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Aprendizaje y deuda: mi experiencia en el refugio “Parque Machía” (Bolivia)

Cuando el ser humano pierde la conexión con la naturaleza, con su flora, con su fauna, con sus recursos, con su fuerza, cuando el ser humano olvida la importancia de lo simple y pierde su esencia, en ese momento rompe el equilibrio.


Con la venda en los ojos y el hacha en las manos agrietamos un planeta que no para de advertirnos. Y absorbiendo cada golpe se encuentran los que no tienen voz. Los animales.


Mi trabajo como voluntaria ha sido precisamente tratar de paliar el dolor de animales salvajes que nunca debieron dejar de ser libres. He estado dos meses en el Parque Machía, refugio de animales salvajes perteneciente a la Comunidad Inti Wara Yassi, ubicado en Villa Tunari, en la Provincia del Chapare, departamento de Cochabamba, perteneciente al trópico cochabambino y situado entre los Andes y la Amazonía. Este refugio alberga tres especies de monos (capuchinos, araña y ardilla), muchas especies de aves, coatíes, tortugas y un oso andino. Existen distintos sistemas de manejo en función de la especie y del individuo, así por ejemplo encontramos monos en libertad, en semi libertad, con sistema de cuerdas o runners y monos en jaulas.


En mi área de trabajo, conocida como Tierra y perteneciente al conjunto de áreas que forman Cuarentena, viven 18 monos capuchinos y 3 monos araña. Estos últimos son manejados con el sistema de cuerdas mientras que los monos capuchinos de este área viven en jaulas individuales que, por medio de un sistema de túneles, cambian de jaula cada 1 o 2 días. ¿Y por qué en jaulas? Lamentablemente los monos de Tierra son los individuos que más problemas cargaban en sus mochilas cuando fueron rescatados por la organización. Todos los animales que se encuentran en los 3 refugios de Inti Wara Yassi son rescatados del tráfico ilegal, es decir, muchos de ellos fueron comprados como mascotas y fueron tratados como humanos, perdiendo así la oportunidad de desarrollar las habilidades propias de su especie. Los animales salvajes NO son animales domésticos y cuando la gente se da cuenta de esto, los abandona. En este proceso muchos de ellos son maltratados físicamente. Otro de los destinos de los animales salvajes comprados en el mercado negro son los circos, donde sí o sí sufren maltrato físico. Aunque nos parezca algo únicamente humano, los animales también sufren traumas producto de todo este maltrato psicológico y físico y desarrollan procesos y comportamientos muy similares a los humanos. Tienen estrés, ansiedad, depresión, etc. En muchos casos, los traumas son tan grandes y las secuelas tan profundas que son irreversibles. ¿Y qué hacemos en estos casos? Debido a los traumas psicológicos, a las carencias en habilidades sociales con otros individuos de su misma especie o en habilidades naturales de su especie, como búsqueda de comida, estos monos tienen que vivir en estas condiciones, en el mejor de los casos solo temporalmente. Por lo tanto, nuestro trabajo se centra en dos aspectos principales: uno, hacer que su vida sea lo más natural, lo más animal, lo más salvaje posible y dos, cuidarles protegiendo su salud física y aliviando su dolor psicológico. Es importante la combinación de estos dos aspectos porque el objetivo último es que no nos necesiten para vivir.



Con todo esto, he de decir que el trabajo en esta área es duro, tanto física como psicológicamente. El día a día es ver animales condenados a sufrir por culpa del egoísmo de tu propia especie y cuya única salvación es la entrega altruista de unas pocas que, con muy pocos recursos, entregan su vida al cuidado de estos pequeños.


Si tuviera que describir mi experiencia en una palabra sería aprendizaje. Aprendizaje de cada uno de los 18 monos capuchinos, aprendizaje de cada uno de los 3 monos araña, aprendizaje del resto de personas del refugio, aprendizaje de vivir en la selva, aprendizaje de Bolivia, de sus gentes, de su cultura. Y si tuviera que usar una palabra para describir lo que siento ahora, un mes después, sería deuda. Me siento en deuda con estos animales y este país que ha conseguido reconectar mis circuitos, crear nuevas conexiones que me han transportado al lado más animal y humano, todo junto.


Hablar de estos dos meses como una experiencia enriquecedora me suena egoísta porque Juanito, Roberto, Martincho, Oliver, Doli, Chuki, Martin, Santi, Clarita, Pepito, Marcelita, Sterling, Víctor, Auri, Harold, Pedro, Peterli, Koda, Marucha, Chepeto y Villa siguen allí. Sus vidas siguen y su bienestar depende de que este trabajo continúe. Por eso, con esta deuda que siento me veo en la necesidad de transferir todo mi aprendizaje al mundo occidental del que procedo y que tanto ha perdido en su camino al “desarrollo”. Y con pocos más recursos que mis palabras y mis actos ojalá consiga quitar alguna venda, después de eso las hachas caerán solas.


Universidad de Granada
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