Juan Portillo Millán
Aún recuerdo el primer día que obligué a un niño a leer. En la educación que yo recibí la obligatoriedad de las tareas eran uno de los puntos centrales del desarrollo de niños y adolescentes durante su etapa escolar, cuando tomé el libro de uno de mis alumnos y le pedí que leyese un párrafo me quedé atónito. No sabía leer.
Yo comprendía que en el campo existían menos oportunidades de triunfar académicamente que en la ciudad, pero no podía esperarme lo que me relatarían allí sobre esta brecha que separa un mundo de otro.
En Bolivia, la tasa de analfabetismo adolescente en mujeres es del 37’7% frente al 14’4% masculino en 1994, principalmente esta lista se engrosa con personas del ámbito rural. Uno de los principales problemas, aparte de la falta de escolarización en ciertos casos, es la cantidad de niños que se encuentran dentro de la misma clase. Estos colegios, según me contaban los niños del Hogar Social Montero, son “multicursales”, al tener tan pocos niños por comunidad existe un único profesor para todos ellos que les imparte la misma materia con los materiales que tiene disponibles. La mayoría de las veces estos profesores no llegan a poder ocuparse de todos los cursos a la vez por lo que muchos niños se quedan a medias durante sus estudios.
Durante mi estancia pregunté a diversas personas de distintos sectores educativos sobre los problemas que ellos notaban en la educación y uno de ellos fue el propio trabajo de los profesores. Estos cobran un sueldo mínimo como funcionarios del estado, por supuesto estamos hablando de colegios públicos, el trabajo se encuentra tan mal remunerado y el número de niños por aula en los colegios nacionales es tan alto que muchos de ellos sólo esperan de los alumnos que traigan sus tareas hechas. No existe una corrección de estas porque no tienen tiempo para ello, son pocos y están muy mal pagados. Bolivia destina gran parte de su PIB a educación, pero igualmente este solo compone aproximadamente 3.000.000 de dólares, para que nos podamos hacer una idea de cuanto es esto, España gasta cerca de 50.000.000 de euros siendo esto un 10% del PIB mientras que para Bolivia supone igualmente un 8,9%.
Este único requerimiento por parte de los docentes, en los que no me gustaría poner el foco exclusivamente ya que hacen lo que pueden con la cantidad de trabajo que tienen, lleva a los alumnos a copiar las tareas de sus compañeros o a realizarlas directamente mal. La mayoría de las veces no se les sanciona por ello.
El sistema no puede ocuparse de tantos alumnos, la pirámide poblacional boliviana muestra que aproximadamente un 20’8% de la población son menores de edad. Los primeros afectados de este fallo sistemático son los chicos provenientes del entorno rural: si un alumno se retrasa o tiene problemas con las asignaturas, el sistema no puede ocuparse de él y directamente lo “desecha”, no se planifican actividades de refuerzo, profesores de apoyo, baterías de ejercicios extraescolares de comprensión lectora, cálculo o resolución de problemas. Si no existe el dinero para contratar más profesores, se prioriza a los alumnos que más posibilidades tienen de prosperar y se va dejando atrás a los demás. Esto ha creado un estigma muy poco agradable que condena a las gentes del campo de vuelta al campo, la tasa de abandono escolar en Bolivia es de 2.1 puntos, siendo la primera causa el trabajo infantil, principalmente en el campo, muchos de ellos lo hacen, como me comentaba una alumna de cuarto de secundaria, porque ven a sus familias sufrir y cuando llegan al colegio no son capaces de mantener el ritmo con el resto de la clase debido a esa falta de base que no pudieron adquirir durante la primaria.
A todo este escenario que viven los alumnos bolivianos se suma la crisis del Covid-19. Si los países primermundistas han notado un déficit en los resultados académicos tras la pandemia con todas las facilidades que se podían ofrecer en la palma de la mano, la situación en Bolivia fue terrible en comparación. Dos cuestiones se dibujan en esta reflexión: La primera es la falta de recursos tecnológicos o de acceso a internet dentro de las comunidades de Santa Cruz, lo que imposibilita totalmente la conexión a videoconferencias. La segunda es que aquellos chicos que podían acceder a la tecnología desarrollaron un apego exacerbado a los dispositivos móviles en una edad temprana que rondaría los 9/10 años. Esto ha afectado de forma negativa a sus capacidades de concentración y de trabajo.
Dentro de este panorama tan desolador existen organizaciones como la Fundación Hombres Nuevos, el Padre Nicolás Castellanos, fundador de este proyecto ha dedicado su alma y su corazón a revertir estos problemas mediante un amplio sistema de donaciones y actividades de voluntarios como yo y tantos otros que han tenido la suerte de convivir con los chicos de Santa Cruz de la Sierra. El apoyo que este tipo de organizaciones dan a los centros educativos y cuidados a los menores en situación de extrema pobreza no se puede expresar en un único artículo.
Cuando llegué a mi aula del Hogar Social, el choque cultural se expresó con toda su fiereza contra mis capacidades como profesor. Cometimos el error de la obligación y carecimos de la virtud de la comprensión y la paciencia con nuestros alumnos: todos copiaban la tarea de sus compañeros y se negaban a colaborar en el aula. Las primeras medidas que tomamos fueron erróneas y el tiempo nos lo demostró, planteamos prohibir copiar quitándoles las libretas de los compañeros durante el tiempo de trabajo, pensando nosotros también que serían capaces de resolver los problemas por su cuenta con una pequeña ayuda, pero la ayuda era mucho más necesaria de lo que pensamos.
