Primera entrada:

3 de julio de 2024, salgo desde Madrid dirección Managua (Nicaragua) con escala en Miami (Estados Unidos). Voy con un torbellino de emociones entre los que destacan la incertidumbre y la preocupación, pero, sobre todo, la ilusión. Después de días de gestiones y preparaciones, por fin estoy en el aeropuerto. Me preocupan los vuelos (la última vez que subí a un avión tenía apenas 12 años) pero todo el trayecto discurre cómodamente y sin complicaciones. Me daba miedo perderme en el aeropuerto de Miami, pero eso tampoco ocurre jejeje. Llego un poco desorientada por tanto cambio de horario y paso por la aduana, donde tengo que responder un pequeño cuestionario y pagar diez dólares. En el mismo aeropuerto me reúno con otro voluntario que también viene desde Granada y con una de las trabajadoras de la fundación en la que desarrollaremos nuestro voluntariado, Hogar Luceros del Amanecer. Ella nos espera con un taxi y partimos hacia nuestra dirección final: Camoapa (departamento de Boaco).

En el camino obtengo un primer vistazo de los paisajes del entorno y de las personas y formas de vivir nicaragüenses, con una frondosa vegetación que me resulta desconocida. Observo por la ventanilla, algo sorprendida por lo diferente que es con respecto a Europa. Al llegar a Camoapa, ya de noche, nos dejan en las viviendas en las que nos vamos a alojar y nos presentan a las que van a ser nuestras familias el tiempo que pasemos en el voluntariado. Me reciben muy cariñosamente tres grandes perros. La señora de la casa, doña Karla, es muy agradable y consigue hacerme sentir bien recibida desde el primer momento. Me enseña cómo poner una mosquitera y cenamos nacatamal, uno de los platos más típicos de la gastronomía nicaragüense, consistente en una masa de maíz con carne, verduras y arroz que se envuelven en hojas de plátano. A pesar de su cercanía, la primera noche me siento algo sola y lejos de mis seres queridos, y también preocupada por cómo serán las cosas en la fundación.

Al día siguiente nos recogen en nuestras respectivas casas, nos enseñan el camino hacia el hogar y parte del pueblo. Ya en la fundación nos muestran las instalaciones, así como la oficina de voluntariado donde tendremos nuestro espacio de trabajo. Después, nos presentan a todos los trabajadores. Cada uno de ellos nos va explicando el trabajo que desempeñan en el hogar y cuáles son sus funciones, para que así nosotros tengamos una visión más completa del funcionamiento interno de la fundación y de las distintas actividades en las que podemos participar. Los dos primeros días (jueves y viernes) son para que conozcamos mejor el hogar, tengamos un primer contacto con los niños y niñas (todos muy cariñosos y abiertos desde el primer momento) y nos adaptemos. Después, elaboramos el horario para la siguiente semana incorporarnos de forma completa a las distintas actividades. Participaremos en clases de refuerzo escolar, inglés y computación, así como en el programa de niñas embarazadas y en la biblioteca del hogar.
Segunda entrada:

Las primeras semanas en la Fundación han sido de adaptación, para conocer de cerca el funcionamiento del hogar, a los niños y niñas y sus contextos y entender mejor las costumbres, pensamientos y formas de vida nicaragüenses. Creo que las personas voluntarias que llegamos desde Europa debemos pasar por un proceso de adaptación y asimilación por las diferencias culturales que existen y que en ciertos aspectos pueden sorprender.
Al ser profesora de formación y estar interesada en los procesos de aprendizaje he empezado integrándome en el programa de refuerzo escolar. En él el alumnado recibe ayuda y orientación en la realización de las tareas que les mandan en la escuela así como profundizar en las áreas y asignaturas de menor desempeño. Los primeros días me siento algo desorientada pero, tras conocer más de cerca al alumnado, aprender sus nombres y entender mejor el funcionamiento del sistema educativo y los objetivos de cada curso escolar ya me sentía preparada para trabajar con los alumnos y alumnas en función de sus necesidades. No obstante, el alto número de alumnado que atender al mismo tiempo me impedía en ocasiones ofrecer un tratamiento individualizado. Las áreas en las que más ayuda necesitaban eran las matemáticas y la lectoescritura.
También he estado participando en las clases de computación y de inglés. En computación el alumnado aprende a manejar programas como Word y Excell, a entender las partes que conforman los ordenadores y aprender mecanografía. Para muchos de ellos es la única oportunidad que tienen para acceder a un ordenador, por lo que es una asignatura muy útil e importante en la era digital. En inglés el alumnado se reparte en distintos grupos según el nivel, aunque en general todos tienen niveles bajos de inglés. Por ello, esta asignatura es también muy importante, más teniendo en cuenta el contexto migratorio en el que nos movemos y por el que muchos nicaragüenses migran a los Estados Unidos buscando mejorar sus situaciones socioeconómicas.
También participo en el programa de adolescentes embarazadas. Nicaragua es un país con altas tasas de embarazos en niñas de entre 12 y 16 años. En la fundación existe un grupo de niñas que acuden semanalmente durante su proceso de embarazo. Una enfermera las acompaña y asiste, de forma que en el programa las preparan e informan de todo el proceso del embarazo, parto y posparto. He estado acompañando en algunas de las sesiones y también realizando visitas domiciliarias a las adolescentes que acababan de ser
madres para comprobar cómo se encontraban ellas y sus bebés. Los viernes no se impartían clases sino que se organizaban juegos y actividades. Con ayuda de Emilio y Bea, otros voluntarios, preparamos algunas dinámicas para estos días.
Se nos propuso profundizar en la educación ambiental y fomentar el reciclaje. Elaboramos una papelera de reciclaje creativa (el monstruo del papel) y dedicamos uno de los viernes para hacer actividades sobre la gestión de residuos y medio ambiente. El siguiente viernes organizamos una gymkana educativa en la que los niños y niñas tenían que ir moviéndose por las distintas zonas de la fundación resolviendo retos matemáticos, de lengua, etc.


