
Somos varias cooperantes españolas que hemos colaborado en El Salvador. Aquí está el relato de nuestro viaje, pero deciros que nos llevamos a un peculiar compañero de aventuras, y es mejor que él cuente la historia.
EL VIAJE DE JUAN CON MIEDO
Juan es un hombre como usted y como yo, ni rico ni pobre, ni noble ni villano, de porte señorial, traje a medida y pañuelo de seda, al que un giro del destino le llevará a un viaje desconocido para él. Dejemos que él mismo nos lo cuente
Encontramos a Juan informándose sobre su viaje… Google….buscar……aquí….Recomendaciones viajar a El Salvador; Se recomienda viajar con extrema precaución y abstenerse de hacerlo por determinadas zonas, El Salvador sufre uno de los índices de homicidios más elevados del mundo……..
- Si no fuera porque es mi obligación no aparecía por allí ni en sueños.
Días más tarde en el Aeropuerto de San Salvador. Se acercó a una chica que portaba un cartel con su nombre

- Perdone, es usted Juan, me llamo Sara soy conocida de
su amigo Carlos, soy cooperante española y seré su guía estos días ¿Que le trae por aquí?
- No es por turismo, le replicó Juan, sino por obligación, cumplo mi pago por una maldita apuesta con un amigo salvadoreño… Venir hasta el pueblo de Concepción de Ataco y darle un beso en la frente a su santa madre, con foto por supuesto… ¡Gracioso no¡
- La apuestas se pagan, pero conocerá un bonito país con gente noble y alegre, y deje de agarrarse la cartera que se la van a quedar los dedos agarrotados
- Sinceramente solo he oído de aquí la delincuencia, las pandillas, la corrupción, la inseguridad en las calles, si no le importa seguiré agarrando la cartera.
- Le recomiendo que se quite la chaqueta y el chaleco, le van a sobrar…esto es el Trópico, el sombrero uhm.. se lo dejo…me gusta.
Juan solo observaba hacia izquierda y derecha, mirando hacia arriba y encomendándose a un “Ser Superior” del cual por cierto solo se acordaba en contadas ocasiones.

A la salida del Hotel Sara le estaba esperando.
- ¿No tiene algo más de “sport”? - Le comentó Sara
- Parece que va usted a tomar el té en los jardines de Palacio.
-Es lo más ligerito que he encontrado. -Atento Juan, por favor, unas recomendaciones: No exhibir alegremente objetos de valor por la calle, vaya con poco dinero encima, lleve una copia de su documentación y poco más, lo demás sentido común.
-Le llevaré donde yo vivo.
Pasearon la zona que ella llamaba “La burbuja” donde viven y trabajan, con zonas de ocio donde pueden caminar con cierta seguridad y entablar relaciones con cooperantes de otros países, pero relacionándose poco con la gente local.
-Ya ha visitado mi pequeña ciudad, ahora un poco de diversión, iremos al Club La Dalia, allí conocerá a gente de aquí y verá que no todos son pandilleros ni delincuentes.
Caminaron por la ciudad camino a La Dalia, Juan miraba la cantidad de puestos ambulantes que había por todas partes pegados al caótico trafico, sin demasiado orden ni concierto, observando edificios con alambres en los muros. Después de pasar por unos cuantos comercios viendo guardias con enormes escopetas en la puerta Juan se paró de golpe

- Sara, un momento, ¿no podemos dar la vuelta y volver al hotel sin hacer mucho ruido? Viendo a esos guardias en las puertas, tan grandes como los armarios de cuatro puertas me están dando hasta calambres en las piernas.
- La ciudad hay que vivirla, esto es parte del centro histórico, una zona que está en rehabilitación, por aquí nadie caminaba hace apenas tres años, están eliminado la venta ambulante que era excesiva, ordenando el tráfico y modernizando las calles peatonales, intentado que sea una zona segura.
-¿Y dónde están las Maras y los pandilleros, donde se meten?
- No suba la voz cuando hable de las Maras, nunca se sabe quién está escuchando, mire hay zonas seguras y zonas rojas bajo control de las pandillas, allí hay que caminar rápido sin que note que vas perdido o sin destino.
- Sara, me quedo más tranquilo, ahora solo tengo calambres en una pierna.

