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INDEPENDENCIA ECONÓMICA EN MUJERES: UN PUENTE HACIA LA AUTONOMÍA

Lourdes Gutiérrez Barrera


La incorporación progresiva de las mujeres al mercado laboral en las últimas décadas ha supuesto un gran avance en la lucha por los derechos de las mujeres y en vistas a construir una sociedad más igualitaria.

Si bien, las tareas del hogar y los cuidados siguen recayendo sobre las mujeres, compaginar la vida privada y la laboral supone un sobreesfuerzo y los puestos de poder siguen estando ocupados mayormente por hombres, siendo especialmente difícil para nosotras poder acceder a los mismos. La incorporación al mercado laboral nos ha dotado de herramientas y oportunidades para construir una vida de mayor autonomía e independencia, en definitiva, una vida más allá del papel tradicional que siempre se nos ha impuesto por ser mujeres.

Pero lo cierto es que no podemos hablar de la situación de las mujeres desde un único prisma o desde nuestra propia realidad y la de la sociedad en la que vivimos. Si algo he aprendido durante mi formación y la experiencia de trabajar con personas en diversos contextos y situaciones es la importancia de la interseccionalidad y de la existencia de diferentes movimientos feministas dadas las diferentes realidades que las mujeres tenemos. Solo considerando esto podremos verdaderamente avanzar de la mano sin perpetuar jerarquías entre nosotras mismas.


Para mi estancia en Togo quise tener muy en cuenta esto en los proyectos en los que colaboré con el objetivo de evitar trabajar con las mujeres desde un prisma equivocado: quise evitar en la medida de lo posible imponerles cómo debían vivir desde un punto de vista sesgado; mi punto de vista como mujer europea y como profesional de la psicología, ya que también he podido ser consciente de que lo que aprendí en la facultad es aplicable, tal cual lo interiorizamos, en algunos contextos, pero no en todos.

A pesar de esta concienciación, hubo momentos durante los talleres en los que trataba el empoderamiento con las mujeres, en los que sin darme cuenta quise trabajar aspectos psicológicos y sociales de una forma en la que en mi contexto social y cultual hubiera tenido mucho sentido pero allí, por cuestiones culturales y también por la situación de la mujer más concretamente, no eran posibles. Y no me di cuenta de ello hasta que una chica cortó mi discurso durante el taller y me dijo “Eso está muy bien, pero aquí no podemos hacerlo así”. Aprendí una vez más, la importancia de escuchar más y mejor, de observar, de aprender de la cultura y la forma de vida del lugar donde estaba y sobre todo que mi papel era acompañar y apoyar (y no enseñar) a esas mujeres, como agentes activas de su propio cambio.

Fotografía 1: Mujeres de la región de Danyi.


En mi viaje a Togo tuve la oportunidad de conocer a mujeres muy diversas; mujeres que vivían en zonas rurales y mujeres que vivían en la capital (Lomé), mujeres de diversas edades y diversas situaciones. A pesar de esa gran variedad y de las muchas diferencias que pude observar, también pude encontrar muchas similitudes entre ellas y problemáticas que afectaban a todas por tener una raíz común: su papel en la sociedad. En la mayoría de los casos, sigue estando relegado al cuidado de los demás y a las tareas domésticas.

Una de las necesidades que detecté es que a la juventud en general y a las mujeres en particular, no se les educa para que sepan contestar a la siguiente cuestión: ¿Cómo quiero vivir?, ¿Qué quiero para mi vida más allá de lo que los demás quieren para mí?

Muchas mujeres se casan y tienen hijos a edades muy tempranas sin tener la oportunidad consciente al menos de saber qué quieren y en qué momento quieren hacerlo. La falta de una educación emocional, en valores, pensamiento crítico y toma de decisiones conduce a que tanto chicos como chicas sigan el camino que se les impone o el camino que se supone que deben seguir y esto es, seguir los roles marcados tanto para hombres como para mujeres. En el caso de las mujeres también existe una gran presión en contextos no formales y de gran peso, como la familia, que dan gran importancia al matrimonio y la vida familiar. Las chicas no crecen con la idea de buscar qué quieren para ellas, qué son capaces de hacer y de conseguir, sino que desde pequeñas reciben el mensaje arraigado de encontrar pronto un buen marido con el que poder formar una familia, de forma que si una mujer tarda “demasiado” en casarse porque está priorizando otro aspecto de su vida, como el laboral, puede sufrir la presión y represión por hacer las cosas de forma diferente a lo que se espera de ella.

