Así es como siento que son las mujeres de Bolivia después de conocerlas. Como las lobas, feroces, tiernas y grandes protectoras de aquellos que aman. Pueden llegar a sentir un amor infinito por su entorno, pero también son grandes sufridoras si se les apaga su instinto natural.
Mi billete de avión con fecha de ida a Bolivia era en un día de junio. Un vuelo de más de 24 horas. Y yo, junto a mi mochila y mi miedo en la espalda, armándome de valor para comenzar este camino.
“¿Debería darme la vuelta y olvidar esto?”. Esta era la pregunta que me repetía mi mente una y otra vez mientras avanzaba en la puerta de embarque. Recuerdo que fui de las estudiantes que eligió hacer el voluntariado de manera libre, es decir, sin una fundación que estuviese directamente asociada a CICODE. Había decidido hacerlo así porque encontré una fundación en Oruro que encajaba perfectamente con mi tema de investigación. Tuve la suerte de dar con una fundación que parecía receptiva, así que no lo dudé y solicité la beca.
Mi solicitud fue aceptada, y ahora solo faltaba comprobar si la aceptación que había recibido por las integrantes de la fundación sería real o solo palabras.
Así fue como aterricé en La Paz. Estaba muerta de miedo. El viaje había sido muy largo y solo quería llegar a la sede de la fundación y conocer a las personas que acompañaría por dos meses. Cuando al fin me reuní con las trabajadoras, y me explicaron cómo funcionaba todo y qué tareas realizaban, empecé a relajarme y a sentirme como en casa. He tenido la gran fortuna de convivir con personas tan acogedoras. Así, poco a poco, comencé a dar mis pasos con las integrantes de “Levántate Mujer”. Una fundación que trabaja en sectores de vulnerabilidad social. Concretamente elegí trabajar con mujeres. Entre estas mujeres había una gran diversidad de características. Desde la edad y su forma de ver la vida, hasta sus ambiciones y vivencias. Pero todas tenían algo en común: nunca habían tenido la oportunidad de crecer ni a nivel educativo, ni a nivel profesional. Y todas estaban ahí para crecer de la forma que fuese.
Mi función en la fundación fue acompañar a las mujeres en su proceso de formación. La misión de este proyecto era ofrecerle a las mujeres una capacitación en diferentes ámbitos: confección de ropa, guía en informática, talleres de formación social, cocina y manejo de presupuestos. El objetivo era que una mujer tuviese herramientas y seguridad para emprender sus ambiciones tras acabar los cursos.



Taller de formación social. Dinámica de “risoterapia” y comunicación asertiva
Todos los meses se organizan jornadas para que todas las mujeres de los cursos tuvieran la oportunidad de exponer frente a un público, los trabajos que van elaborando en sus cursos. Es un día preparado y muy esperado por ellas.



En un descanso de los talleres. Era uno de los momentos donde se compartían conversaciones y risas.
Para mí, a nivel personal, ha sido una experiencia intensa desde el primer día. Y a día de hoy, me siento muy agradecida por no haber escuchado a mi mente en la puerta de embarque.
Ha sido una fortuna conocer personalmente a todas esas personas, su forma de vivir, su cultura y observar su actitud para enfrentarse a tantos obstáculos. Y sin duda, si hay algo que me ha marcado de por vida, es su búsqueda incansable para encontrar siempre la forma de salir de un pozo.
Ha sido muy difícil volver a casa. Porque mi corazón estaba en paz en la casa de Bolivia.
Es una experiencia que sin duda recomiendo probar a cualquier persona que tenga la oportunidad. Que el miedo no te domine. Que la opinión de otros no te impida avanzar. Esto he comprobado: vayas donde vayas, siempre vas a encontrar una guía que te empuje y que te ayude a pisar fuerte.
¡GRACIAS!