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BIENVENIDA A BOLIVIA, EL AMAZONAS TE ESPERA

María de los Ángeles Mora Ovalle


El presente artículo es creado a partir de mi diario de campo personal basado en el voluntariado para la cooperación internacional, que llevé a cabo entre los meses de septiembre y octubre del año 2023, específicamente, en el proyecto Cuidado y rehabilitación de la vida silvestre en el Santuario Machía de la Comunidad Inti Wara Yassi en Bolivia.

Se iba acabando el verano, según el calendario, y mi travesía recién comenzaba; fue un 07 de septiembre cuando, después de más de 24 horas de viaje, aterricé en Cochabamba, Bolivia, con una misión clara: llegar al Santuario Machía de la Comunidad Inti Wara Yassi, ubicado a las afueras del municipio Villa Tunari.

No me lo creía, nunca estuvo en mi mente la posibilidad de viajar a Bolivia, pero al salir del Aeropuerto Internacional Jorge Wilstermann, ya era real, estaba en Bolivia, dispuesta a comenzar tan dichoso voluntariado para el que meses antes había aplicado. Solo disponía de una hoja de papel con instrucciones para llegar a la localidad, una vaga idea de lo que haría durante las próximas cuatro semanas y la total disposición y emoción que trae consigo una nueva experiencia. No obstante, debía conocer, con anterioridad a mi llegada, el propósito por el cual me aventuraba; es por ello, por lo que días antes me puse en la tarea de investigar un poco acerca de la ONG a la cual llegaría. Por los mismos motivos que me llevaron a conocer acerca de la labor de esta organización, considero importante centrar al lector en el contexto del voluntariado llevado a cabo. 

La Comunidad Inti Wara Yassi es una ONG boliviana que trabaja a favor de los animales silvestres; de la mano de un equipo de profesionales y voluntarios se encargan de darles una mejor calidad de vida a la fauna que ha sido rescatada del tráfico ilegal. CIWY tiene la misión de cuidar y aportar a la dignificación de la vida de los animales silvestres que en algún momento fueron vulnerados y retirados de su medio natural por el ser humano. Además, no solo concentran sus esfuerzos en acciones posteriores a la extracción de la fauna de su hábitat, sino que buscan prevenir este tipo de comportamientos del ser humano hacia los animales, por medio de campañas de educación a favor de la conservación y preservación de la biodiversidad, y la concientización del pueblo boliviano hacia la protección de la fauna y flora nativa. La ONG cuenta con tres santuarios ubicados en distintas zonas del país: Santuario Machía (Cochabamba), Santuario Ambue Ari (Santa Cruz) y Santuario Jacj Cuisi (La Paz); cada uno de estos cuenta con personal altamente cualificado para realizar las labores de cuidado y mantenimientos tanto de la fauna como de las instalaciones. En la actualidad, por motivos administrativos y territoriales, el Santuario Machía, al cual me dirigía e iba a ser mi destino final, se encuentra en un proceso de traslado desde hace tres años aproximadamente, y será reubicado, tanto instalaciones como animales y personal, en los dos santuarios restantes. 

He de decir que al conocer un poco la labor y proyección de CIWY me entusiasmé aún más, por ello, desde el desconocimiento total de lo que me esperaría y solo siguiendo las instrucciones que me dieron con anterioridad, con el constante monitoreo de la encargada de CIWY Machía, pude llegar al Santuario en surubí. 

A mi llegada, mis primeras impresiones no fueron acerca del lugar, sino que fueron sobre mi presencia en el mismo, me veía como una completa turista y, a simple vista, pareciera que no encajaba nada con el lugar, tal vez por mi vestimenta al momento de llegar o por mi extravagante elección de maletas para llevar mi equipaje, que usualmente sería ideal para un viaje largo, pero considerando que el Santuario se encuentra en la selva amazónica de Bolivia, sobresalían bastante mis dos maletas de 10 kilos arrastrables. A pesar de eso, cansada, hambrienta y expectante por lo que vendría a continuación, ese mismo día inició mi participación en CIWY como voluntaria internacional. 

Mi primera semana en el Santuario Machía debo definirla como de aprendizaje; era nueva, no conocía a nadie y no sabía qué debía hacer. A pesar de haber trabajado con animales silvestres con anterioridad, los contextos eran bastante diferentes. Mi experiencia radicaba en animales de zoológico, en donde se cuida y dignifica la vida animal, mientras el público visitante tiene la oportunidad de observar; los Santuarios de CIWY son totalmente opuestos a las premisas que maneja un recinto de esta índole, en este caso, se busca el bienestar de los animales y brindarles una vida digna sin exponerlos al contacto con visitantes. 