En este sentido, que las mujeres cuenten con apoyo ante estas dificultades y con personas que las acompañen en este y otros procesos es fundamental. El empoderamiento y el trabajo con las mujeres sigue siendo vital para que trabajen en ellas mismas y para que gestionen aquellos obstáculos y dificultades que se les presenten por el camino de cara a conseguir sus metas.

En esta línea, sobre todo es importante que los profesionales y/o personas voluntarias en terreno apoyen y propicien la creación de redes de mujeres y lazos fuertes entre ellas de manera que puedan apoyarse y acompañarse entre ellas mismas como mujeres que comparten vivencias y objetivos comunes, sin la necesidad de depender de las personas que están como cooperantes de manera temporal en terreno. La importancia para que se den y se mantengan cambios a largo plazo reside en que la propia comunidad tenga un rol activo en las acciones que se lleven a cabo para que estas y los cambios perduren en el tiempo.

La temática que más pude trabajar (de manera indirecta y directa) y que más me hizo reflexionar durante mi viaje, fue la independencia económica de las mujeres. Al estar presente en dos proyectos diferentes, pero ambos enfocados al trabajo con mujeres, pude ver la importancia de este aspecto desde dos ángulos diferentes.


Foto 2: Reunión de mujeres para hablar sobre higiene íntima y menstruación.


En mi estancia en la región de Danyi, tras numerosas entrevistas con las mujeres de la zona, pudimos observar cómo la falta de independencia económica era un factor importante (no el único) que afectaba a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Ante la falta de recursos económicos propios, muchas mujeres no podían acceder a recursos básicos como compresas y analgésicos para el dolor menstrual, además de no poder permitirse ir al médico y el tratamiento de enfermedades provocadas por una higiene íntima inadecuada.

En Lomé tuve la oportunidad de trabajar con mujeres que estaban realizando su formación en alta costura para poder, algún día, ser dueñas de su propio negocio. La base de este proyecto estaba en dar oportunidad a mujeres en situación de vulnerabilidad para que, ante la falta de ingresos económicos no acabaran siendo víctimas de prostitución, violencia de género, redes de trata y otras situaciones que impliquen la vulneración de sus derechos como mujeres y como seres humanos. El hecho de que fuera un grupo reducido me permitió profundizar más y mejor en cada historia y ser más consciente de las trabas que cada una atravesaba para poder estar allí y sobre todo para poder continuar con su formación.



Fotografía 3: Taller de costura en el marco del “Proyecto Esperanza” en Lomé.


La falta de independencia económica también afecta a las mujeres en el ámbito de la pareja y la familia de manera que se perpetúan relaciones dependientes y jerárquicas en las que las mujeres dependen económicamente (y en más aspectos) de sus maridos, que se encargan de realizar el trabajo remunerado mientras ellas realizan las tareas del hogar y de cuidados. Además, en las relaciones de maltrato, la falta de independencia económica es un factor que contribuye, entre otros, a que muchas mujeres no abandonen la relación por la falta de recursos propios para subsistir y la existencia también de hijos/as a los que criar.



Fotografía 4: Mujeres participantes del Proyecto “Esperanza” durante la clase de costura.


El trabajo en vistas a promover iniciativas que favorezcan la independencia económica en las mujeres es fundamental para promover cambios estructurales que mejoren la situación de las mujeres. La falta de recursos económicos afecta a todas las esferas de la vida de una persona.

La independencia económica para las mujeres supone un factor protector ante estas y otras problemáticas. Es una herramienta que dota a las mujeres de mayor autonomía y las empodera para tener un rol más activo en su propia vida, un rol de mayor visibilidad en la sociedad y un mayor bienestar físico y psicológico.

Sin duda alguna, supone un gran reto a conseguir desde muchos niveles. Se trata de cambios estructurales que hay que realizar desde los cimientos. Seguir cuestionando los roles de género tradicionalmente impuestos a los hombres y mujeres en la vida privada y familiar, así como el papel de las mujeres en la esfera pública. Supone también un trabajo a realizar de sensibilización y formación desde edades tempranas tanto con los niños como con las niñas, con las familias y con las mujeres, pues además de generar iniciativas que promuevan la independencia económica, es importante la participación de las mujeres en las mismas y el apoyo social y de la comunidad de pertenencia.

Tuve la oportunidad de realizar una estancia en Togo que me ha permitido sentar las bases de una pequeña parte de la realidad que he conocido, pero sobre todo me ha dado el impulso y la perspectiva para seguir deseando trabajar de una forma más realista y acertada por el bienestar de las personas y las comunidades, teniendo en cuenta las necesidades, pero también sus fortalezas.


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