Conforme me comuniqué más en el aula con los estudiantes fui descubriendo cuáles eran sus carencias, pero también en qué destacaba cada uno de ellos. Así que cambiamos la estrategia. Comenzamos a hacer seguimiento de sus tareas incentivándoles a que apuntasen lo que debían realizar para los siguientes días de colegio. Poco a poco este esfuerzo que ellos hicieron fue siendo recompensado, nosotros les ayudábamos con los deberes y a cambio ellos comenzaron a comprometerse con su propia educación, competían entre ellos por hacer los problemas mejor, se ayudaban en la medida de lo posible y comenzaron a pedir más cada vez.
Yo con los alumnos
Juan Daniel, un chico de 12 años del Hogar comenzó sincerándose: le daba vergüenza entregar sus tareas porque sus compañeros de clase se reían de él. Intentamos derribar esta barrera de mil formas hasta que un día cualquiera me di cuenta de que multiplicaba a una velocidad vertiginosa, él siempre había ayudado a su padre en las tareas del campo y tenía que hacer cálculos. Cuando vi su tremendo potencial para las multiplicaciones de memoria, le pregunté si también sabía dividir. No sabía, pero ya teníamos un escape para un chico sin comprensión lectora que tampoco tenía ninguna ilusión por leer. Llegamos así a un pacto: si el participaba en los dictados y las lecturas en grupo, luego nos pondríamos a hacer matemáticas. En 3 semanas aprendió a dividir, a hacer potencias y ecuaciones básicas. Porque no es que no sean capaces, es que el sistema les ha intentado demostrar que no lo son, la pobreza en la que está sumido este país quiere tumbar sus esperanzas, pero son más que capaces.
Juan Daniel haciendo la tarea en la pizarra
María Milagro, Marcia y yo en la cancha
Marcia, de 14 años, apareció a las dos semanas de comenzar yo mis actividades de cooperación. La chica no quería presentarse en la escuela ni en el Hogar, tenía muchos problemas para confiar en sí misma y en los demás, iba completamente atrasada en todas las materias y parecía que con el poco tiempo del que disponíamos era imposible ayudarla eficientemente. Solo bastaron unas palabras. En cuanto oyó, probablemente por primera vez “yo confío en ti" cambió totalmente su enfoque, dejó atrás todo tipo de duda y comenzó a trabajar en todo lo que no había entregado e incluso no realizaba los descansos que se ofrecían en el Hogar para continuar con su tarea. En unas tres semanas no sólo se puso al día, sino que superó a la mayoría de sus compañeros. Cuando al despedirme de ella la felicité y le dije que era capaz de hacer lo que se propusiese comenzó a llorar. Esto me demostró que a veces sólo hace falta estar presente, y tener unas palabras, involucrarse de cualquier manera con ellos y hacerlos sentirse queridos y valorados.
Esto son sólo dos ejemplos representativos de lo que fue mi estancia en el Hogar. Pobreza sistemática, educación ahogada, profesores desbordados, son el día a día de la realidad boliviana en la zona de Santa Cruz de la Sierra y quienes más sufren son los niños. La cooperación al desarrollo es más que necesaria en estas zonas rurales, no termino de poder expresar lo necesaria que es la presencia de voluntarios que vuelquen una fracción de su tiempo en estos chicos.
Las condiciones en las que viven estos jóvenes en el Hogar eran las que se podían permitir las personas que llevan el proyecto. El edificio era nuevo y aún quedaban escombros de la obra porque no se podía pagar a alguien que se los llevase, esto fue mi actividad complementaria fuera de mis horas de trabajo: Dediqué mi tiempo libre a retirar todos los escombros del patio.
Moviendo una nevera
Los niños merecen un lugar mejor en el que vivir, y recibí muy buena retroalimentación de parte de las trabajadoras del Hogar, que no sólo vinieron fuera de sus horas laborales a ayudarme, sino que comenzaron a proyectar la idea de un huerto para que los alumnos aprendiesen a cuidarlo y cultivarlo, aunque he de admitir que todos sabían más que yo en esta materia.
Belén y Luara preparando las semillas
Debemos colaborar, sabemos todos que aquellos que nos dirigen no lo van a hacer, y encima nuestro sistema mundial no considera siquiera el desarrollo de estos países. Si no continuamos la colaboración activa, individual y desinteresada, chicos como Juan Daniel no tendrán la oportunidad de recibir un apoyo o una chica como Marcia, no contarán con una persona afable dispuesta a escucharla y a hacerla ver cuánto vale.
En general, la experiencia ha sido totalmente enriquecedora. Siento que he dejado allí parte de mi corazón, y cada día echo más de menos a los que fueron mis alumnos durante esas semanas y deseo que puedan salir adelante en el futuro. Querría concluir agradeciendo a la Universidad de Granada y sobre todo al CICODE la oportunidad de viajar a Bolivia y conocer su cultura y su gente. Aliento a todo el que lea esta memoria a atreverse a dar el paso en esta magnífica experiencia que es ayudar a los demás. Yo llegué a Bolivia desbordante de ilusión y sin saber realmente qué me esperaba. Tras seis semanas de intenso trabajo y después de una entrañable fiesta de despedida organizada por mis compañeros, mis alumnos y el padre Castellanos, subí al avión y entre lágrimas, crucé el Atlántico rumbo a casa recordando a todos los que me habían acompañado en esta experiencia iniciática que espero y deseo que sea la primera de muchas por venir.
Todos
Bibliografía
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Rocha, Cazorla, M. G. (2023) Causas de la deserción escolar en Bolivia. El diario. Decano de la prensa nacional. Recuperado en https://www.eldiario.net/portal/2023/07/12/causas-de-la-desercion-escolar-en-bolivia/
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