Con mi llegada, fui introduciéndome teóricamente en el funcionamiento interno de CIWY, su misión, visión, propósitos, metodología, todo aquello que tendría que saber para iniciar con las actividades más prácticas; la coordinadora y la bióloga del Santuario fueron orientándome en las reglas del lugar y presentándome con el personal e involucrados que desde ese momento serían mis compañeros, y más tarde amigos. 

Oficialmente, mi papel en CIWY inició el día 08 de septiembre; este día comenzó un proceso de aprendizaje práctico y experimental, que con el pasar de los días se iba nutriendo cada vez más. 

El Santuario Machía se divide en varias áreas, dependiendo de las necesidades y posibilidades de los animales, teniendo esto en cuenta, haré énfasis en los sectores con los que tuve más contacto a lo largo de mi estancia: el sector Tierra, al cual fui asignada, se encarga de dieciocho monos capuchinos, de los cuales catorce machos y dos hembras viven dentro de jaulas individuales, por aparte, dos hembras que se encuentran en libertad, pero se han acoplado tanto a la manada que son visitantes recurrentes  en esta área, especialmente, durante las horas de la comida; el sector Cielo, alberga diecisiete monos capuchinos que durante las noches son resguardados dentro de jaulas y, en las mañanas y tardes se encuentran en semilibertad por medio de la implementación de los runners; el Mirador 1 es un sector alejado de las instalaciones principales, a quince minutos caminando en subida, a mi parecer es un área bastante especial, pues vela por los monos que se encuentran en libertad a la vez que por los monos en runners, la entrada es restringida solo para personal autorizado por motivos de seguridad. A pesar de que gran parte del tiempo mi presencia se limitó exclusivamente al sector Tierra, visité los sectores Cielo y Mirador 1 en algunas ocasiones cuando se requería apoyo.

En el sector Tierra, conocí a quienes serían el foco de mi atención por las siguientes cuatro semanas; Peterli, Sterling, Chucky, Clarita, Martín, Santi, Roberto, Timo, Pepito, Juanito, Auri, Oliver, Víctor, Harold, Muelas, Martincho, Victoria y Tarzana, todos monos capuchinos, desde ese momento se convertirían en parte de mi vida social más inmediata y, sin imaginarlo, en mis consentidos con el pasar del tiempo. Aprendí que, como todo ser vivo, cada uno de estos monos tiene su propio carácter, y a pesar de que en un principio los veía a todos físicamente iguales el tiempo me demostró que no podían ser más distintos el uno del otro. 

Mis tareas en Tierra, como en todas las demás áreas, se enfocaban en velar por el bienestar de los animales; la entonces coordinadora del área se encargó de enseñarme todo lo que se debía hacer en el sector, además de aconsejarme acerca de cómo manejar a cada mono, explicándome que, dependiendo de su temperamento, yo, como nueva presencia, sería aceptada o no en su manada. 

La rutina era la siguiente: 

  • De 07:00 a 08:00, comienza la jornada; siguiendo un cronograma de dietas divididas por días de la semana, se les sirve el desayuno a los monos, usualmente, consistía en dos tipos de verduras previamente lavadas y desinfectadas; luego de distribuir los alimentos, en el tiempo restante se inicia con la limpieza de las dos jaulas más grandes, en las que con ayuda de la presión de la manguera se retiran los restos de comida y suciedad que, posteriormente, serían retirados.

  • De 08:00 a 09:00, es la hora del desayuno del personal. 

  • De 09:00 a 12:30 se procede con la limpieza de las demás jaulas, manguereando y retirando los restos de comida y desechos que se encuentren al alcance, se les brinda agua a los monos y se les distribuye enriquecimiento ambiental, para luego iniciar con la limpieza interna de alguna jaula que se encuentre desocupada en el momento. La limpieza consiste en restregar los suelos que con el pasar del tiempo han ido acumulando moho, cepillar los elementos ubicados dentro de la jaula, desinfectar las instalaciones con amonio cuaternario disuelto en grandes cantidades de agua y, por último, ubicar el enriquecimiento ambiental dentro de la jaula, para luego cerrarla.

  • De 12:30 a 13:00, se prepara y distribuye el almuerzo de los monos, este consiste en frutas, frutos secos, semillas o croquetas.

  • De 13:00 a 14:30 es el almuerzo del personal.

  • De 14:30 a 16:30, se prepara y reparte el snack a los monos y se reanudan las labores de limpieza de la jaula que se esté organizando, usualmente, en este horario nos adentramos en la selva con el propósito de conseguir ramas de mediano tamaño para ambientar las jaulas dándoles una apariencia más selvática.

  • De 16:30 a 17:00, se rellenan los cuencos de agua, y se prepara y distribuye la cena de los monos, esta es bastante variada, puede consistir en frutas y granos en distintas elaboraciones.

