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Infancias vulnerables y cambio social. Intervención en género y relaciones afectivo-sexuales

Desde que comencé a tener clara mi vocación social y a involucrarme en proyectos de intervención psicosocial como psicóloga, he participado en distintos tipos de iniciativas que persiguen facilitar la construcción de una sociedad más justa y equitativa, en la que cada persona pueda disfrutar de sus derechos y cumplir con sus deberes. Una vez tras otra, me encontraba con cierta dificultad para separar lo profesional de lo personal, pues trabajar con emociones ajenas y con personas que se encuentran en difíciles situaciones de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social, me hacían sentir frustración por no poder abarcar tanto como me gustaría, o lograr solucionar problemas que no están a mi alcance (al menos de una manera rápida y eficaz), pues trascienden a niveles sociales, estructurales y sistémicos que requieren de cambios colectivos y progresivos. Sin embargo, existe un tipo de colectivo con el que esa sensación de frustración, se veía eclipsada por la motivación y la esperanza: la infancia. A pesar de que es muy duro acompañar situaciones en las que muchos niños niñas y adolescentes ven sus derechos vulnerados, es precisamente en ellos en donde he encontrado una fuente muy potente de cambio social y, relacionado con ello, mi pasión profesional: la prevención. Tratar de, por un lado, garantizar sus derechos, y por otro, promover en ellos actitudes críticas y analíticas socialmente, que les permitan cuestionar la gran cantidad de prejuicios, estereotipos, roles y patrones de comportamiento que se vienen transmitiendo de generación en generación a través de cualquier tipo de medio de comunicación y entorno social, y que promueven y legitiman actitudes violentas, xenófobas, machistas,.... De este modo, sensibilizando, concienciando, desmontando mitos y ofreciendo estrategias alternativas, considero que se les brinda protección individual ante dichas enseñanzas sociales, además de romper con la cadena de transmisión de dichos comportamientos y actitudes discriminatorias.


Esto es precisamente lo que hizo que, entre los distintos proyectos que lleva a cabo la Fundación Creciendo Unidos, escogiera el proyecto de CasaTaller Caracolí en el barrio de Ciudad Bolívar, a las afueras de Bogotá. En este sector, y de la mano de las trabajadoras del equipo psicosocial de la fundación, se identificaron necesidades de urgente intervención en el área de las relaciones afectivo-sexuales en la adolescencia. Los y las adolescentes del grupo, comenzaban sus primeras relaciones, las cuales estaban dominadas por los roles y estereotipos de género, la violencia (física, verbal, simbólica,...) y la falta de habilidades comunicativas y de gestión emocional. Ante esta problemática detectada, se decidió que mi labor consistiría en diseñar e implementar un programa de intervención formado por un ciclo de talleres con la temática de “Género, amor romántico y violencia en las relaciones. Aprendiendo a construir relaciones sanas”. Además, estos talleres grupales, de carácter más formativo, se complementaron con seguimientos individuales y con un grupo conversatorio donde abordar de un modo menos estructurado distintas temáticas sobre sexualidad, respondiendo al propio interés manifestado por los y las jóvenes hacia esta temática.


Emocionalmente, atravesé distintas etapas. Al principio, me sentí algo intimidada, pues el cambio de contexto dificultaba en muchas ocasiones una compresión profunda por mi parte de su cultura, que me permitiera diseñar las actividades y programar los contenidos, pues, obviamente, el contexto sociocultural de estos adolescentes dista mucho


del de los españoles, colectivo con el que estaba acostumbrada a trabajar. En Caracolí, los jóvenes parecían estar mucho más sexualizados a más temprana edad y aún así contar con mucha menos comprensión de todo lo que envuelve la sexualidad, habiendo habido casos de embarazo adolescente no deseado. Además, muchos de ellos se encontraban o se habían encontrado en situaciones de abusos o acoso, factor que debía tener en cuenta para el desarrollo de las sesiones. Por otro lado, mi impresión (al menos a partir de mi experiencia previa trabajando con adolescentes) es que en España muchas veces existe un discurso de igualdad, en el que la mayoría de personas creen que esta ya se ha alcanzado, y predomina el sexismo benevolente (vs. hostil) y la violencia simbólica. En esos casos, los esfuerzos van enfocados a visibilizar las desigualdades que todavía existen y cómo combatirlas.


