Quizá esta sea de las últimas frases que voy a pronunciar en nuestra querida furgoneta que nos lleva por los territorios de Bogotá. Quizá cabe decirlo, podríamos simbolizar la labor con la magia que desprende Papa Noel en su carroza, ya que muchas veces siento que el escuchar y el acompañar son el mejor regalo. Conforme nos hacemos adultas, valoramos más los cuidados y el tener tiempo de compartir.
Hoy, despidiéndome de nuestro gran conductor con un abrazo, lo pensé. Lo efímero que ha sido todo. Aún recuerdo la primera vez que hablé con Noel, lo mucho que me contextualizo con cinco frases. Tengo la sensación de que a veces las personas dejamos de escuchar a las que viven en los contextos para solo atender a las palabras de las que entendemos como representantes o autoridades. Las que leemos bajo la premisa de mandatos. Como si el mundo no se configurara gracias a las que están en la base.
En Colombia he aprendido a escuchar a las bases, a entender lo que me cuentan, a ser lo cercana que no me permito muchas veces en España como profesional. Esa delgada línea que intentamos rellenar de jerarquías y paradigmas. Muchas veces nos enseñan que debemos de establecer límites para no excedernos de lo meramente laboral, pero en este caso, en el territorio he aprendido que la curiosidad es bidireccional y que ambas personas que estamos en los dos extremos queremos saciarnos de dudas.
Ha sido toda una experiencia, digna de una gran historia. Donde la protagonista no he sido yo, sino todas las personas con las que he podido compartir y que me llevo parte de sus vivencias.
Estar presente en territorio y tener la suerte de atender, con una gran sonrisa. He sido capaz de escuchar historias que ningún libro me podrá contar, ya que hay que vivir para contarlo. Rodearme de migrantes, de sus dudas, de sus miedos, sus alegrías y tener la suerte de ser un libro abierto que las recibe de la mejor manera. Por eso escribo estas frases y voy a darme unos días para continuar con el artículo, para que sea de verdad un pedazo de mi. Una historia contada con el ojo derecho e izquierdo, desde la vivencia y la pasión.
He sido tan afortunada de poder vivirlo que ahora sentada frente a Alhambra sigo pensando en cómo fue y como sucedieron las cosas. Ese feminismo por el que tanto lucho sigue allí resurgiendo de las manos de Carolina y Claudia. Continuando con Jose siempre a la cabeza del apoyo y sororidad.
Quizá no haya sido la mejor profesional que soy en mis zonas de confort, pero si he sido la aprendiz que intentó ser en mis clases de Sociología. Atenta y cercana. Todo ha sido un regalo y al igual que en el coche de Noel yendo por los territorios a acompañar a las personas, este año en Navidad tengo otra lista muy diferente a lo ocasional. Ya que Noel como Papa Noel fue capaz de regalarme el tesoro de ser parte del equipo de migrantes durante cuatro semanas presencial y siempre emocionalmente.
Sin duda alguna tengo claro que este año las Navidades, y mi querido Papa Noel van a tener otra lista, en la que integrare, la paciencia y empatía de Claudia, el feminismo y lucha de Caro, las ganas de explicar e instinto pedagógico de José, la energía y la risa de Marianela, el sentido del humor de Martica, el brillo de Bogotá, el cariño de Luisito, la constancia de todo el equipo, la creatividad de todas las niñas, la vitalidad de las colombianas, y porqué no decirlo, ojalá cenar las pizzas de Juan Pablo.
Pero sobre todo sé que Papa Noel no va en carroza con renos, si no en furgoneta con tres personas que tienen más fuerza que ninguna manada.
Dámaris Sánchez Otero


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