  • De 17:00 a 17:30, se procede con la limpieza final de todas las jaulas y se termina la jornada.

El salir de las instalaciones en busca de ramas era un trabajo diario. Esta tarea fue una de las labores de las que más aprendí; ya que para conseguirlas debía de buscarlas primero, proceso que podría prolongarse un tiempo considerable debido a que se buscaban ciertas ramas con características específicas: ramas de tamaño mediano y grande con abundancia de hojas medianas. Al principio fue un reto, aventurarme a las zonas cercanas más selváticas, subiendo montañas, bajando al cauce del río o trepando grandes piedras, siempre acompañada de un machete para cortar las ramas. He de decir, que las primeras dos semanas yo era la persona menos habilidosa utilizando un machete, pero al ser un trabajo constante, con los días fui adquiriendo técnica para cortar sin mayor problema, además, tuve de maestro a uno de mis compañeros quien me enseñó como hacerlo con más facilidad.

De la rutina, aprendí que todas las labores que realizaba eran por los monos y para los monos; el alimentar, limpiar, desinfectar, jugar, se convirtieron en una rutina del día a día que amaba hacer.

Hubo ocasiones, en donde mi rutina cambiaba ligeramente, pues se estableció un horario de rotación del personal en donde cada cierto tiempo debía aventurarme dentro de la selva en un camino de quince minutos en subida para llegar a Mirador 1, equipada con una maleta llena de alimento y medicación para los monos que allí se encontraban; una vez allí, entregaba la maleta al encargado del área, quien distribuía su contenido, para después emprender mi camino de regreso a Tierra. De igual manera, hubo días donde el trabajo resultaba tan extenso que el encargado del sector Cielo solicitaba ayuda para terminarlo en horario. Si algo debo de resaltar es el espíritu colaborador y solidario que hay entre los miembros del personal, sentido que con el tiempo desarrollé, puesto que, a pesar de trabajar en sectores distintos, todos éramos un equipo trabajando por un mismo objetivo: darles una mejor calidad de vida a los animales silvestres que CIWY acoge.

Durante el transcurso de esta experiencia, debo decir que no todo fue color rosa, también hubo ciertas dificultades que afronté y que una vez superadas me hicieron entender donde me encontraba. En el Amazonas, las temperaturas y la elevada humedad propiciaban la abundancia de insectos, mismos a los que, aún hoy, les tengo terror, pero debía convivir con ellos cada día, pues en el Santuario se respeta la vida de todo ser vivo y, por mucha incomodidad que me causasen, tampoco era capaz de atentar en su contra. 

Con el pasar de los días, tanto el clima como los insectos fueron temas que aprendí a superar, claramente, de la mano de mis compañeros quienes cada vez que un bicho se acercaba a mi habitación corrían a ayudarme. Es inevitable para mí resaltar que el personal del lugar fue fundamental en mi proceso de adaptación; además, vivir en estas condiciones durante cuatro semanas me hizo madurar como persona y valorar mi propia cotidianidad. Descubrí aspectos de mí misma que no conocía, como la fuerza mental que puedo tener si me lo propongo; durante la jornada de trabajo ignoraba todos mis miedos e incomodidades, pues mi mente tenía un objetivo que alcanzar, no importaba cuantos bichos se me acercaban, ni pestañeaba; mientras que, fuera de la jornada, aseada y dispuesta a descansar, temía por lo mismo que no me importaba horas antes.

A pesar de las pequeñas dificultades, siempre esperaba ansiosa cada día ver a los monos, y muchos de ellos, también me esperaban con la misma emoción; como en el transcurso de todas las relaciones sociales, hay con quienes nos llevamos mejor que con otros, con los capuchinos pasaba lo mismo, dependiendo de su carácter me llevaba mejor con algunos, con otros teníamos una relación meramente formal y había otros a los que se les notaba que no era su persona favorita. 

Fueron los monos mismos quienes me enseñaron a leerlos: sus gestos, acciones, miradas, comportamientos y sonidos significaban cosas distintas. Tienen sus propias personalidades como Víctor con su típico carácter serio de macho alfa; Sterling, Muelas y Juanito con su enérgica actitud; Roberto que te recibe cada día con un grito de emoción y su característica ternura; Clarita quien siempre fue muy dócil y selectiva, tanto así que escogía su propia porción de comida cuando se le ofrecía; Auri y Martincho quienes siempre buscaban pillar alguna parte sobresaliente de mi vestimenta para jalarme; Santi, Tarzana y Victoria, quienes como cualquier grupo de amigas, se respaldaban una a la otra cuando estaban en desacuerdo con alguna acción que se hacía en Tierra; Harold, que nunca estaba demasiado lleno como para rechazar comida extra; Pepito y Timo, a los que les encantaban las ramas con flores de las mañanas; Chucky, siempre emocionado por la comida y atento a todo; Oliver abrazando su cobijita con su típico balanceo de adelante hacia atrás; Martín, que buscaba agarrar el cepillo cada vez que barría cerca de su jaula; y, Peterli que siempre acudía a mi llamado.