Sin embargo, en Colombia me encontré con un panorama totalmente distinto:la totalidad de los adolescentes con los que trabajé, legitimaban los roles y estereotipos de género, asumiendo que es “lo lógico” por ser hombre o ser mujer, además de normalizar y defender actitudes de control, celos y dominación.

En este caso, el trabajo no van tan enfocado a visibilizar diferencias y desigualdades entre géneros, pues estas se reconocen de manera muy explícita, si no que el trabajo se centra más en debatir las creencias que legitiman estas actitudes, con el fin de mostrar las consecuencias negativas de dichas desigualdades y concienciar sobre la importancia y la manera de cambiarlas.

El objetivo final del programa era, en definitiva, formar para prevenir la construcción de relaciones disfuncionales y reducir las violencias en la pareja, la violencia sexual, la transmisión de ETS y el embarazo no deseado.


Aunque el tiempo de trabajo no fue muy prolongado (4 semanas aproximadamente, ya que las primeras sirvieron de adaptación y planeación), se lograron ver resultados. Además de lograr observar directamente a través de verbalizaciones o conductas cómo habían interiorizado muchos de los contenidos trabajados, se estableció una relación de confianza con las profesionales en las que se había roto el tabú de la sexualidad y el amor, por lo que se abre una puerta a la intervención futura. Además, varios de los participantes, identificaron su orientación sexual y se sintieron cómodos para poder manifestarla, pues habían aprendido la diferencia entre orientación, expresión sexual e identidad de género.


Personalmente, quedo muy satisfecha con el trabajo realizado. No solo por la utilidad del programa, sino porque realmente he disfrutado aplicándolo. Los chicos y chicas se han mostrado participativos y muy interesados por la temática. Además, desde la fundación, y a pesar de trabajarlo todo en equipo, siempre contando con la opinión, el criterio y el modo de trabajar de las profesionales de la fundación, se me ha ofrecido mucha libertad y flexibilidad a la hora de plantear los talleres, por lo que también me siento agradecida por ello.


Sin embargo, esta experiencia no ha sido solo las intervenciones. También ha habido espacio para conocer la historia, la cultura, la gastronomía, la música y la gente de Bogotá. He tenido la suerte de hacer buenas amistades con las que, aunque al principio había un gran choque cultural (por ejemplo, respecto a legitimación de roles de género), aprendimos a relacionarnos entendiendo de dónde parte cada uno y tratando de entender las trayectorias del otro, sin tener por qué compartir ciertas opiniones. A un día de mi regreso a España, solo puedo estar agradecida por este tiempo en Colombia y desear volver muy pronto. Sin embargo, mi paso por este país, no como turista sino viviendo en él (aunque por poco tiempo), haciendo vida normal, relacionándome con la gente local, conociendo sus costumbres y modos de vida, sus circunstancias políticas, sociales y personales… aprendiendo a escuchar y observar… me han servido para ser más consciente aún de la posición de privilegio en la que me encuentro como Europea. Por primera vez, he sido muy consciente en cada interacción de estar en una posición de privilegio que influía en cómo la gente me trataba, de la que tenía que hacer esfuerzos constantes por bajarme o, al menos, ser consecuente con la posición que ocupaba. Aunque me encantaría quedarme aquí más tiempo, o regresar, sé que la manera de actuar para lograr un cambio social no reside únicamente en este tipo de experiencias, si no en “pensar global, para actuar local”. De Colombia me marcho con mayor conciencia y motivación por hacer pequeñas acciones en mi entorno que puedan repercutir a nivel global.



Alba Dorado Gómez

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Universidad de Granada
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