No me puedo creer que ya hayan pasado 8 semanas desde que llegué. Mi experiencia en Ecuador ha sido bastante intensa ya que, entre otras cosas, he vivido uno de los paros nacionales más importantes del país. Es increíble el poder de organización y de lucha que tienen en Latinoamérica, en cuestión de menos de una semana, el movimiento indígena, apoyado por otros sectores de la población ecuatoriana, consiguieron paralizar el país y que sus peticiones fueran escuchadas. Aunque, cabe lamentar pérdidas humanas, debidas a la represión violenta de las fuerzas armadas ordenadas por el Gobierno del país.
He estado colaborando con la Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador (FEPTCE) y gracias a ella he conocido la realidad de esta tipología de turismo en el país pionero a nivel mundial.
La verdad, ha sido todo un alivio conocer de primera mano que sí existen comunidades que generan un turismo equitativo, social y sostenible – en todas sus dimensiones –, como es el caso del Centro de Turismo Comunitario de Oyacachi, a pesar de todas las trabas administrativas, las han superado y ahora ya se encuentran legalizados por el Ministerio de Turismo. Viajé a conocerlo con unas amigas y nos recibieron con los brazos abiertos y con una hospitalidad inimaginable, al igual que en prácticamente cualquier sitio que vayas en Ecuador.

También tuve la suerte de conocer el otro extremo, las comunidades indígenas que recién se inician en el desarrollo turístico comunitario ya que la FEPTCE está realizando capacitaciones y talleres (“Desarrollo de Territorios: Turismo Comunitario, Proceso Metodológico para iniciar un emprendimiento exitoso”) en distintas comunidades apoyada por el Gobierno Autonómico Descentralizado de Guaranda. A estas formaciones acuden personas de la comunidad de todas las edades, se genera un espacio de creación y aprendizaje mutuo, es precioso ver cómo se van dando cuenta de todo lo que tienen, muchas veces ni ellas mismas son conscientes de la espectacular naturaleza que les rodea o de lo afortunadas que son de poder comer de la huerta a su mesa. Conversando con ellas salen todos estos temas a la luz y viendo sus caras una se da cuenta de todo lo que tenemos que aprender. Les preguntamos “¿qué saben hacer acá?” y al principio dudan, no responden abiertamente, pero después de unos segundos empiezan a hablar: “plantar papas, mellocos, habas, etc.”, “pescar”, “criar ganado”, “coser y bordar shigras, blusas…”.
Yo me quedaba pensando y reflexionando en cuán equivocadas estamos en Europa (en los países considerados desarrollados, en general), no comemos petróleo, no comemos dinero, pero es lo que más presente tenemos y ansiamos, o más bien eso nos hacen creer. Nos han metido en la cabeza que eso es lo más importante para tener un “buen desarrollo” como país. Estamos desnaturalizando totalmente a la sociedad y nos olvidamos de los valores necesarios – empatía, respeto, solidaridad, equidad – para crear una colectividad feliz y en armonía con la naturaleza, aspectos totalmente presentes en las culturas indígenas Kichwa o Shuar, las cuales he conocido, pero apuesto a que las restantes 12 nacionalidades indígenas ecuatorianas comparten la misma visión.

Ver como viven en estas comunidades me ha abierto muchísimo los ojos, la mente y el corazón. Doy gracias al CICODE por la oportunidad, ahora solo espero regresar pronto a Ecuador o a otro país de Latinoamérica para seguir aprendiendo y deseducándome.
