Lo que pasa sin que te des cuenta
- Yago de la Escalera Esteban
- 22 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 abr 2023
Lo cierto es que no se cómo empezar o qué decir respecto a mi experiencia en Senegal.
Los días y meses de antes son fáciles, conocía mil historias del sitio, mis expectativas eran altas si me paraba a pensarlo, y bastante ajustadas a la realidad (o eso pensaba yo) ya que quienes fueron previamente eran muy cercanos/as. Aun así he de decir que no me paraba a pensar mucho en ello, no es que no me hiciese ilusión pero era como que simplemente no tenía sentido, sabía que iba a llegar, sabía que me iba a gustar y, de forma consciente o inconsciente, decidí dejarme llevar durante todo el proceso.
Una vez allí…eso es mas difícil de explicar, como digo a mi me lo habían contado a lo largo de innumerables horas de conversación y, siendo sincero, ahora me doy cuenta de que solo rasgaron la superficie. Llegar a más en una entrada de blog se presenta como un desafío imposible así que me limitaré a divagar.
Aprovechando la foto voy a comenzar explicando por qué la he elegido. En la foto aparezco “hablando” con Sam, lo pongo en comillas porque me acuerdo del momento y difícilmente se puede clasificar de conversación a mis intentos de chapurrear algo de francés. Lo cierto es que mientras estaba con él, continuamente pensaba, dios ojalá pudiera volver y poder decirte que… Lo curioso, es que precisamente con él es de las personas con las que más me gustaría haber podido hablar, cuando realmente fué su silencio lo que me cautivó.

Nghel (el pueblo en el que estábamos en ese momento) no es tan bonito como Carabane o Elinkine (algunos hasta lo clasificarían de feo) sin embargo, me pasaba el día con la boca abierta. Durante esos días pasábamos también muchísimo tiempo en la furgoneta, siempre me han encantado los viajes, por largos que sean e ir en esa furgoneta relajado, observando lo que para mi era otro mundo, rodeado de gente nueva y antigua, viviendo lo mismo, cantando, riendo, gritando o durmiendo.. era algo indescriptible.
Puede parecer que estoy desvariando pero ahora mismo vuelvo a Sam. El caso es que el día estaba lleno de emociones, fuera y dentro de la furgoneta y un momento de calma siempre me venía bien. Fuese a la hora de la “siesta” o de noche mirando el cielo nocturno en el porche. Ahí es donde entraba Sam, que casi todas las noches se quedó media hora sentado sin intercambiar palabra, sin apenas cercanía física y, aun así, se notaba que estaba sentado conmigo, no casualmente, a mi lado. Todas esas noches me paraba a pensar en lo mágico de la escena y...no llegaba a ninguna conclusión…
Voy a ser sincero, la verdad es que no ha sido una experiencia reveladora, no me ha cambiado la vida, he aprendido, eso es innegable pero tampoco ha sido nada indispensable... Sin embargo, sí que ha estado lleno de momentos mágicos, estos fueron varios de muchos, los ha habido solo, con gente del grupo o gente de allí. Fíjate si había tantos que no eché de menos ninguno mientras estaba alli, no eché de menos el anterior pueblo y su gente, hasta las horas de volver, que lo recordé todo de golpe. Cuando de repente comí en silencio y me di cuenta de que tendré momentos así a lo largo de este año, pero esa frecuencia diaria se había acabado. Durante los meses posteriores he de decir que por mucho que no me haya cambiado la vida, si que la ha mejorado, no ha dado un vuelco, pero noto la influencia que esta experiencia ha tenido a lo largo de mi día a día, en diversas ocasiones y, aunque tampoco me haya cambiado la forma de pensar, me doy cuenta de que cuando hablo de ciertos temas me he vuelto mucho mas consciente, de que escucho cosas que antes pasaban desapercibidad y ahora me hacen saltar por dentro con ganas de decir “bueno veras, en realidad…” y muchas veces en confianza y cuando la otra persona tiene ganas de aprender lo hago, y creo que ese trasmitir lo que has vivido es una parte mas de la experiencia y la vida.
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