Pedro Torres Domingo
COMIENZA LA OBRA
Con el comienzo de la segunda semana llegó también el principio de la obra; la rehabilitación de la residencia artística. Es un edificio que cuenta con ocho habitaciones que se despliegan en forma de abanico, creando en su centro una plaza abierta de relación. Antes de nuestra llegada se había quitado el techo, pues querían elevarlo para favorecer la ventilación interior, y algunos muros se habían deformado.
La obra consistía entonces en quitar sus capas exteriores, que no eran estructura portante, y darle un nuevo acabado. El problema vino cuando, una vez quitado ese material exterior, descubrimos que las balas de paja, que eran la estructura, de algunos muros también estaban deformadas; con lo que hubo que tirar dos muros enteros y varios a mitad, lo justo para poder recuperar la verticalidad.
La solución aplicada en todas las paredes, derrumbadas del todo o no, fue utilizar la técnica llamada kincha. Consiste en generar un esqueleto de madera con pilares atados mediante listones y rellenarlo posteriormente con mezcla de paja y barro; la estructura. Las capas exteriores son una primera de paja y barro que protege el interior, una segunda que se talocha con arcilla, una tercera de cal, una cuarta de cola diluida y la última de pintura.

Mi aportación en la obra empezó con la bienvenida que me brindó Mani Kale, el encargado y jefe del equipo de construcción, tras la que me dejó presentarme a los compañeros. En cuanto acabó me puse a trabajar en lo que me decían, queriendo entender sin prejuzgar tanto la construcción como el método de trabajo. Retirando capas del muro, moviendo materiales, acercando herramientas y practicando el wolof me fui introduciendo en la dinámica de trabajo.

También a lo largo de la semana empecé el primer libro que escribió Mamadou Dia, el presidente y fundador de Hahatay, en el que relata su viaje migratorio a España, sus años allí y su primera vuelta a Senegal. Se llama “3052: Persiguiendo un sueño” y contiene la historia de su viaje, poemas, reflexiones personales y, estoy casi seguro, un trocito de su alma. Ese que asoma cuando cuenta el reencuentro con su familia y amigos en Senegal, contagiando su alegría y emoción.
A raíz de su lectura conocí cómo es la manera, mal llamada legal, de que un senegalés o senegalesa viaje a España. Ha de solicitar un visado de hasta tres meses pagando el equivalente a ochenta euros, demostrar que tiene donde quedarse en el país o una invitación de un residente y que no haya sospechas de que busque quedarse en España pasado el tiempo de visado; lo que a efectos prácticos se traduce en que la petición se puede rechazar sin dar explicaciones ni devolver el dinero.
Quién lleva tiempo dando a conocer problemáticas de este tipo es Pepe Naranjo desde su espacio en el periódico ‘El País’, a quien tuve la fortuna de conocer en una cena en Saint-Louis. Fue por el cumpleaños de Pablo, quien nos reunió en el restaurante ‘La Source’, cuya especialidad es el facóquero especiado, cuando le conocí y le conté el motivo de mi estancia en Senegal y mi proyecto en Gambia; estando bastante nervioso ante la “entrevista”.
También en Saínt-Louis aprovechamos para disfrutar de la oferta cultural que ofrece. El sábado fuimos a la presentación de una colección de ropa de un creador senegalés: con desfile, baile y música en directo incluidos. Al acabar, y con Tafa, Boubacar y Coumba, celebramos el cumpleaños de esta última cenando en la ciudad, descubriendo cuanto echaba de menos una pizza, y saliendo de fiesta después. La noche cuenta con varios bares en los que una consumición cuesta más cara que en muchos de los establecimientos que frecuento y donde, con mi mejor esfuerzo, intenté seguir el ritmo de baile que tenían; seguía descubriendo capas de esta realidad.

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