir.


Senegal me ha robado un trozaco de mi corazón… la oportunidad de vivir 5 semanas como una más, sus personas, esos atardeceres, sus playas, sus cocos, su capacidad de integrar a todo el que llega, de transmitir felicidad, de compartirlo todo, su hospitalidad, la "teranga", y, sobre todo, la fugacidad que he sentido debido al disfrute y la intensidad y, el cúmulo de sensaciones, han hecho que allí se me haya ido llenando el alma hasta sentirme plena, hasta sentir que, realmente, estaba viviendo la mejor experiencia de mi vida. Qué más da la pobreza en los bolsillos si hay riqueza en el corazón.

Y mi familia, aquí, preocupándose por si pasaba hambre, comía con las manos, no tenía ducha... Jajajaja ¡qué importará eso!


Yo no tenía ni idea de hablar senegalés, ni siquiera francés y, ellos no tenían ni idea de hablar español, pero, aun así, manteníamos las mejores conversaciones posibles, conversaciones auténticas, nuestras miradas y nuestras sonrisas hablaban solas, nuestra compañía nos reconfortaba tanto que las palabras “no eran necesarias”. Como ejemplo, pondré la afinidad tan increíble que tenía con Marie Lore, ambas sin entender “ni papa” del otro idioma... la verdad es que no sé describirla, sólo me limitaba a sentirla. Interaccionar con ella era como inhalar aire profundamente y mantenerlo en el pecho sin soltarlo, esa sensación de expandir tu interior y de relajación, esa sensación. daba igual no poder dialogar como nos gustaría por el maldito idioma, ella me decía “¡Chula! Que te jodan” y yo le decía “Au sonye sonye tien yamen” (la traducción es “tú estás loca como una cabra”) o, también, enseñarle a Gilbert a diario expresiones andaluzas y que él supiese perfectamente en qué momento usarlas para dejar a todos mis compañeros con la boca abierta y riendo a carcajadas. Al final, de eso se trata esta experiencia, de intercambiar, de estar siempre dispuestos a aprender. Y así ha sido, yo he aprendido un poquito de francés, incluso serer y yola y, ellos han aprendido un poquito de español. Y sí, el idioma ha sido la frustración más grande que he podido sentir durante mi experiencia en Senegal, pero bueno, con buena actitud y muchísimas ganas de aprender lo he sobrellevado bastante bien.




Como no, a todas y cada una de las personas que han compartido este sueño conmigo, quiero agradecerles de corazón que me hayan aportado cosas tan únicas, que hayan hecho que les cogiese tanto aprecio y admiración y, que me hayan sabido transmitir tan bien sus sentimientos en tan poco tiempo.


Ahora, más que nunca, soy consciente de que la mayoría de la gente sólo existe, sin embargo, todas las personas de allí viven. Allí siempre se saca un ratito para bailar (yo siempre lo compartía jeje) y para hacer a los demás que bailen y que rían, sin importar nada más, solo disfrutando el momento... Qué felices seríamos todos si aquí hiciésemos lo mismo...

Hay quien piensa que la felicidad está en aquello que poseemos, cuando la realidad es que, quien menos posee menos tiene de qué preocuparse, y más por lo que sonreír.






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