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“El liderazgo en la comunidades rurales indígenas del Valle Sur, Cuzco”


En primer lugar, el objetivo de este artículo es, por un lado, dar a conocer las realidades de las comunidades rurales indígenas del Valle Sur centrándonos en sus capacidades organizativas de liderazgo y, por otro lado y no menos importante, deconstruir los posibles imaginarios occidentales con respecto al tipo de sistema de organización de dicha población.


El Valle Sur se encuentra situado a los pies de la ciudad de Cusco, Perú. Más concretamente, está ubicado en la cordillera andina que recorre parte del país. El acceso a las comunidades rurales del Valle Sur tiene sus limitaciones, puesto que las carreteras que conducen a sus distintas áreas están conformadas por estrechos caminos de tierra, cuyos tramos más dificultosos se encuentran en las zonas más retiradas. Ciertamente, la geografía en donde se halla esta población supone un obstáculo para el acceso a ciertos recursos y derechos como serían el derecho al agua, el derecho al saneamiento (y a vivir en condiciones salubres) y el derecho a una vivienda digna. En los territorios más alejados apenas existe presencia del estado que garantice dichas coberturas. En este sentido, la cooperación al desarrollo juega un papel muy importante, pues supone el medio a través del cual las comunidades andinas del Valle Sur se organizan y reclaman sus derechos ante las municipalidades distritales.

A decir verdad, la geografía no es el único obstáculo con el que cuenta esta población. Existen otros condicionantes o impedimentos como los ambientales. En los Andes son frecuentes los derrumbes, movimientos sísmicos o las fuertes sequías (ésta última provocada por los efectos adversos del cambio climático) que inciden negativamente en el desarrollo socio-económico de las comunidades rurales. La mayor parte de las familias se dedican a la pequeña agricultura y la crianza de animales menores (como los cuyes), los cuales aprovechan para autoconsumo y ventas. Estos factores climatológicos pueden perjudicar muy negativamente en la economía y la vida de los lugareños y lugareñas de la zona al librarles de todo recurso para poder sobrevivir.

La falta de acceso a recursos básicos en las comunidades obliga a los comuneros y comuneras a depender de las ciudades para su subsistencia, en muchas ocasiones, a causa de la falta de apoyo por parte del estado. El gobierno existente no lanza muchas estrategias que promuevan e impulsen el desarrollo de la pequeña agricultura, sector mayoritariamente ocupado por la población alto-andina. En los casos más vulnerables, los efectos provocados por esta grave situación pueden llegar a generar desnutrición y anemia en las gentes que allí habitan, así como también, pueden aparecer enfermedades desarrolladas por las contaminación de sus aguas o suelos.


A pesar de los imaginarios occidentales que inciden en la falta de una estructura organizativa en las comunidades rurales indígenas de América Latina, y más concretamente, de las comunidades alto-andinas de la región de Cusco; éstas, cuentan con diferentes entes organizativos que posibilitan y fomentan el buen funcionamiento de las mismas, facilitando su desarrollo socio-económico.

Así, las comunidades están organizadas jerárquicamente mediante cuatro entes administrativos. En primer lugar el teniente gobernador, quien constituye el primer ente rector de la comunidad. En segundo lugar, la Junta Directiva conformada por el presidente, vicepresidente, tesorero, dos vocales y el fiscal. El tercer ente administrativo lo conforma las JASS (Junta de Administración y Saneamiento) encargada de mantener y administrar los servicios de agua y saneamiento. A través de este ente organizativo se propicia la participación ciudadana, la promoción del buen funcionamiento de los servicios de agua y saneamiento para toda la comunidad, estableciendo a su vez, redes comunicativas con instituciones públicas y privadas vinculadas al saneamiento. El cuarto y último lugar lo ocupan los promotores de salud, encargados de sensibilizar y concienciar a las familias de la comunidad sobre los adecuados hábitos de higiene y salud.

Otro ejemplo de esto es el “ayni”, basado en el intercambio de bienes y servicios, es decir, trueque. Cuando una familia está construyendo su casa otras familias les ayudan a edificarla y ésta, a su vez tendrá el compromiso de ayudar a las demás cuando sea necesario. Siendo frecuente también el intercambio de hortalizas.


Actualmente, se fomenta también el liderazgo masculino y femenino incidiendo en este último como método de empoderamiento, deconstrucción de los estereotipos y disminución de la brecha de desigualdad de género, que como en el resto de la sociedad peruana, están muy presentes y conforma una de las problemáticas más graves

del país.

