Comienzo entusiasmado mi proyecto “Huertos urbanos como espacio educativo donde implementar la Metodología TiNi”, a través de la “Ayuda para el desplazamiento internacional para la realización del TFM en proyectos de cooperación al desarrollo”, concedida por el Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo (CICODE) de la Universidad de Granada, con objeto de llevarlo a cabo en una ciudad localizada al sur de Mozambique, Xai-Xai.
Escogí realizar un proyecto sobre huertos urbanos en un país donde en cada casa, generalmente, tienen una machamba (huerto) repleta de madiocas, cacahuetes… es decir, de colores y sabores materializados en una amplia gama de verduras, hortalizas y frutas del tiempo, donde cada familia sale a vender en el mercado sus tomates, naranjas, cebollas, patatas, pimientos… cultivados y regados con ilusión. Son ejemplos vivientes de autogestión y sostenibilidad, en definitiva, de desarrollo. Aprendí en tantas direcciones que solamente me queda la gratitud, el recuerdo y la inmensa admiración.

Fotografía 1. La machamba de la casa de Pedro está abarrotada de nuevos brotes.
De donde vengo, Europa, quedaron ya olvidados esos pequeños, pero generosos, cultivos familiares que autoabastecen no a una sola familia, sino a decenas de bocas. Ahora, en auge por el cuidado de nuestro bello planeta, ya desdeñado y desatendido, recuperamos la singularidad del cultivo, como una forma de aliviar el daño oculto bajo las tiritas que nos impedían ver el deterioro ocasionado por nuestro desmedido consumo irracional.
La ilusión se mezcla con grandes dosis de dolor y aflicción cuando observo la polaridad: en Europa malnutrición y en África desnutrición (Fotografía 2). Es irónica la situación, allá donde abunda la riqueza, una riqueza en diversidad de nutrientes, abunda la imposibilidad de beneficiarse de ellos. Es desolador contemplar un panorama donde, de forma inmerecida, hay tanta desigualdad, desigualdad que trágicamente acaba, en algunos casos, en muerte por inanición, frente a otros escenarios donde el exceso, genera radicalmente lo opuesto, obesidad. ¿Cuánto tiempo se va a mantener un desequilibrio tan rocambolesco como es el reparto inapropiado de la comida y, en general, de los recursos?

Fotografía 2. Atendiendo a mi paciente estrella, Luis.
Las labores que he realizado giran en torno al eje principal de mi proyecto: la educación nutricional e higiénico-sanitaria. En el área de educación he impartido formaciones sobre el calentamiento global y la importancia de la vegetación del huerto y del suelo para retirar dióxido de carbono de la atmósfera, uno de los gases causante del efecto invernadero (Fotografía 3). Como la mayor parte de los estudiantes viven en torno a Praia de Xai-Xai, localizada frente a la costa del Océano Índico, fue crucial transmitirles el valor de los ecosistemas marinos, para concienciarles sobre la importancia de no tirar el plástico ni las pilas al suelo, ya que con una alta probabilidad estos acabarán en el mar, o contaminando el suelo que nutre a la machamba (huerto), y con ello a los peces, frutas y verduras de las que se alimentan, causándoles enfermedades, además de realizar un sinfín de juegos inclusivos con los más pequeños, como el de los “pausiños” (con palitos) o el “mangane” (utilizando piedrecitas), y actividades con los adolescentes, fundamentadas en la ecología, genética y fisiología animal.

Fotografía 3. “Con nuestras manos podemos cambiar el futuro”, ese fue el mensaje final tras la formación sobre calentamiento global a los más peques del Centro Munti,
En el área de nutrición instruí a los profesionales responsables de esta área, mediante charlas basadas en educación no formal sobre la importancia del lavado de alimentos e higiene de manos durante la manipulación. Compartimos una capacitación sobre las enfermedades trasmitidas por el agua, la problemática de la eutrofización y las enfermedades bioacumulativas por metales pesados, centrándonos en la plumbosis e hidrargirismo.
Por último, centré la mayor parte de mi tiempo en el área de salud, debido a las necesidades del centro. En primer lugar, junto a Tía Angélica, que era la auxiliar de enfermería, realicé atención primaria a los estudiantes que venían con algún tipo de dolencia o mal estar como: resfriados, heridas, traumatismos, dolor de dientes y oídos, ardor gástrico, hidrosadenitis y dismenorrea (Fotografía 4). Las infecciones más comunes son bacterianas, víricas, parasitarias y fúngicas. No obstante, al menos para mí, ha sido novedoso enfrentarme a la diagnosis de enfermedades tropicales tales como la elefantiasis. Debido a la alta incidencia de micosis, enfermedades causadas por hongos, impartí una clase sobre tipos y reconocimiento de micosis emergentes, así como el tratamiento y su administración para la cura.

Fotografía 4. Organizando junto con Tía Angélica el inventario de medicamentos de la enfermería.
Dar las gracias es un simple hecho formal, y una palabra que ni siquiera está a la altura de lo enormemente agradecido que les estoy a todas las personas que han sido participes de que este sueño se haya hecho realidad, por ello gracias, mil y una vez más gracias, y aun así serán insuficientes.

Fotografía 5. Una pequeña parte de la gran familia que constituye la Fundación Khanimambo.