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DIARIO DE BITÁCORA EN SENEGAL

  • cicode
  • 10 nov 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 13 nov 2023

Pedro Torres Domingo


ATERRIZAJE EN ESTA OTRA REALIDAD


Retomo la narración al momento en que estábamos en el coche llegando a Gandiol, donde nos esperaba a cada uno una cabaña individual con baño, agua y electricidad, cama doble y espacio más que suficiente para estar cómodos; un lujo que cerraba una de mis preocupaciones de la llegada, la relativa al alojamiento, descanso y espacio personal. Salimos a esperar a que trajeran la cena y ahí se abrió otra atención de mi mente: la comida.


Durante el viaje apenas habíamos comido unas barritas que llevaba Lucía, y ver que la cena tardaba más de lo que nos habían dicho me preocupó, pero fue en vano. Al poco llegó Laye, encargado y jardinero del campamento, con dos bocadillos que devoramos. Más tarde nos contaron que se estaba celebrando un ‘gamou’, rito religioso musulmán que incluía a todo el pueblo y que duró toda la noche con cánticos y rezos.


A la mañana siguiente amanecimos y tras desayunar, cerrando otra preocupación mental, Lorenzo, italiano que decidió venirse a vivir a Senegal, nos llevó a Tabax Nité. Se trata de una serie de edificios levantados íntegramente por Hahatay y en el que se llevan a cabo diferentes actividades de la asociación; construcción, radio, jardinería y ganadería, oficinas o espacios culturales entre otros. Por el camino nos va presentando personas y también conocemos los ‘haham’, pequeños pinchos que se te quedan enganchados en la ropa y, al quitártelos, en las manos.



















Volvimos a casa a comer y la manera de hacerlo me transportó a Gambia, donde hice mi primer viaje de cooperación. En el espacio central donde habíamos desayunado colocamos dos alfombras grandes y encima sendos manteles de plástico, sobre los que iban grandes cuencos alrededor de los cuales comimos en círculo. Echaba de menos comer así, compartiendo de esa manera la comida con las personas de alrededor mientras que te vas contando el día, acabando por el té llamado ‘ataya’ y que también sirve como excusa de conexión personal.


Esa misma tarde dimos una vuelta por el pueblo y al día siguiente empezamos nuestra actividad. Lucía se fue a Defaratt, un centro de gestión de reciclaje, y yo me quedé en el campamento acompañando a Pablo en su repaso sobre aspectos técnicos, de control de las bombas de agua y demás labores de mantenimiento que poco a poco asumo a lo largo de las semanas. El resto de la semana nos dedicamos a conocer y disfrutar otros aspectos de esta realidad.


El jueves asistimos a la pre-inauguración del centro cultural Jangkom en Saint-Louis, llamada Ndar en wolof, en la que fue nuestra primera visita a la que fuera ciudad colonial, y cuya isla central es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000 por la UNESCO. En el centro se dieron cita varias figuras culturales importantes de país y se celebró un concierto. A la salida, cuando nos sentamos en la ribera a tomar algo, nos llovió casi en horizontal y dio igual que nos resguardáramos. El viernes volvimos a Saint-Louis a ver un partido de rugby y cambiamos dinero antes de cenar en la ribera, esta vez sin lluvia.


Para acabar la semana, el finde lo pasamos entre el campamento y la playa. El sábado fuimos a un mítico lugar de paso llamado Zebrabar, en el que disfrutamos de una playa prácticamente vacía. Y el domingo nos quedamos en una playa más recogida, casi privada, en la que hicimos una barbacoa con Coumba y María Eugenia, senegalesa la primera y asturiana la segunda.


Podrás pensar, lector anónimo, que por qué pongo tanto acento en la procedencia; y la razón es sencilla. Lo hago para transmitir que el origen de una persona no tiene importancia discriminatoria aquí, la única que se le da es la que permite conocer a la otra persona sin excluirla, solo con ánimo de aceptarla.



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