Carmen Gil Sáez
Años atrás en Bubaque, una de las 88 islas e islotes que componen el archipiélago Bijagós en Guinea Bissau, se manejaba la economía de la subsistencia. En esta isla, junto con las otras 23 habitadas que componen el archipiélago, sólo se extraía de la naturaleza lo que se iba a consumir en el día, tanto en lo que se refiere a la tierra como al mar, no existiendo la cultura de la venta. Con la llegada de la colonización y posteriormente el turismo, traído por la globalización, todo cambió. Los animales de esta isla, gallinas, cerdos, cabras, ovejas, etc., que campan a sus anchas y conviven en completa armonía con los animales domésticos y habitantes de la isla, dejaron de pensarse para el consumo propio, pasando a destinarse para la venta en hoteles. Este es solo uno de los grandes cambios que ha traído el turismo para el archipiélago, limitando el acceso de los habitantes locales a alimentos y haciéndoles dependientes del nuevo sistema, lo que ha perjudicado realmente su calidad de vida.
El archipiélago, que se formó a partir del antiguo delta del río Geba, posee una gran diversidad de ecosistemas, todos ellos llenos de vida: manglares, palmerales, bosques, remanentes de selva tropical, bosques de sabana boscosa, playas, lagunas, etc. En él, diferenciamos principalmente dos atractivos turísticos que motivan a los europeos a querer visitar las islas.

Foto 1: Vistas desde el puerto de Bubaque durante la marea baja
Por un lado, la inmensa riqueza natural, biológica y paisajística que posee, ya que es internacionalmente declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO desde 1996, conteniendo dos Parques Nacionales, el de las Islas de Orango, famoso por sus hipopótamos de agua salada y dulce que conviven entre manglares, ríos y lagunas con una inmensa diversidad de flora y fauna, y el Parque Nacional de Joao Vieira y Poilão, siendo esta última isla considerada sagrada, por ser la más importante del continente africano y de las más importantes del mundo en lo que refiere al desove de tortugas. Paraíso de contrastes que nos muestra al mismo tiempo su exuberante riqueza natural mientras que paradójicamente Guinea Bissau se sitúa entre los 10 países más pobres del mundo.
La pesca deportiva es la siguiente de las razones por las que cada año grandes grupos de personas, mayoritariamente de Francia, deciden visitar el archipiélago. Debido a la gran riqueza que tienen sus aguas, a su estado de conservación y a lo poco intervenidas que han estado a lo largo del tiempo, las Islas Bijagós se han convertido en un punto clave mundial para las personas que buscan practicar este tipo de pesca, ya que su mar alberga una variedad innumerable de especies, generalmente de gran tamaño.
La mayoría de estos viajeros se alojan en la isla de Bubaque, que se ha convertido en el principal núcleo turístico del archipiélago, ya que además de estar conectada con Bissau, capital del país, por dos canoas (habitualmente usadas por locales y para transporte de mercancías) que operan dos veces a la semana; cada viernes, un ferry de la empresa española Consulmar llega a la isla cargado de turistas que buscan relajarse en este paraíso durante el fin de semana. Además, algunos de estos hoteles, que son alrededor de 15 repartidos entre la playa de Bruce y el centro neurálgico de Bubaque, cuentan con barcos-lanchas que los conectan con la capital, siendo esta una opción más rápida (y también más cara) para los que, por razones de comodidad o por la incompatibilidad de programar sus viajes con los horarios del ferry, elijen reservar este servicio.
Los contrastes principales surgen cuando los propietarios de estos hoteles, mayoritariamente blancos, ofrecen a los turistas, también mayoritariamente blancos, diferentes paquetes de excursiones a los parques naturales, para los interesados en la diversidad natural del archipiélago, y días de pesca deportiva, para los amantes de la pesca.
Siendo conscientes del entorno, llámese país, en el que tienen sus negocios, los propietarios de estos hoteles ejercen un uso abusivo de poder hacia sus trabajadores.
Desde una impunidad legal, aplican salarios y condiciones vergonzosas, en la que los locales, normalmente sin contratos y acostumbrados a este tipo de sometimiento, trabajan sin vacaciones ni fines de semana por alrededor de 1.500/2.000 FCFA, (2,30/3 €) al día, es decir, 45.000/60.000 FCFA (68,58/91,44 €) al mes, en un lugar donde una visita médica puede llegar a costar entre 5.000 - 10.000 FCFA (7,69 - 15,40 €) y un saco de 50 kilos de arroz, base de la alimentación familiar, 25.000 FCFA (38,46 €).

Esta triste realidad nos muestra que la huella colonial sigue presente, tanto en el trato personal como en el económico, siendo el precio de cada excursión por persona/día tres veces el sueldo mensual del guía turístico.
Foto 2: Grupo de mujeres en la comunidad (tabanca) de Bane, en la isla de Canhabaque
Otra incoherencia imperante que encontramos en la isla está relacionada con el ‘’safari’’ que se practica en el archipiélago. Durante todo el año, grandes grupos de europeos visitan las islas con paquetes de viaje cerrados que incluyen traslados, comidas, estancias y días de pesca deportiva, ofertados por estos hoteles. Cada día de pesca cuesta aproximadamente 300 - 400 € por embarcación, en los que los peces (de gran tamaño) capturados, que son sacados hasta con carretillas de los botes, se quedan como propiedad de los hoteles. Estos, los revenden a los demás clientes, ofreciéndolos en sus menús a precio europeo. Incoherente es pensar que en las casas vecinas a estos establecimientos se encuentran personas con hambre, que no tienen a penas acceso a alimentos, y que el sueldo medio mensual (150.000 FCFA, es decir, 230 €) de un marinero, altamente formado en navegación y pesca y con un gran conocimiento del complejo sistema de mareas y bancos de arena que se forman en el archipiélago, viene siendo la mitad de lo que desembolsan los clientes en un solo día de pesca.
Estos acontecimientos están contextualizados en este paraíso de belleza natural, que es venerado y cuidado con esmero por los habitantes del archipiélago. De etnia bijagós, las personas locales mantienen su cultura viva y sus tradiciones en la mayoría de las islas en las que aún no ha llegado el turismo. La sencillez de sus condiciones materiales de vida contrasta fuertemente con la complejidad de sus creencias. Se mueven en un universo fuertemente sacralizado, encontrándose envueltos por un conocimiento misterioso y secreto que rige su comprensión del mundo. Todo esto explica que Bubaque, como ya comentada capital principal del turismo, sea un lugar confuso y altamente desconcertante, ya que la cultura y tradición local choca fuertemente con la nueva necesidad impuesta de necesitar dinero para subsistir. Por poner un ejemplo, en Canhabaque, isla aun sin establecimientos turísticos ni tiendas a las que acudir, se sigue practicando el trueque y la economía de la subsistencia de manera regular, mientras que en Bubaque, isla vecina, se ha hecho imprescindible el poseer dinero para poder comprar alimentos en las ya existentes tiendas, lo que ha ido dejando progresivamente el trueque al margen.

Los locales, por tanto, sin otra alternativa que la actual para sobrevivir, están necesariamente sometidos a las pésimas condiciones laborales que les ofrecen los contratantes blancos.
Foto 3: Comunidad (tabanca) de Ancamona, en Bubaque
La violencia colonial no se propone como finalidad una actitud respetuosa, sino sometida donde se tratará de deshumanizar liquidando tradiciones y sustituyendo sus lenguas por las nuestras, destruyendo su cultura sin darles la nuestra; embruteciéndoles hasta el cansancio, subalimentados, y manteniéndoles enfermos y temerosos. Frantz Fanon, en su libro los condenados de la tierra.
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