Mi estancia en Honduras ha sido para mí principalmente un continuo proceso de aprendizaje.
Diariamente tenía la sensación de estar aprendiendo a través de conversaciones con las personas, a través de experiencias, a través de viajes por el país que me hicieron conocer realidades de vida muy diversas. Recuerdo la primera conversación con una persona hondureña en el aeropuerto de San Pedro Sula, en donde estaba haciendo escala para llegar a Tegucigalpa (la capital). Era un chico que trabajaba en el aeropuerto y amablemente nos resolvió unas dudas que teníamos mi compañero
con quien viajaba y yo. En seguida comenzamos a hablar y lo que comenzó con una pregunta breve terminó con una conversación de ocho horas, desde las cuatro de la tarde que salió de trabajar, hasta las once de la noche. Desde luego nos hizo la espera muy amena, y ya sentí que con esa primera conversación había aprendido muchísimo de Honduras, de las formas de vida, de las tradiciones, de las familias, las comidas, etc. Curiosamente, esta persona fue la primera y la última que vi en mi estancia en Honduras, pues quedamos en vernos cuando cogiera el avión de vuelta a España, y así fue.
Primeras impresiones del país: un tráfico tremendamente caótico, muchos puestos callejeros, multitud de personas en la calle, casas y calles sin aparente planificación urbanística. En cuanto a las personas: con una enorme hospitalidad, dispuestas en muchas ocasiones a abrirse y contarte sus historias y sus condiciones de vida, con mucha pena (vergüenza para nosotros) de primeras pero muy cercanas en cuanto ganan un poco de confianza.
La asociación con la que viajé se llama ACOES (Asociación Colaboración y Esfuerzo). Es una asociación que busca reducir las desigualdades y la pobreza en el país a través de la educación. La filosofía de ACOES es que son las personas bien formadas las que pueden realizar cambios significativos en el país y que la educación es una herramienta principal para salir de la pobreza.
Como consecuencia, cuenta con un gran número de proyectos de diferente tipo: centros infantiles, escuelas de primaria y secundaria, becas y ayudas económicas para universitarios, becas de apadrinamiento a estudiantes sin recursos, contenedores enviados desde otros países...
Durante las tres primeras semanas de mi estancia en Honduras estuve acudiendo a dos escuelas de ACOES: lunes y miércoles a una (Virgen de Suyapa) y martes y jueves a otra (Santa María). Se supone que mi función en esas escuelas era la de servir de apoyo tanto a profesores como a alumnos en lo que pudieran necesitar. Sin embargo, cuando llegué me encontré con una realidad diferente.
Justo en esas semanas los profesores habían iniciado una huelga porque llevaban meses cobrando la mitad del salario debido a que el gobierno no pagaba su parte. Como consecuencia, sólo acudían al trabajo los martes y los jueves y los estudiantes no tenían clase el resto de días. A esta situación había que sumarle la dificultad de las medidas contra el Covid-19 que reducía en gran medida los horarios de clase y sus horas lectivas al dividir a los alumnos en subgrupos. En los alumnos las consecuencias de las escasas horas de clase desde hace dos años se veía claramente reflejado en el bajo nivel de conocimientos. Me encontraba con alumnos de siete, ocho y hasta diez años que no sabían escribir las vocales. Es por eso, que durante esas semanas, estuvieran los profesores en huelga o no, se convocaban a los alumnos con mayores dificultades y retrasos en el estudio para recibir apoyo por nuestra parte.
Los fines de semana no me quedaba nunca en Tegucigalpa. Aprovechaba para realizar viajes con los diferentes proyectos de ACOES sobre todo a zonas rurales, lo que me permitió a conocer otras realidades y formas de vida muy diferentes a las de la ciudad. En concreto, con el proyecto con el que más participé fue con uno llamado “maestro en casa”, cuyo objetivo es el de llevar la educación a las zonas rurales en donde el abandono escolar es mucho mayor, las ofertas educativas por parte
del estado son menores (en muchos lugares los alumnos no tienen la posibilidad de seguir estudiando después de los 15 años), o los servicios educativos se encuentran muy lejos de las casas (muchos alumnos deben caminar dos horas o más para poder ir a la escuela). El proyecto de maestro en casa aprovecha los fines de semana para viajar a diferentes comunidades rurales de casi todo el país y detectar cuales son las necesidades educativas más urgentes en cada lugar. Además, en esos viajes se realizan charlas de sensibilización tanto a los padres para que permitan y motiven a sus
hijos a seguir estudiando, como a los alumnos para explicarles la importancia de que no abandonen sus estudios y procesos técnicos como la matriculación para la universidad, la posibilidad de pedir una beca a ACOES para realizar los estudios universitarios, cómo realizar la prueba de acceso a la universidad...

