Ana Isabel Ramos Rodríguez
Participante en el Programa de Aprendizaje-Servicio en Cooperación Internacional al Desarrollo 2022-2023

1. El comienzo...
No recuerdo cuántas horas han pasado desde que salí de Almería, cuántas horas llevo recorridas hasta mi destino. Ayer, llegué por fin a San José, Costa Rica. Aproveché para dormir un poquito, antes de coger a primera hora de la mañana el bus que me llevaría hasta Montezuma. Fue en este recorrido donde comencé a ver ese verde que tanto caracteriza a Costa Rica y donde empezaron a aflorar los primeros nervios por la inminente llegada al lugar que sería refugio por el siguiente mes.
"En Montezuma la vida fluye lenta y el aprendizaje está entretejido con los ciclos de la naturaleza. En el pueblo entero, se siente la magia de que tantas tortugas elijan esta playa para desovar."
Ya en Montezuma, todo empezó a desenvolverse. Cuando llegué a la Asociación de Voluntariado para el Servicio en las Áreas Protegidas (ASVO), empecé a sentir que ya había tocado tierra, que aquí era donde empezaba la aventura. Como descubriría más adelante, en Montezuma la vida fluye lenta y el aprendizaje está entretejido con los ciclos de la naturaleza. En el pueblo entero, se siente la magia de que tantas tortugas elijan esta playa para desovar. Y pronto descubriría, que esta tarea no es algo relegado a la asociación en la que me encontraba, sino que estaba enraizada en los habitantes de este pueblo que también sabían observar el mar, la arena y los rastros en busca de tortugas y su protección.
En los primeros días, todo era nuevo. Después de una formación inicial sobre tipos de tortugas, sus amenazas y sobre el trabajo que debíamos realizar (entre muchas cosas más) en ASVO se entendía el aprendizaje desde un contacto directo y vivencial.
Durante las primeras noches de patrullaje, que era en las horas donde había actividad de tortugas y donde se desarrollarían la mayoría de mis horas de mi servicio, recorríamos la playa junto a nuestro coordinador Ricardo. Muchas noches nos acompañaban los rayos dentro del Océano Pacífico, y junto con nuestras linternas rojas esta era la única luz que iluminaba nuestro camino. Allí, en esos primeros días, logramos asentar las bases de lo que sería nuestro día a día en Montezuma: la observación de los rastros de las tortugas y cómo encontrar el nido, como tomar medidas a las tortugas, y cómo replicar sus nidos en el vivero donde dejaríamos en resguardo los huevos, entre muchas otras cosas más… Si algo sentí en esos días, es que nuestro trabajo consistía en aminorar la marcha, en vivir desde la observación de la naturaleza y de sus ciclos… Y ser solo la mano que acompaña el proceso natural de las tortugas, ser un actor que interviene desde el respeto e intenta no ser visto para que todo se mantenga natural y salvaje…
2. El Ecuador…
Los días han ido pasando, al principio lento y muy sentidos… Y con el paso del tiempo todo ha comenzado a acelerarse, y no puedo creer que ya esté en el ecuador de mi viaje. En estos días, podríamos decir que la práctica, la atención a la naturaleza, y las 3000 preguntas que he ido haciendo a mis coordinadores me han hecho casi una experta en la materia.
Cada mañana mientras desayunamos, hay dos preguntas que no paran de sucederse: ¿Vistéis tortugas ayer en vuestro turno? Y, la más importante, ¿Nacieron ayer tortugas? Esta última, se pregunta por si las demás personas voluntarias han incumplido la norma que todas y todas hemos prometido: si nacen las tortugas, llueva, truene o sean las 4 de la mañana (que es muy probable) se debe de avisar a todas las demás personas.

Porque, aunque estamos en época de desove de tortuga, y, por ende, de nacimientos aún no han nacido los nidos que están a punto de eclosionar. Aunque tenemos la suerte de que a la primera pregunta que he mencionado le suelen acompañar respuestas positivas y todos solemos ver cada noche tortugas desovando, los nacimientos son el hecho más codiciado de todas. Muchas de las personas voluntarias que nos acompañan, no van a estar tanto tiempo como yo, y en los pocos días que vienen esperan poder acumular las máximas tortugas vistas y sobre todo, llevarse la experiencia de poder ver un nacimiento de tortuga.

"Compartir el nacimiento de las
tortugas, con la salida del sol y el silencio de que todo el resto del mundo dormía es algo que acabas recordando el resto de tu vida"
No fue hasta el día 1 de septiembre, cuando pudimos vivir nuestro primer nacimiento. A las 5 de la mañana, una voz entraba en mi cuarto y proclamaba a viva voz que las tortugas ya estaban naciendo. Nos pusimos la ropa a toda velocidad, chubasquero hasta arriba (casi todas las noches nos acompaña la lluvia) y linterna en mano. Compartir el nacimiento de las tortugas, con la salida del sol y el silencio de que todo el resto del mundo dormía es algo que acabas recordando el resto de tu vida…

3. Y para concluir…
Después del primer nacimiento de tortugas, nos acompañaron muchos, muchos más… En la pizarra donde anunciábamos las actividades, solía verse escrito “Exhumación 4 p.m” casi a diario. Esto suponía, que teníamos que vaciar los nidos en dónde habían nacido casi todas las tortugas en las noches anteriores, por si quedaban algunas aún debajo de tierra. También, en esta tarea, buscábamos los huevos que no habían eclosionado, para abrirlos y poder ver en qué fase se quedaron, y ver qué problema había podido surgir. Todo esto, acababa con dejar el hueco al sol para que acabase de desinfectarse y que, en unos meses, con arena nueva, pudiese ser el refugio de nuevos huevos. Desde casi el comienzo de mi estancia, los coordinadores habían delegado en mí muchas tareas en relación a las tortugas, siendo el nexo de unión para las personas que venían a hacer un voluntariado en el proyecto. Para este entonces el comienzo de esta aventura parecía al mismo tiempo, que había sido sólo hace una semana y a la vez años. En los últimos días, dediqué tiempo a dejar todo atado para mi partida… Con la tranquilidad, de saber que todo seguiría sin mí y que todos los espacios que yo había tocado con mi presencia seguirían siendo atendidos por otras manos. Algo que valoro mucho de esta experiencia, es que la ayuda que ofrecíamos no nos ponía en el centro de la acción. Todo era para las tortugas, la naturaleza en el centro. Un ejercicio de humildad en donde en cada acción se requería que no fueses visto, que tu presencia no cogiese espacio en la escena…
"Todo era para las tortugas, la naturaleza en el centro. Un ejercicio de humildad en donde en cada acción se requería que no fueses visto, que tu presencia no cogiese espacio en la escena…"
Aunque las despedidas siempre son amargas, en esta ocasión, me fui feliz de dejar todo tal y como lo encontré, quizás un poco más bonito puesto que cedí a la naturaleza intrépida que me rodeaba y eché esa emoción en la maleta, para que me acompañe esté donde esté, a tantos y tantos kilómetros de aquí….
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