Cada uno era muy especial a su propia manera, y conociéndolos aprendí que sus instintos siguen presentes, muy a pesar de ser animales que modificaron sus comportamientos por influencia humana, siguen siendo animales silvestres y sus instintos no han desaparecido, es por ello, que se debe ser muy precavidos y entender que no se trata de muñecos de peluche; por el contrario, son seres vivos que pueden reaccionar en cualquier momento.

El trabajo con los monos capuchinos fue el elemento principal y propósito de mi voluntariado, pero no olvido que el factor humano estuvo presente todo el tiempo. Las encargadas del Santuario, en conjunto con los trabajadores, practicantes y demás voluntarios, todos fueron de gran apoyo durante mi estancia. Nuestra convivencia fue más allá del ámbito de trabajo, pues todos compartíamos casa; se trató de una experiencia totalmente multicultural, donde no solo pude conocer la cultura boliviana, específicamente de Villa Tunari, sino que, junto a la veterinaria y la bióloga del lugar, al ser las tres colombianas, pudimos compartir parte de la nuestra; una de estas oportunidades fue la noche de patacones, donde pudimos compartir esta delicia de Colombia y el Caribe acompañado de diversos aderezos y de buena música vallenata. Sin embargo, no fue el único momento que compartimos, nuestra vida en casa estaba llena de momentos en los que nos encontrábamos en la cocina a la hora de la cena o cuando nos reuníamos para hacerle una despedida a alguno de los trabajadores y voluntarios que ya habrían terminado su estancia con CIWY, estas siempre involucraban comida. 

Personalmente, la comida del lugar fue, como todo, una nueva experiencia para mí; la comida era vegetariana, pero era cocinada de distintas formas que ni se notaba la falta de carne, he de decir que los almuerzos eran una completa delicia. En muchas ocasiones, la cocinera del lugar, Doña Benita, nos deleitaba con sus delicias culinarias al terminar la jornada, en estos días esperábamos ansiosos a las 17:30 para darles un mordisco.

Bolivia me sorprendió de manera muy grata, mi estancia se caracterizó por la vivencia de buenos momentos en los que aprendí de una realidad diferente; logré adaptar mi rutina a la propia del lugar, mi dieta a la que se me proporcionaba y mis costumbres a las bolivianas, sin perder las mías; en este sentido, fue una experiencia totalmente recíproca en las que CIWY me aportaba y yo los apoyaba con los trabajos que se me asignaran. 

Este voluntariado internacional me enseñó más de lo que podría haber imaginado y me llevó a conocer personas maravillosas que me aportaron al desarrollo de una nueva versión de mí misma, en donde soy consciente del gran poder que tiene el ser humano sobre los demás individuos de la naturaleza y de cómo el mismo ha aprovechado esta ventaja de manera perjudicial y soberbia sobre la misma. El cómo llegaron estos animales a CIWY y bajo qué circunstancias específicas son situaciones bastante lamentables, pero después de mi experiencia he de decir que han llegado al mejor lugar, en el que son cuidados y apreciados, se les valora como individuos y se dignifica su condición de animales silvestres sin olvidar que poseen instintos presentes. 

A pesar de que la existencia de este tipo de organizaciones como CIWY se deba al mal obrar del ser humano, no quiere decir que la extracción de un animal silvestre de su hábitat sea acción positiva; por el contrario, a los animales les repercute más de lo que les aporta. Estos centros surgen como herramienta para amortiguar los efectos que causa está interacción humano-animal, pero lo ideal es prevenir este tipo de comportamientos respetando su hábitat natural y a la naturaleza en sí.

Chucky y Clarita acicalándose. 

Roberto despues de recibir su comida.

Noche de patacones en casa del personal y voluntarios

Yo en el sector Tierra.

Preparando la cena de los monos capuchinos: bolas de avena y plátano.

Clarita viéndose al espejo que se le da como enriquecimiento ambiental.

Mural de CIWY

Monos del Sector Tierra.

Timo restregandose una cebolla que le fue entregada como enriquecimiento ambiental.

Ambientando las jaulas con las ramas previamente cortadas.

Yo dándole comida a los monos.

Clarita escogiendo su propia comida.

Martín y Santi acicalándose.

Ramas para ambientar las jaulas.

Cronograma de comidas de los monos capuchinos.


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