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Justicia Ambiental en una Comunidad Indígena Urbana en el Corazón de Lima, Perú


Desde el 2019 empecé a forjar una relación cercana con la Comunidad Indígena Urbana Shipibo-Konibo de Cantagallo ubicada a tan solo diez minutos en coche del Palacio de Gobierno en Lima, Perú. A partir de esta relación profundicé cada vez más en las problemáticas a las que se enfrentan a diario como comunidad indígena urbana establecida informalmente sobre un terreno originalmente propiedad de la Municipalidad de Lima desde hace más de veinte años. Sin acceso a servicios básicos de saneamiento, luz ni agua y en viviendas autoconstruidas con materiales precarios se enfrentan a unas condiciones de vida sumamente duras. A todo ello ha de añadirse la historia de discriminación sistémica que ha sufrido el colectivo de amerindios migrantes a la capital quienes son etiquetados generalmente como “incivilizados”.


Entendiendo que el problema principal que les retiene de una mejoría en sus condiciones de vida es la falta de un título legítimo de tenencia sobre su terreno con el cual luego optar por un programa de Vivienda Social, les pregunté a los cuatro dirigentes que gestionan la comunidad si elaborar una tesis sobre dicha cuestión es algo que les serviría de mi parte como ambientóloga. Me respondieron que efectivamente carecen de los conocimientos técnicos ambientales para poder tratar los temas sobre la cuestión del terreno y que el apoyo legal que habían recibido previamente no había sido suficiente. Por lo tanto, propuse un Trabajo de Fin de Grado para cubrir esta problemática. Dada la naturaleza compleja de la problemática y siendo un conflicto que lleva más de veinte años sin resolverse, centré el TFG en un estudio sistémico de la problemática compleja para encontrar la estructura profunda y así entender qué líneas de acción seguir.

El resultado fue que existe una falta de voluntad política de proveerles las condiciones mínimas de calidad de vida a la comunidad dado el interés político y económico sobre el terreno y, adicionalmente, la comunidad tiene una enorme carencia de capacidad de gobernabilidad. Visto esto y entendiendo el limitado alcance de mi intervención como estudiante decidí trabajar en base a la falta de gobernabilidad. Esto último está principalmente encarecido por el miedo latente ante un posible despojo y debido a la sensación de supervivencia por encontrarse en condiciones precarias.


Como parte de este TFG, fui intermediaria durante los años 2021 y 2022 en las reuniones entre la comunidad y las entidades estatales competentes en las negociaciones sobre el terreno de la comunidad – de elevado interés político y económico por el creciente valor del suelo dada la ubicación. Participar en estas reuniones fue toda una batalla ya que, a pesar de ser derecho legítimo de los pueblos originarios el acceder a un diálogo intercultural crítico según el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en los espacios de negociación, en primer lugar las entidades competentes no tenían la intención de concederles a la comunidad interlocutores que adaptaran el diálogo tecnocrático a un lenguaje accesible y adaptado a la realidad y cosmovisión de esta etnia y, en segundo lugar, como técnica ambiental intermediando por la comunidad se me privó de varias reuniones.

En la mayoría de los casos tuve que entender los avances en las negociaciones a través de las actas y los apuntes de los dirigentes de la comunidad. Resultó ser muy frustrante depender en estos dos únicos canales para comprender la realidad y esto no hizo más que enfatizar la falta de voluntad política y negligencia por parte del Estado.


Como parte del procedimiento para concederles a la comunidad un proyecto de vivienda social, se realizó un estudio de suelo. En este estudio se concluyó que existe una elevada contaminación por los metales pesados plomo y arsénico dado que las concentraciones mostradas en los resultados superan los Estándares de Calidad Ambiental (ECA) en la ley

vigente y que, dado el elevado costo de remediación, resulta inviable remediar el terreno declarándose este mismo como un territorio inhabitable. Esto sería el actual detonador del miedo al despojo y del desenvolvimiento de mecanismos de acaparamiento de recursos por parte de los dirigentes. Junto al departamento de Química Agrícola de la Universidad de Granada (UGR) y en convenio con el departamento de Ingeniería Agrícola de la Universidad Nacional Agraria La Molina del Perú (UNALM) cuestionamos el estudio de suelos realizado que no contaba con componentes básicos de caracterización de suelos ni con un estudio de riesgo a la salud por dicha contaminación. Con todo ello, el resultado del estudio sistémico fue la propuesta de realizar un estudio de suelos siguiendo una metodología de Investigación-Acción-Participación. Esta último fue la actividad realizada durante la estancia.


