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Mis días en Ambue Ari

Antes de empezar esta aventura no podría imaginarme todo lo que he vivido en esta pequeña comunidad que ahora la considero un hogar.


Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY) es una organización no gubernamental boliviana dedicada a rescatar, cuidar y rehabilitar a animales salvajes enfermos, maltratados y abandonados. Actualmente cuenta con tres Centros de Custodia de Fauna silvestre (CCFS), Machía (Cochabamba), Ambue Ari (Santa Cruz) y Jacj Cuisi (Norte de la Paz).

Mi voluntariado lo realicé en el centro Ambue Ari. Al principio, recuerdo, que leía y leía cómo era la vida allí, qué animales iba a ver, qué tareas iba a desempeñar, etc. Sin embargo, una vez llegué a las puertas de este Parque, después de un largo y cansado viaje, cada día fue diferente y lleno de emociones variopintas.


No sólo iba a conocer y trabajar con varios animales, si no, además, una serie de acontecimientos externos hicieron que mi experiencia allí fuera mucho más enriquecedora, a pesar del esfuerzo y energía invertida.


Primero, nada más llegar nos avisaron que había un incendio cerca del parque y que deberíamos hacer dos grupos para ayudar a apagarlo. Dispuestos/as cogimos las mochilas y subimos a la camioneta para acercarnos al lugar donde estaban los incendios. Quedé anonadada cuando, de lejos, vi los árboles caídos, quemándose y echando humo. Nos separamos en dos pequeños grupos y ayudamos en todo lo que pudimos.


Pasaron los días y cuando todo parecía que iba bien ¡otro incendio!, pero esta vez en lo alto de la montaña. Jamás se me olvidará aquel día. Recuerdo cuando llegamos a la mitad de la montaña, junto al otro grupo de voluntarios/as, cargados con mochilas de 20kg, con un calor inmenso y casi sin poder respirar, y miré a todas las personas que estábamos allí intentando apagar un fuego que, horas antes, había sido intencionado por una mujer de la zona. “Un poco surreal” pensé. No podía imaginar cómo alguien podía hacer aquella barbaridad de manera intencionada.




¡Pero no todo iba a ser malo! Cuando bajamos a dejar las mochilas pudimos saborear unos ricos cocos que nos ofreció una señora que vivía debajo de la montaña, y todo nos pareció mucho mejor, pese a la horrible escena que teníamos detrás.


Más tarde, las cosas se calmaron y pudimos disfrutar de nuestras tareas de manera cotidiana.


Primero, me asignaron la zona de cuarentena. Allí vivían una variedad de animales diferentes: aves (guacamayos, amazonas, etc.), un jochi y dos coatis.


Al principio, me sentía un poco distante con las aves porque no conocía el comportamiento de cada una de ellas ni cómo podían actuar conmigo pero, rápidamente, fui conociéndolas y creando un vínculo muy especial. Son animales que requieren mucha atención, paciencia y amor.


Ella es Cusiblue, una paraba con una personalidad extraordinaria. Fue criada por personas desde muy pequeñita y por eso siempre le gusta llamar la atención y recibir afección. Con ella pude crear una relación muy cercana.




Y, no olvidarme de nuestras dos tortuguitas (Donatella y Shelly) que fueron liberadas unos días antes de mi salida del parque. Un gran regalo para mí.



















Más tarde, me asignaron a Carlitos, un puma de lo más amoroso. Tiene 14 añitos y fue encontrado, junto a su hermano Juan, en un mercado de Santa Cruz junto a animales domésticos. Tiene una enfermedad crónica en los huesos y por ello, sufre cojera, sobre todo, en sus patas delanteras.


Normalmente, salíamos a pasear por diferentes senderos. Siempre vamos detrás de él, ya que es su momento de libertad y debemos respetarlo. Sin embargo, había veces que sus patas estaban peor y no podíamos pasear pero, igualmente, íbamos a su jaula para pasar tiempo con él, dándole cariñitos y haciendo enriquecimiento dentro de su jaula.


Es increíble cómo en tan solo dos meses pude crear un vínculo tan especial con él. Con tan solo una mirada ya nos entendíamos. Me sentía muy afortunada a su lado.




Y, por último, también tuve la suerte de poder trabajar con Rogue, una monita muy especial. Ella es cariñosa pero cuando algo no le gusta te lo hace saber con un pequeño bocadito.


Es una monita nocturna, por eso, todas las noches, mi compañero Justin y yo salíamos a pasear al parque de monos cerca del campamento para que pudieran saltar, jugar y trepar por los diferentes árboles.




A veces, los días se hacían un poco largos y cansados pero cuando llegaba junto a ellos mi actitud cambiaba por completo. Con una simple mirada me alegraban el momento.


También pude asistir a dos colegios cercanos para colaborar en la exposición de las ilustraciones y fotografías del libro de cuentos ilustrado "Vengo de la Selva", fruto del trabajo de los artistas Silvia Cuello y Víctor Fernández. Consistían en talleres de concienciación sobre el tráfico ilegal de animales silvestres a niños y niñas de los diferentes centros educativos.




Finalmente, otras circunstancias externas como la situación política y social que atraviesa ahora mismo el país, hicieron que nuestras condiciones fueran aún más difíciles, como por ejemplo, las duchas “aún más cortitas”, tener que ir a buscar agua a una bomba para lavar la ropa o no saber si podríamos desplazarnos de un lugar a otro porque quizás no habría gasolina o porque podríamos encontrarnos con un bloqueo en mitad de la carretera.


Sin embargo, todo acaba con una sonrisa cuando sabes que todo el esfuerzo y trabajo realizado ha merecido la pena y que te llevas en tu corazón a una multitud de animales y personas maravillosas.


Gracias a CIWY y al CICODE por esta grandísima oportunidad y experiencia que me habéis brindado. Ha sido una aventura llena de nuevos aprendizajes.



Universidad de Granada
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