Poco a poco me fui involucrando cada vez más en este proyecto hasta que se me presentó la oportunidad de irme una semana entera a una comunidad en una zona rural para dar clases durante una semana entera a los alumnos de 7º a 9º grado. En muchas comunidades se da la situación de que los alumnos reciben clase únicamente dos veces en semana porque los profesores no pueden acudir más días. Ante esta realidad, el proyecto de maestro en casa busca enviar a voluntarios hondureños y españoles a esas comunidades para que den clases de español y matemáticas durante una semana
entera y que les sirva de reforzamiento. La comunidad a la que fui se llamaba La Victoria. Fuimos otro voluntario español (Adrián) y yo y nos acogió una familia en su casa durante todo el tiempo que estuvimos. Durante seis días estuvimos dando clase de ocho y media a tres, intercalando las horas de matemáticas y de español y complementando lo aprendido con juegos y dinámicas para hacer las clases más interactivas. En seguida nos sentimos muy acogidos en la comunidad, tanto por
los alumnos, que disfrutaban enormemente de las clases, como por la familia, que nos cuidaba enormemente procurándose de darnos todas las comidas, incluso llevarlas a la escuela, de hacernos compañía en los ratos que estábamos en la casa, y por supuesto, haciéndonos miles de preguntas mutuas sobre las diferencias entre España y Honduras. Nuestra estancia en la comunidad fue muy gratificante desde el principio hasta el final.
Fue en esta comunidad en la que Adrián y yo, sin haberlo planeado, nos embarcamos en un proyecto en el que aún hoy estamos trabajando para sacar adelante. La comunidad de La Victoria es una comunidad en la que la mayoría de las familias viven en una situación de gran pobreza. A través del proyecto de apadrinamiento de ACOES nos planteamos la idea de apadrinar o buscar padrinos para ciertos alumnos a los que veíamos gran potencial y, para que negarlo, a los que les habíamos cogido mucho cariño. Sin embargo, en seguida nos surgió la pregunta de si realmente tenía sentido
apadrinar a un niño/a de La Victoria. Esta pregunta se debe a que en la misma comunidad y en las de alrededor, la realidad que viven los jóvenes es que la oferta educativa a la que pueden acceder termina cuando finalizan 9º grado (con 15 años). Una vez finalizado, no tienen la opción de continuar sus estudios de bachillerato y menos aún universitarios, porque el bachillerato más cercano se encuentra a cuatro horas caminando y no hay trasporte público. El resultado es que los
jóvenes comienzan a trabajar con 15 años y no retoman los estudios. En toda la comunidad solo conocemos de 4 jóvenes que estuvieran estudiando bachillerato, tres de ellas aprovechando las clases online a distancia y cuando se volviera a la normalidad tendrían que abandonar, y una de ellas porque tenía a un familiar viviendo en la zona.
Ante esta situación, Adrián y yo decidimos redactar un informe en el que quedara reflejado la situación actual de la comunidad y sus problemáticas respecto a la educación. Además añadimos un apartado sobre posibles soluciones. Por otro lado, nos dirigimos a la alcaldía del distrito para reunirnos con el alcalde, presentarle la situación y pedirle participación en la búsqueda de alternativas. El informe finalizado sería dirigido tanto a ACOES como a la alcaldía y el objetivo actual es el de buscar financiación económica para poder pagar a un profesor de bachillerato y para arreglar la escuela para ampliar el espacio de educación (sólo hay dos aulas para todos los cursos). Este proyecto sigue en marcha en la actualidad y, aunque avanza lentamente, el objetivo es conseguir establecer el bachillerato para el curso 2022-2023.
Tras esta semana y media en La Victoria, desde maestro en casa nos ofrecieron a Adrián y a mi la posibilidad de hacer lo mismo pero en otra comunidad: Jicarillo. Aceptamos, y un par de días después ya estábamos en la comunidad listos para otra semana de clase. Mientras que en la primera comunidad el proyecto de la semana con los alumnos en español había sido redactar un periódico conjunto, en esta ocasión, los alumnos debían prepararse exposiciones para exponerlas el último día
de clase delante de sus compañeros.
En ambas ocasiones tuvimos que adaptar el temario y el plan de enseñanza que traíamos preparado porque nos encontramos con un nivel bastante más bajo del esperado. Aún así, los resultados que encontramos fueron bastante positivos, en especial en cuanto a la motivación que trasmitían los estudiantes por estar repasando y aprendiendo cosas nuevas.
Finalmente, mi última semana desgraciadamente no la pude aprovechar al máximo porque enfermé y estuve cinco días en cama, pero en cuanto me recuperé utilicé los últimos días para visitar centros infantiles y también para pasar el máximo de tiempo posible con las personas que tanto me habían aportando durante el mes y medio que estuve en Honduras.
Unas semanas antes de llegar a Honduras he de reconocer que tenía un poco de miedo porque pensaba: “voy un mes y medio, si me lo paso bien y estoy a gusto el tiempo se me puede pasar muy rápido, pero si por el contrario, no termino de estar a gusto, un mes y medio se me puede hacer muy largo”. El último día en Honduras no me podía creer lo rápido que se me había pasado mi estancia ahí y lo muchísimo que he podido aprender en tan poco tiempo.
Llegué a España con algo muy claro: volveré en algún momento de mi vida a Honduras, y espero que sea más pronto que tarde.
Ana Janssen Álvaro
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