Durante nuestra estancia en Colombia hemos realizado nuestras prácticas con Sisma Mujer, una asociación cuya sede se encuentra en Bogotá. Es una organización colombiana de carácter feminista que desde 1998 ha aportado a la consolidación del movimiento de mujeres, ha trabajado con mujeres víctimas de violencias y discriminación en razón de ser mujeres, en ámbitos privados, públicos y del conflicto armado, para la ampliación de su ciudadanía, la plena vigencia de sus derechos humanos y la promoción de su papel como actoras transformadoras de su realidad. Trabaja con un enfoque jurídico y de derechos humanos, integral e interdisciplinario, que fortalece procesos sociales para el empoderamiento individual y colectivo de las mujeres.
El proyecto en el cual tuvimos la oportunidad de intervenir se llama La Escuela Psicosocial para Lideresas. Es un proyecto que trata de empoderar y capacitar a las mujeres lideresas de grupos de mujeres de diversos municipios de Colombia para que ellas puedan transportar todo ese nuevo conocimiento y mostrárselo a los grupos de mujeres de sus municipios.
Nuestra intervención dentro del proyecto fue en la fase de cierre, donde las lideresas enseñaron todo el trabajo realizado con los grupos de mujeres durante los últimos meses. Ellas lo llamaban la réplica, ya que las lideresas hicieron algunas de las actividades que en la escuela psicosocial les enseñaron.
Este proyecto no era solo para capacitar ( más de lo que ya están) a estas mujeres sino que también se trataba de poder dar a estas mujeres un espacio para que pudiesen hablar, sentir y conectar con su alrededor, oportunidad que no tienen en sus casa debido a que son madres, trabajadoras, cuidadoras, cocineras y mucho más.
Las defensoras de derechos humanos o lideresas en Colombia son mujeres que actúan pacíficamente promoviendo y protegiendo los derechos de las personas y de los pueblos. Lo hacen de manera individual o colectiva, poniendo en evidencia a quienes hacen abuso de su posición de poder, presionan en la rendición de cuentas y destapan violaciones de derechos humanos, negándose a que se condene a la sociedad a vivir bajo el temor que les ha tocado vivir.
El alto riesgo que sufren los defensores y defensoras de derechos humanos en Colombia es una problemática que sigue siendo recurrente y evidente en el país.
¿Qué sabemos concretamente de la situación que enfrentan en el país las mujeres defensoras? En 2014 se presentaron 626 agresiones, de las cuales 221 fueron a mujeres (35%) y con respecto a 2013 hubo un aumento a agresiones a mujeres significando una agresion cada dos días hacia mujeres.
Estas mujeres que podían ser María, Blanca o Yuri como resultado de los riesgos de seguridad que enfrentan sufren diversos efectos sociales y emocionales que son diferentes a los que atraviesan los hombres en tales casos. ¿Por qué? Hay que considerar que las lideresas viven de por sí en una sociedad en la que hay inequidad en el goce de sus derechos, atraviesan violencias con marca de género en el marco del conflicto armado y que además su rol como activistas defensoras contradice las concepciones sobre el rol que se piensa debe ejercer como mujer en su familia y comunidad.
Por eso se planteó el tipo de atención psicosocial desde las diferentes organizaciones se daba hacia las lideresas teniendo en cuenta ese enfoque de género para ofrecer por ejemplo a Daniela como lideresa de una comunidad:
“A mí me mataron a mi esposo y me desplazaron, entonces después de haber tenido que cambiar de vida, me llevo a trabajar por otras víctimas. Por esos procesos he tenido ya mucho seguimiento, tanto para mí como para mi familia. Siempre me dicen “pues si no le podemos dar a usted, le damos por donde más le duele“ Cuando se meten con nuestras familias es como amenazarnos desde el vientre. Ayer mi hijo me dijo: mamá, ¿usted qué piensa? ¿Que nos maten a todos? ¿Por qué no deja ya ese trabajo?”
O podría ser Gabriela, cabeza de la junta directiva de un consejo comunitario afrodescendiente en el pacífico colombiano que trabaja por el derecho de propiedad colectiva de la tierra: “Seguimos trabajando, hemos sufrido diversos seguimientos y han llegado a darse atentados contra nosotras y nuestra organización. ¡Cuando acabaron con nuestra sede fue algo tan fuerte que no se ha podido superar, es como borrar la identidad, decirnos: ¡no queremos que existan, queremos que desaparezcan! Ahora nuestro tejido social está destruido, muchas amenazas han pasado a hechos y esto hace que algunas compañeras lideresas quieran dejar su trabajo social.”