El resto del tiempo Emilio y yo trabajamos en la biblioteca, organizando la nueva sección de
inglés. También aprovechamos todos los huecos que podemos para compartir más con los
niños y niñas, jugar con ellos, conocer sus aficiones y hacer manualidades. Ellos nos enseñan algunos juegos tradicionales de Nicaragua y nosotros compartimos con ellos algunos de España. Son estos los momentos en los que más disfruto, en los que siento que los lazos con ellos se fortalecen. Son todos muy cariñosos y buscan continuamente la atención y cercanía de las personas voluntarias. Los fines de semana aprovechamos para salir de Camoapa y conocer algunos rincones bellos del país, como León, Granada y Ometepe.
Tercera entrada:
Las últimas semanas en Hogar Luceros han sido muy bellas. Es ahora, cuando tengo que marchar, cuando más integrada y adaptada me siento a este lugar. Además de continuar con las clases de refuerzo, inglés y computación, estas semanas he estado visitando y conociendo los colegios de la ciudad, he hablado con los maestros y maestras y he podido conocer más de cerca el sistema educativo en Nicaragua. Los colegios aquí parecen estar más conectados con la naturaleza que los colegios de cemento a los que estamos acostumbrados en España. Los patios están rodeados de árboles y plantas y poseen estanques con peces que los propios niños y niñas alimentan y cuidan. Aprovecho también para hablar más en profundidad con las maestras sobre el alumnado con el que trabajo en refuerzo, sobre sus necesidades y desempeño escolar.
Con ayuda de Marta, otra voluntaria, realizamos un taller sobre inteligencia emocional en el colegio Madre Teresa, situado a las afueras de la ciudad, dirigido a alumnado de entre 9 y 12 años y centrado en identificar y reconocer algunas emociones básicas. Para ello, dividimos a la clase en grupos, asignamos a cada grupo una emoción y a partir de imágenes y de experiencias propias fueron identificando y definiendo la emoción, volcando el resultado final en cartulinas. Terminamos contentas y satisfechas con la acogida por parte del alumnado y la puesta en práctica del taller.
Estas últimas semanas también he estado participando en el programa de conciliación familiar. He podido visitar los hogares de algunos de los niños y niñas y conocer sus familias. Por respeto a la privacidad de los menores y sus familias no entraré en detalles, pero ha sido muy enriquecedor al permitirme entender con mucha mayor profundidad los complejos contextos de los que provienen. También nos permitieron a Marta y a mí organizar y mediar el encuentro de familias que se realiza bimensualmente en la fundación, en esta ocasión centrado en la importancia de que los padres y madres estén presentes en la vida de su hijos. Al encuentro anterior acudí como oyente, dieron una charla sobre feminicidio y me llamó la atención el bajo grado de participación de los familiares (varios incluso se durmieron en el transcurso de la conferencia). Por ello, en esta ocasión quería hacer algo más dinámico que favoreciera una participación activa de los padres, madres y familiares. Para ello preparamos una actividad de trabajo en pequeños círculos, dividiendo a los participantes y buscando un portavoz en cada grupo que supiera leer y escribir, ya que muchos padres y madres en Nicaragua no han tenido acceso a la educación.
Debían responder una serie de preguntas en equipo y luego compartirlas con el resto de grupos. El objetivo que perseguimos era crear espacios de comunicación y diálogo en busca de la creación de conexiones y lazos entre los padres y madres. El resultado fue muy favorecedor, la participación muy alta y las conclusiones alcanzadas enriquecedoras.

Fuera de la Fundación también han sido unas semanas bonitas. Me siento muy unida a la familia que me ha estado acogiendo durante mi estancia. Me invitan a comidas y cumpleaños, bailamos cumbia y tomamos toña, la cerveza típica de Nicaragua. También he aprovechado estas últimas semanas para jugar y compartir más con los niños, que cada día me preguntaban cuánto tiempo me quedaba y por qué me tenía que marchar. Me noto estrechamente unida a muchos de ellos. El último día me prepararon un acto de despedida. Proyectan un vídeo con fotografías de mi estancia, las alumnas de danza bailan música folclórica, los integrantes de la Fundación y compañeros voluntarios me dedican unas palabras bonitas y me entregan un diploma. Los niños y niñas me regalan cartas y dibujos. Fue muy emotivo. Abrazos y besos de despedida. Te vamos a echar de menos, ojalá poder volver, ojalá podáis visitar España.
Comments