En este caso ser peruana no implicaba tener más comprensión de los procesos mentales de los miembros de la comunidad. En definitiva, trabajar con pueblos originarios implica estar en constante reposicionamiento de perspectiva de la occidental a la indígena. Los términos usados, los conceptos e inclusive el manejo del tiempo es distinto. Además, al tener un fenotipo típicamente “europeo” se me hizo más difícil ser incluída sin ser concebida como una “niña gringa”.

Constantemente siendo consciente de estas diferencias y del rechazo y desconfianza que la comunidad ya tiene al extranjero “profesional”, percibí que ser sumamente transparente y usar el lenguaje más coloquial posible permitiría conectarnos más. Inicié la asamblea con la comunidad en el primer día de visita reconociendo que el mi interés en realizar con ellos este estudio de suelo no solo es por la vocación que tengo pero que también es parte de mi recorrido profesional o en otras palabras que esta experiencia sería incluida en mi CV. Con esta simple aclaración pude ver como cambiaron las caras de las personas presentes en la reunión positivamente. Se dio una sensación de relajo colectivo, ya no había suspicacia y las intenciones estaban claras.


Creamos un grupo de trabajo con miembros de cada asociación y con ellos realizamos el muestreo de suelos y les compartí el proceso del trabajo realizado en el laboratorio.

Una de las dirigentes tenía un plano de la comunidad lotizada, sería perfecta herramienta para registrar los puntos de muestreo. Se la pedí, pero no me la quiso compartir ni a mí ni a los otros dirigentes. Resulta que se encontraba tramitando la constancia de posesión del territorio que le correspondería a su asociación y no estaba dispuesta a compartirla con el resto de la comunidad. A partir de esta constancia esperaría recibir algún beneficio de los programas de Vivienda Social. Como mencioné previamente, el acaparamiento de los recursos es un mecanismo que retiene a la comunidad de tener una capacidad de gobernabilidad y ello es consecuencia de un choque que se ha dado entre la cultura indígena y el sistema occidental. Dada la ruptura de las tradiciones indígenas, los principios colectivistas han sido desarraigados de sus modos de vida y ello ha sido adicionalmente motivado por la necesidad de sobrevivir en un sistema extraño y hostil de competencia y mercantilismo. No juzgar a la dirigente por no querer compartirme el plano y tomar distancia emocional fue parte importante de mi experiencia y autoetnografía. Esto lo tuve que replicar en varias ocasiones y en muchas de estas no llegué a comprender ni la razón de ser de las conductas que se llevaban a cabo, pero las respeté y sobre todo reconocí las limitaciones de un trabajo de intervención en tan poco tiempo exigiéndome menos a mí y a la comunidad. Esta postura más distante y de alguna forma fría me permitió establecer límites y no entrar a intentar resolver conflictos internos y personales entre los miembros de la comunidad. Este último aprendizaje lo rescato y comparto para cualquiera que esté empezando a trabajar en campo con comunidades y que pueda fácilmente ser reconocido como salvador ya que es parte crucial del trabajo mantener una distancia que no se en tropiece con la autonomía y agencia de toma de decisiones de la comunidad.


Sin lugar a duda, esta experiencia me ha servido para comprender en mi propia carne la realidad de un contexto muy romantizado lo cual me ha servido para tener un conocimiento y una posición más crítica frente a la problemática a la que la comunidad se enfrenta pudiendo realizar un trabajo más profesional. Ello es sin duda extrapolable a otros contextos similares y de cara a futuros trabajos, se trata de contar con unos antecedentes que me permitirán ofrecer un mayor expertise basado en una experiencia vivencial y de capo única.




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