Este año he vuelto a colaborar en el proyecto de educación artística BombeArte. Era el tercer año que participaba y lo he hecho con el mismo entusiasmo e ilusión que la primera vez. Reencontrarte con las mismas niñas y niños que en años anteriores, ver sus caras cuando te reconocían y el hecho de que se alegraran de volver a verte, es una de esas sensaciones en la vida que no se pueden pagar con dinero.
Pero seguramente os estaréis preguntando qué es BombeArte y qué es lo que me anima año tras año a dejar mi zona de confort en Granada y regresar a Tegucigalpa. BombeArte es un proyecto de educación para el desarrollo y la creación cultural que tiene la creación cultural como forma de intervención social y la inclusión social y la transformación social como objetivos. Es un proyecto que pretende facilitar la creación cultural, promover la educación en artes, la creación artística contemporánea y la cultura material en las escuelas de la Asociación Colaboración y Esfuerzo (ACOES) situadas en dos zonas vulnerables situadas en el entorno periurbano de Tegucigalpa, las colonias Ramón Amaya Amador y Nueva Capital.
Estas colonias son barrios de origen informal, asentamientos populares en el que actualmente viven unas 8.000 mil familias. La población procede de otras comunidades de Tegucigalpa que fueron damnificados del Huracán Mitch o de zonas rurales del país con escasas oportunidades laborales. A esto hay que sumar que casi la mitad de la población tiene la primaria incompleta y donde sólo un sector ínfimo, el 2%, llega a iniciar la formación académica superior, reflejo de la realidad a nivel nacional.
Pero volvamos a mi experiencia en BombeArte...
Pareciera ser que un proyecto de educación (y sobre todo de educación artística) no es una prioridad en una zona donde la pobreza y la violencia están muy extendidas. Intentar justificar y verificar el impacto socioeconómico de nuestra intervención se antoja difícil en comparación con otros proyectos con resultados instantáneos. Pero desde nuestro equipo de trabajo estamos convencid@s de que el arte es necesario porque manifiesta y comunica el valor de nuestras experiencias como ningún otro medio cultural o social lo puede hacer.



Fomentar que las niñas y niños experimenten lo extraordinario de la creación artística, que comprendan que todo es sensorial y emocional, crear junt@s a través de la creación cultural colaborativa que proponemos y que a través de todo ello, puedan llegar a un empoderamiento crítico que les permita hacerse dueñas del criterio de interpretación de la realidad es una experiencia maravillosa.
Las niñas y los niños tienen una imaginación increíble. Solamente hace falta potenciar esa imaginación un poco diseñando propuestas didácticas que provoquen experiencias estéticas que estimulen dicha imaginación.
Para que nuestra intervención tenga una continuidad y no se detenga durante los meses que no estamos allí, no solamente trabajamos con l@s menores y nos marcamos como objetivo fundamental el incrementar la formación especializada de los maestros y maestras de los centros educativos, aumentando la cantidad y calidad de experiencias artísticas de ést@s y poniendo en marcha un proyecto de productividad autogestionable y sostenible relacionado con la creación de imágenes.



Que este año nos hayan ofrecido la posibilidad de que haya dos aulas específicas permanentes, en las que se exhiban durante todo el año las creaciones de l@s niñ@s como si de dos galerías de arte se trataran, manifiesta el valor que la comunidad educativa reconoce en los resultados obtenidos y nos anima a seguir implementando este tipo de propuestas de intervención didáctica.
Por todo ello, aunque para regresar a Honduras el próximo año tenga que “unir cielo, mar y tierra” y “sacar dinero debajo de las piedras”, así lo haré. Porque como dice la canción, si dejamos de mirar a Honduras con el amarillismo que nos ofrecen los medios de comunicación, solamente centrados en la corrupción y en la delincuencia y la miramos con otros ojos, es imposible no enamorarse de esa tierra y de sus gentes.