Ana Isabel de Luis
Recuerdo un fin de semana que llegó a nuestros oídos que podía producirse un bloqueo y la tristeza que me entró al pensar que no iba a poder desplazarme hacia mi lugar de trabajo. Tras conocer las experiencias de mis compañeros en sus proyectos correspondientes, no podía imaginarme realizando otro tipo de voluntariado. Evidentemente si en algún punto de la experiencia hubiera surgido la necesidad de apoyar en otro proyecto habría ido donde fuera. No obstante, las características particulares de labor hacían que el trabajo que realizaba en Montero fuera muy absorbente y satisfactorio. Por suerte, ni se llegó a dar dicho bloqueo ni me llamaron para ayudar en otro proyecto y disfruté de una nueva semana con ellos.
Si vivir en otro continente con una diferencia horaria de seis horas respecto a España, trabajando a jornada completa y rellenando los huecos libres para conocer a gente nueva, la cultura local y el país ya te envuelve en una burbuja, entonces vivir en el mismo lugar de trabajo junto con los usuarios en un pueblo alejado a más de dos horas de distancia del resto de voluntarios entre semana hace que el nivel de inmersión de la experiencia se multiplique. Es el efecto natural de compartir la rutina y acabar trabajando muchas más horas de las estipuladas, porque sabes de primera mano todas las necesidades que tienen al mismo tiempo que ves los días del calendario pasar. Que tu estancia en el país tenga fecha de caducidad hace que intentes aprovechar al máximo el tiempo tanto a la hora de trabajar como en el tiempo libre con el resto de los voluntarios. De esta manera de lunes a viernes dedicaba mi tiempo casi al completo en priorizar ciertos objetivos y llevarlos a cabo mientras que los fines de semana y festivos conocía Santa Cruz, convivía con los otros voluntarios y viajaba por el país para disfrutar de su rica cultura y diversidad.

Fotografía 1. En nuestro primer viaje a Samaipata junto con otras voluntarias
Con todo esto, pudimos viajar a Samaipata, a la ciudad de La Paz y conocer el Salar de Uyuni (y Sucre). En Santa Cruz de la Sierra conocimos el Biocentro Güembe, el Jardín Botánico, fuimos al Cambódromo a la feria de la Alasita y vimos el atardecer en el cráter de Porongo. Dejando los prejuicios que podíamos tener de casa incluso nos animamos a salir a tomar algo por los distintos distritos e incluso salimos de fiesta en más de una ocasión. Además, por el centro de Santa Cruz hay muchísimos restaurantes, bares y lugares de interés cultural con encanto que merecían la pena conocer. Aunque desconectar de esta manera era más que necesario, no dejaba de resultarnos extraño al vivir este tipo experiencias cargadas de privilegios al compararnos con todas las situaciones precarias que conocimos.

Fotografía 2. En nuestro segundo fin de semana junto el Padre Nicolás, una fraterna y otros voluntarios de la fundación.
Una de las cosas que debes tener muy en cuenta cuando te atreves a vivir este tipo de voluntariado que tienes que ir con la expectativa de gestionar múltiples despedidas. Aprender a dejar ir etapas o personas es una de las tareas que personalmente tenía pendiente de perfeccionar y esta experiencia me ha permitido ponerme a prueba en este sentido. El día que viví en persona la despedida de uno de los voluntarios de mi proyecto y vi las reacciones desconsoladas de algunos adolescentes me hizo caer en la cuenta también de la importancia que tenía preparar ese momento – tanto para ellos como para los voluntarios -. Por eso me esforcé al máximo para dejar cerradas muchas de las tareas y metas que quería alcanzar y de estrechar lazos con aquellos voluntarios con los que tenía más afinidad apuntándome a todo lo que podía en mi tiempo libre.
Por otro lado, una de las cosas que me ayudó mucho en la experiencia fue perder la vergüenza y animarme a preguntar cualquier duda que tuviera, por muy estúpida que pareciera. La brecha cultural es mucho más amplia de lo que parece a pesar de la similitud del idioma. Es más, al principio al estar saturada de múltiples estímulos nuevos la primera semana se te hace un poco cuesta arriba. Tal fue el vértigo que sentí, que me pude a llegar a percibir como “inútil” o “incompetente”. Todo esto es natural y apoyarte de todas esas personas que probablemente se están sintiendo como tú es una de las mejores herramientas que puedes utilizar para sobrellevar esos momentos de dificultad.

Fotografía 3. Jugando un partido de fútbol junto con los usuarios del Hogar Monter-Guabirá
De cara al futuro, me encantaría volver a vivir otro voluntariado, aunque fuera por mi cuenta. Claro que, en esta ocasión trataría de estar más de seis semanas para realmente tener un impacto más significativo en la comunidad de destino y trataría de realizar una revisión más exhaustiva de la situación del país. En última instancia, trataría de buscar un hueco cada día para llevar un diario personal de todo lo vivido y de los aprendizajes adquiridos para dejar huella porque por desgracia la memoria falla y las fotos no consiguen retratar toda la vorágine de emociones y pensamientos por las que una pasa, las cuales, te marcan de por vida.
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