- Ánimo Juan, a La Dalia y a divertirse.
En el bar, Sara comenzó a presentarle a sus amigos, entablando conversaciones con unos y otros sobre la ciudad…… La gente hace vida en los centros comerciales , no pasean, van en carro a todas partes
- ¡Ernesto, una Regia Extra para mi compadre Juan, mejor dos! …..
-Por la noche sí hay que ir con cuidado, para desplazarse coge un Uber o un taxi de confianza…
-¿Y vos que te sentís ahuevado?
Bebe Juan… Sara alzó la voz
-Aquí el problema es ser mujer, si te pones pantalón corto o tirantes te pitan desde los carros…
-Vamos Sara, anímate - le dijo un amigo - vamos a bailar un poco de Salsa.
- No..me..gusta.. el baile - le replicó.
Con la conversación, la música y la bebida la tarde se alegraba cada vez más. Al terminar su cuarta cerveza Juan se acercó a la barra a hacer una petición.
- Amigos, esto es un regalo por el buen rato que me estáis haciendo pasar ¡Ernesto, música! Sara ¿me permite este baile?

La sorpresa congeló a Sara y el pasodoble comenzó a sonar, pase de pecho, giro con parada, paso atrás, pase de Verónica y broche de oro con cruce de miradas.
- Es usted todo un caballero, pero odio el baile.
A la mañana siguiente se vieron en la Cafetería del Hotel.
-Le recomiendo pan dulce con leche y unas pupusas - Le dijo Sara - Yo tomaré huevos revueltos y frijoles con plátano frito. -Parece usted una nativa del país, se siente usted tan segura como en mi querida Europa
- La realidad es compleja, yo he caminado por las calles y en ellas me he encontrado gente hermosa, amable y sonriente, he visto historia, y aunque no se lo crea se permiten el desparpajo de ser felices. Pero también hay violencia e inseguridad, hay que saber ir con cuidado. Pero ellos confían en un futuro mejor.
Y ahora después del desayuno tenemos una misión… ¡Buscar a la santa madre de su amigo!
- Sara con su permiso, sepa usted que las malditas apuestas son una cuestión muy seria.

El camino hasta Concepción de Ataco recorría una ruta turística llamada “La Ruta de las Flores” que les fue llevando entre verdes parajes y extensos cafetales. Parando en pueblos como Nahuizalco: uno de los centros indígenas más importantes de todo el país, parando en su Mercado, con fruta, verdura y plantas medicinales. Salcoatitán, con su famosa Ceiba, un árbol con quinientos años de edad Juayua, con la visita a la Iglesia del cerro negro, momento que aprovechó Juan para agradecer a su particular “Ser Superior” la ayuda en este viaje. El pueblo de Apaneca y, al final de la ruta, el pueblo de Concepción de Ataco, con sus extensas fincas de café.

- Fin de ruta, Juan, ahora le toca a usted
Caminaron por el pueblo buscando la dirección que le había dado su amigo, al fin dieron con una pequeña casa adornada con vivos colores. Una señora de edad avanzada les recibió en la puerta
- ¿Es usted María Elena Flores?- Así es, pasen ustedes.
Entraron en la casa y le contaron todo sobre el obligado viaje de Juan y la maldita apuesta que perdió con su hijo. María Elena cambio del gesto más serio a la risa más sonora.
- Este Carlos Antonio esta vez se ha pasado de vivo, se merece recibir una cachimbiada.

Al rato de una charla amable con la anciana señora, Juan saco la cámara y pidió a Sara que hiciera los honores fotografiándole dando un beso en la frente a la santa madre de Carlos Antonio, tras lo cual Juan cogió su sombrero y con un gesto amable se lo entregó a María Elena.
- Señora, le prometo que volveré algún día a recoger mi sombrero.
Había pasado el tiempo de aquel viaje como en suspiro, pero todo acaba y se acercó el momento de la despedida.
- Sara, ha sido un viaje con grandes sorpresas, he conocido un país con muchos problemas pero donde me han hecho sentir como en casa, y ahora en la despedida permítame que la despida con un corto poema.
Juan le pidió la mano a Sara e inclinándose hacia ella, con un beso le recitó:
“El mundo es un libro, y los que no viajan leen sólo una página”. – San Agustín
Amig@s lectores, esta es la historia de dos cooperantes españolas, de cómo hemos vivido estos meses en un país desconocido. De nuestros miedos y nuestras alegrías. Agradecemos a Juan que nos haya regalado parte de su tiempo y haya vivido con nosotras este hermoso viaje del cual solo traemos buenos recuerdos.
Y ahora nuestro querido compañero de aventuras vuelve a la casa de su querida Europa, quizás un poco más cambiado, no lo sé… ¿Vosotr@s que pensáis? …Quizás algún día se anime a leer más páginas del libro.
Y por cierto, de ahora en adelante quiere que le sigamos llamando Juan, pero ahora le llamaremos
“Juan sin miedo”
Con mucho cariño nos despedimos Lara Ortolá y Verónica Ruiz- Febrero 2019.

Plaza Morazan. Centro histórico de El Salvador.