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Servir para aprender, mi experiencia en Tanzania

Cuando me llamaron de la Universidad para decirme que me habían concedido la beca del CICODE para ir a Tanzania no me lo creía. Siempre había querido ir de voluntariado internacional, ya que siempre me ha llamado la atención y desde pequeña he estado involucrada en actividades de solidarias en distintos ámbitos.


Mi experiencia como voluntaria consistió en casi dos meses viviendo en Moshi, una ciudad del norte de Tanzania, aunque el trabajo en terreno se desarrollaba en dos comunidades situadas a unos 40 kilómetros de allí llamadas Msitu wa Tembo y Londoto. Dentro de la ONG TATU Project, yo formaba parte del grupo AFYA que significa SALUD en suajili, y es precisamente eso a lo que nos dedicábamos. El concepto de salud que tenemos en España dista mucho del que tiene allí, tanto a nivel de posibilidades técnicas y médicas como a nivel de educación y concienciación. Cosas que aquí se dan por hecho, como ir al médico cuando estamos enfermos, no ocurren con tanta frecuencia allí, no solo por dificultad para asistir al dispensario (un pequeño centro de salud rudimentario), sino que hay que pagarlo y es un gasto al que no todo el mundo puede hacer frente.

Mi experiencia me ha enseñado mucho a nivel personal y de formación, pero sobre todo he aprendido dos cosas. La primera, que tenemos un concepto muy equivocado de lo que es África. Es un continente compuesto por muchos países que tiene cosas en común pero a la vez son muy diferentes entre ellos, cada uno con su identidad, su cultura, su forma de vida, sus costumbres y su historia. A pesar de tratarse de países en vías de desarrollo, no todas las zonas son tremendamente deprimidas, como se podría pensar por la imagen de África que se nos ha transmitido hacia Europa en ciertas ocasiones.

La segunda es que en España tenemos una sociedad consumista que piensa que vamos a ser más felices cuanto más cosas tengamos. Allí, he aprendido, en especial de los niños, que es muy fácil ser feliz con poco, solo hay que sabe disfrutar de lo que tenemos. También he podido ver que es muy más fructífero destinar los recursos a formar a la población local e invertir en el propio terreno, es decir, trabajar para ayudarles a valerse por sí mismos, potenciando sus propios recursos a la vez que se respetan y mantienen sus tradiciones, costumbres, cultura y modo de vida. No sirve de nada intentar implantar el modelo que nosotros vemos como bueno, es decir, el nuestro, en un ambiente notablemente distinto.

Puede sonar a tópico, pero mi experiencia en Tanzania me ha enseñado que es mucho más fácil y gratificante dar que recibir, y que recibir algo de personas que tienen menos que tú llena muchísimo a nivel personal y sentimental.

Estudiante de Farmacia

Noviembre 2019


Universidad de Granada
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