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Las woman del Callao

Cuando comencé el viaje estaba llena de inevitables expectativas sobre el Callao y su gente, tenía mucha curiosidad por ver con mis propios ojos esa realidad de la que tanto me habían hablado. Al llegar recibimos una gran acogida por parte de Coprodeli, la Fundación con la que hemos colaborado y compartido intensas experiencias durante dos meses. Nos invitaron a un acto de bienvenida y nos explicaron el funcionamiento del equipo de “Promujer” con el que íbamos a trabajar durante nuestra estancia en el Callao.

He de admitir que los primeros días fueron un poco duros pues topé con un contexto completamente diferente, el tráfico, el olor de las calles, el ruido... Me impactó pero a la vez me resultaba fascinante poder vivir de primera mano esa experiencia.


Durante nuestro voluntariado colaboramos con el equipo de Promujer el cual estaba formado por 15 clubs compuestos por las madres de los niños que pertenecían a los colegios de Coprodeli que se encontraban apadrinados o en una situación socioeconómica vulnerable.



Este programa estaba compuesto por cuatro dimensiones: familiar, económica, salud y derechos y espiritual. Nosotras trabajamos dentro de la dimensión derechos con diversas dinámicas y actividades prácticas e informativas. Al fin y al cabo, la finalidad del programa era crear espacios en los que las mujeres tuvieran un grupo de apoyo mutuo y un compromiso para cambiar su situación.

La primera semana llevamos a cabo visitas domiciliarias donde realizábamos una ficha social a las madres que pertenecían al programa. Con esta primera toma de contacto comenzamos a ver la situación socioeconómica que tenían estas familias. Nos sentimos muy acogidas y fue una grata experiencia poder conocer los problemas individuales de estas madres dentro de su espacio personal. A veces, sentía impotencia al enfrentarme a situaciones que se escapaban de mi alcance pero teníamos el respaldo de la Ong para poder intervenir en esas circunstancias.

Posteriormente, empezamos a intercalar las visitas domiciliarias con talleres que llevábamos a cabo con las madres en cada uno de los clubs. Durante los dos meses trabajamos con ellas temas relacionados con la autoestima, la confianza y apoyo mutuo dentro del club, los valores que querían tener como grupo y su empoderamiento como mujeres. Fue una experiencia increíble porque en la mayoría de clubs pudimos trabajar todos estos temas utilizando diferentes dinámicas en las que colaboraron activamente todas las componentes del grupo. Pudimos aprender de ellas y, a su vez, aportar algunos conocimientos que utilizaron como recurso para crear un espacio de respeto, confianza y apoyo.

Y aunque las despedidas fueron intensas y bastante tristes nos reconfortaba la idea de saber que habíamos creado fuertes vínculos entre nosotras, y que habíamos conseguido iniciar una nueva etapa de comunicación, respeto y confianza entre ellas.


Vuelvo a España muy agradecida por la posibilidad que he tenido de vivir esta experiencia que me ha aportado una visión diferente del contexto social en el que he vivido estos últimos meses.



Siempre recordaré las mágicas calles de Barranco, su música, nuestra vida en la hospedería, el fuerte vínculo de apoyo y amistad que creamos entre las voluntarias y el cariño y acogimiento de las mujeres de Promujer y su admirable resistencia y lucha diaria como supervivientes dentro de un sistema que les pone trabas e impedimentos continuos para desarrollarse y seguir adelante.

Para terminar, hay una frase de Eduardo Galeano que me gustaría compartir porque refleja la realidad social en la que estamos inmersas:


“Al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”



Callao, nos estamos viendo!



Universidad de Granada
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