Esta brecha supone una gran dificultad para el desarrollo de las mujeres y niñas de las comunidades, haciéndolas doblemente vulnerables, dado que el acceso a la educación y servicios básicos se ve aún más restringido para ellas, que se encuentran relegadas en más de una ocasión al ámbito privado, a pesar de llevar a cabo también tareas productivas en las “chakras” (huertas familiares). Así, las mujeres juegan también un fuerte papel en las comunidades rurales, dada su participación económica, centrándose en actividades agropecuarias de subsistencia y autoconsumo. Por ello, su papel es fundamental en el desarrollo sostenible y la erradicación del hambre en las comunidades rurales.

Entre otras áreas, la función que cumplen los/las líderes/as de las comunidades es buscar la incidencia en la participación ciudadana para el respeto de sus derechos, donde la representación femenina suele sobrepasar la masculina.


Atendiendo a los imaginarios occidentales sobre las comunidades indígenas, que visualizan este contexto como un entorno alejado de las ciudades, y que tachan las riquezas culturales como “salvajes”, podemos decir que se trata ciertamente de una visión etnocentrista que simplifica y desprestigia la cultura y el desarrollo de las comunidades.


La única forma de deconstruir estos imaginarios, es estructurar una nueva forma de percibir y considerar las

comunidades y los retos a los que hacen frente en aras de potenciar su desarrollo. Es necesario crear paulatinamente mayores lazos y encuentros entre las organizaciones de las comunidades y las municipalidades y distritos de la zona. Muy concretamente, el 13 de diciembre de 2018 tuvo lugar el I Encuentro de líderes y lideresas para el Fortalecimiento de Políticas Públicas de Vivienda Rural en el Distrito de Santiago que contaba con el apoyo de las ONGDs Guaman Poma de Ayala y PetJades, y también, con la Diputación de Valencia y la Municipalidad Distrital de Santiago, Cuzco.


Este evento supone una ruptura con el pensamiento preconcebido que se maneja desde occidente por muy diversas razones. En primer lugar, existen representantes de comunidades andinas, hecho que nos conduce a la idea de que sus habitantes crean sus propias organizaciones con líderes y lideresas. Además, conjuntamente y con la colaboración de otros entes de cooperación al desarrollo, realizan encuentros para el fortalecimiento de políticas rurales que garanticen sus derechos. Es decir, la población alto-andina mediante dos vías muy importantes como son la participación política y la cooperación al desarrollo, diseñan planes, acuerdos u otros eventos para asegurar el desarrollo de la vida socio-económica de su población.


Además, el uso de estas herramientas podría suponer una transformación social. Paulatinamente podría ir derruyendo mitos y estereotipos sobre las capacidades organizativas de los habitantes de las comunidades, pues se establecería una continua relación entre el distrito y la población en cuestión.

A decir verdad, no sólo existen mitos y estereotipos desde Occidente. Los habitantes de las ciudades de las zonas más cercanas a estos lugares no siempre conocen la cultura de sus vecinos. A través de la información, un acercamiento político y la participación ciudadana se puede establecer un continuo contacto que procesualmente derrumbe este falso imaginario.

La participación femenina de lideresas en este evento, de nuevo, provoca una ruptura en la concepción occidental. Las lideresas representaron el 56,67% de las personas asistentes conformando, así, la mayoría de los y las participantes. Por tanto, toda propuesta o petición que se realizó en este encuentro podía atender también a los derechos de las mujeres. Así pues, la fuerte presencia y participación femenina puede suponer un impulso para su empoderamiento dentro de las organizaciones de sus comunidades.



Insistimos, por tanto, en que la participación ciudadana y política podría conducir gradualmente a la transformación social. Es muy importante tener presencia en espacios de gobernabilidad para exigir los derechos de las poblaciones más vulnerables y en cuyas zonas existe menor presencia estatal. En este marco, el fomento de la cooperación puede suponer el mecanismo de empuje para el propio desarrollo de las comunidades.


A partir de este evento de líderes y lideresas se llevó a cabo la elaboración de un documento oficial en el cual los habitantes de las comunidades expresaron sus peticiones o exigencias para garantizar el acceso a los recursos básicos, dirigidos a mejorar su calidad de vida. Dicho documento fue entregado al Alcalde de la municipalidad junto con el apoyo de diferentes entidades como GPA u otras ya mencionadas con anterioridad.

Los distintos eventos o la participación ciudadana de habitantes alto-andinos podría propiciar, además, un acercamiento de sus formas organizativas a la población de la ciudad. Por último, el establecimiento de frecuentes relaciones con las municipalidades podría garantizar ciertos espacios de gobernabilidad en el cual el protagonismo sea la presencia de las comunidades rurales indígenas del Valle Sur, hecho que potenciaría su propio empoderamiento y sus capacidades de liderazgo.


Universidad de Granada
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