O Yuri, quien tras llegar a Bogotá desplazada, decidió crear una organización con otros líderes victimas de cauca para apoyar otros procesos judiciales y de reparación a las víctimas: “Pues en nuestra labor hemos sido víctimas de señalamiento y estigmatización. En los últimos meses las amenazas han aumentado así que la unidad de protección me asignó un esquema de seguridad, me dieron un carro y un escolta pero no es que me sienta tan protegida porque él está conmigo durante el día pero en la noche no, además como ahora en el barrio me ven con el escolta me preguntan que si ese señor es mi familiar o mi amante o que porque a donde yo vaya el viene” Conscientes de las complejas situaciones por las que atraviesan mujeres como María, Blanca o Yuri, la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, junto con diversas entidades y un grupo de defensoras residentes en tres regiones del país, construyó unos lineamientos de atención psicosocial para mujeres en situaciones de riesgo. Estos lineamientos que no son una ruta de atención sino que tratan más de un conjunto de estrategias y herramientas, buscan orientar el acompañamiento psicosocial adecuado y eficaz para las mujeres que lo necesitan.
Podemos verlo en el siguiente Documental elaborado por Sisma Mujer “Nuestra Historia”
https://www.youtube.com/watch?v=110hY8LEwcU
Además, en la visibilización del papel de la mujer dentro del conflicto armado en Colombia, hay que destacar que ha sido uno de los grupos más afectados.
Conocer el conflicto armado colombiano, desde la perspectiva de las mujeres, es la apertura a un mundo de posibilidades que devienen de la lucha histórica para nombrar y visibilizar las experiencias de dominación y violencia contra los cuerpos y la vida de las mujeres.
La violencia sexual, como expresión de la discriminación, ha hecho parte de las estrategias de guerra de los actores armados para destruir y/o afectar el tejido social, a través de violentar los cuerpos y la vida de las mujeres. Las comunidades se sostienen en buena parte sobre el trabajo familiar y social de las mujeres. Afectadas las mujeres, se impacta negativamente a las comunidades y eso es útil para los propósitos de la guerra. Pero también, mediante la violencia sexual los guerreros propenden por la dominación del grupo-social-mujeres. En tanto ejercicio de poder, ésta reproduce las condiciones para mantener los privilegios masculinos. Por eso, el fin de la guerra no es suficiente; es muy importante para superar los niveles de exacerbación de la violencia sexual contra las mujeres, pero no significa su fin. Para otro tipo de violaciones de derechos humanos, el fin de la guerra significa un cambio transcendental pero para la violencia sexual esto no es así necesariamente; esta precede y trasciende la guerra.
“Estas mujeres sintieron asco de ellas mismas, se odiaron más que a sus propios victimarios, pero cuando se autoreconocieron hallaron la puerta hacia las respuestas del por qué y para qué fueron abusadas”
Sus historias son el espejo de otras que terminan quedando en el anonimato y el olvido, pero además cargando con la estigmatización. Esa es otra batalla que libran las sobrevivientes: convencer al mundo de que ellas no se lo buscaron, pues es el común denominador en sus testimonios.
Su resiliencia nos lleva a cuestionarnos por qué no hemos hecho lo suficiente para denunciar y ayudar a quienes han padecido la violación, y todo por la sencilla razón de que ellas lo han hecho en solitario y con el estoicismo de heroínas. Han desandado los pasos del dolor y la barbarie con dignidad y como si fuera poco, tejieron una inmensa manta con los pedazos de sus cuerpos y sus vidas, se cubrieron con ella y volvieron a sonreír.
Para ellas existe esa esperanza, así sigan viviendo en medio de la miseria o con la impunidad a cuestas. Para ellas esa vida es linda, aunque no tengan con qué alimentar a sus hijos o comprar una camisa nueva que reemplace la que está llena de remiendos.
Por eso, generar espacios en donde se escuche y se amplifique la voz de las víctimas de violencia sexual es el mejor mecanismo de incentivar la no repetición.